viernes 29 de marzo del 2024

La reina que pagó su deuda interna

La mejor jugadora de hockey de la historia se dio el gusto de ganar el título mundial en Rosario, su propia tierra. Y lo hizo de la mejor manera. Galería de fotosGalería de fotos

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Si alguien le preguntara a Luciana Aymar qué es la plenitud de la vida, contestaría que esto: esta sensación de campeona que le corre por dentro, estas lágrimas que le recorren los cachetes, esta felicidad que le brota por los poros.

Es esta Rosario, también, que la abraza por dos motivos: porque es de acá y porque jugó el mejor torneo de su carrera.

Y pensar que en algún momento, en la cabeza de esa muchacha que en 2008 fue elegida Leyenda del Hockey estuvo la idea de dejar el deporte. Fue después de los Juegos de Beijing: Aymar tuvo una osteocondritis, padece dolor crónico. Pero no: acá está, entre 12 mil personas, en un estadio mundialista que la viva. Entre toda esta gente está, también, su mamá Nilda y su papá René, que se animó a verla en vivo en la cancha, a pesar de los nervios.

Reina. Luciana es al deporte lo que Maradona representó para el fútbol, lo que Michael Jordan significó para el básquet. ¿Y si el hockey estuviera calado en el sentimiento popular? Qué sería de la número 8, la mujer de 33 años que en la cancha se desliza en patines.

En patines rosas, porque es la reina 2010. Un dato que dimensiona lo que significa: ayer por la mañana, en el shopping de Rosario, tres nenas llevaban sus mismas zapatillas.

“Nunca la vi así. Lo de Lucha es increíble. Se está jugando todo.” Karina Masotta y Magdalena Aicega miran la final desde afuera, pero alguna vez estuvieron ahí adentro: dicen que tuvieron el lujo de compartir una cancha con ella.

Antes de la final, Aymar había anticipado que tenía confianza: “Nunca vi a la Argentina en este nivel”, había declarado. Habrá que seguir sus pálpitos: también contó que se supo distinta desde chiquita, cuando daba sus primeros pasos. “Algunos se quedan sólo con el talento, pero yo me esforcé en mejorar siempre”, manifestó.

Tiene razón la mediocampista de GEBA. Se trata de una persona que se obsesionó por el progreso y que dejó claro siempre que su prioridad (desde un tiempo a esta parte) no es formar una familia.

Y que se quejó, obvio, porque está en su casa. Protestó porque le pegaban, porque le cortaban el juego. Les sucede eso a los que hablan otro idioma. Y los que están enfrente lo hacen para intentar descifrarla. Pero conseguirlo es como comprender álgebra en el Ciclo Básico Común, como que un hombre intente entender la psicología femenina.

Su Mundial. Nunca en otro torneo de este tipo la nacida en el barrio de Fisherton (el estadio queda ahí, sí) había convertido tantos goles. Fueron cinco, en esta ocasión, y 121 los que acumula en su trayectoria como leona. En mundiales, nueve.

Antes del inicio del partido, Carlos Retegui le entregó un ramo de flores. No fue un mimo más del entrenador: Lucha cumplió trescientos partidos en el seleccionado.

Rosario la cobija, le grita que es la mejor. Aymar festeja, así como celebró cuando le marcó el golazo a China, o como cuando anotó en semis, ante Alemania. Déjenla que disfrute, no la levanten del piso: la que llora es una mujer que logró lo que pretendía.

(*) desde Rosario.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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