viernes 29 de marzo del 2024

El fútbol llora a otro gran zaguero

Integrante de una de las mejores defensas de la historia de Boca, José María Silvero falleció a los 78 años. Sus restos fueron velados en La Plata.

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Dos días después del fallecimiento de Pedro Dellacha, el fútbol argentino llora la muerte de otro de los más recordados zagueros centrales de su historia: el correntino José María Silvero, quien se destacara por su reciedumbre y una seguridad a prueba de balas integrando una gran defensa de Boca en los años '60. Sus restos son velados en La Plata, en una casa ubicada en la calle 57 entre 12 y 13.

En esos tiempos en que casi cualquier formación salía de memoria, aquella línea defensiva boquense compuesta por Simeone, Silvero, Orlando y Marzolini llegó a constituir por sí sola un cantito muchas veces repetido por los hinchas a modo de ejemplo de lo que querían para su retaguardia. Y es que realmente combinaba todas las virtudes de una gran defensa, pero sobre todo representaba una garantía para los xeneizes.

"Si hacemos un gol, ya está; bajamos la persiana y no nos empatan ni de milagro", decían por entonces comúnmente tanto el público como los jugadores de Boca. Y en ello mucho tenía que ver Silvero, quien llegara al club en 1962 procedente de Estudiantes de La Plata.

Con los albirrojos ya había ganado siendo muy joven el campeonato de Primera B de 1954, dos años después de protagonizar un muy precoz debut en la primera división de la entidad. Allí llegaría a jugar 198 partidos en la "A", categoría en la que logró con Boca los campeonatos de 1962, 1964 y 1965 como una figura que pocas veces brillaba por su juego, pero que resultaba indispensable para aquel andamiaje defensivo casi perfecto.

Ya como técnico, ganó también con Boca el Nacional '70, dirigiendo a un equipo que venía de salir campeón jugando un fútbol de gran calidad el año anterior con Alfredo Di Stéfano como DT, y que lograría su segundo título al hilo en aquel certamen del que intervenían equipos del interior del país venciendo en una recordada final a Rosario Central en la mismísima cancha de River.

Era aquel conjunto de Roberto Rogel, el peruano Julio Meléndez, Antonio Roma, Rubén Suñé, Norberto Madurga, Silvio Marzolini, Ignacio Peña, Raúl Armando Savoy, Angel Rojas, Orlando Medina, Aldo Villagra y otros cracks, a los que Silvero había tenido en algunos casos como compañeros pero con quienes supo mantener la distancia necesaria para que ninguno se relajara y los títulos siguieran llegando a la Ribera.

La crónica fría dirá que falleció a los 78 años víctima de una afección pulmonar en La Plata, ciudad a la que había llegado siendo aún un chiquilín luego de iniciarse en el club Lipton de su Corrientes natal y en la que, ya retirado de la dirección técnica, trabajó muchos años como coordinador de la escuela de entrenadores Osvaldo Zubeldía.

Dirá también la prensa que Silvero llegó a ser presidente de la mutual de ex futbolistas de Boca, lo que habla a las claras del predicamento que tenía entre sus compañeros. Pero nada de eso servirá para hacer justicia con él como recitar una vez más aquel cantito que atemorizaba rivales con solo ser pronunciado: Simeone, Silvero, Orlando y Marzolini.

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