miércoles 24 de abril del 2024

Monjes de Clausura

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“En los años que llevo aquí no he hecho más que llenarme la barriga, aumentar mi vileza y arrancar los diezmos a los campesinos hambrientos.” De Remigio de Varagine, cillerero de la abadía en ‘El nombre de la Rosa’ (1980), de Humberto Eco (1932).

En un país que reserva la ingesta de turrones, panes dulces, avellanas y otras delicias de mil calorías para las agobiantes noches de diciembre, con treinta grados, a nadie debiera sorprender que el torneo que inicia el año y lo define en su exacta mitad sea llamado “Clausura”. ¡Somos el espejo deforme de la vieja Europa, compatriotas! Qué honor.

Después del encuentro con Falcioni-Marlowe en la redacción, esperé la visita de otro colega aún más exótico: un investigador medieval experto en sofisticados crímenes cometidos en abadías tan herméticas como la AFA, mi gran amigo el monje Guillermo de Baskerville y su discípulo Adso de Melk, protagonistas de El nombre de la Rosa, de Umberto Eco. Pero no aparecieron. Lástima. Son gente encantadora, sencilla para vestir, culta y capaces de superar, por mucho, las doscientas cincuenta palabras que suelen utilizarse en el folclórico lenguaje futbolero. Del juego, obvio, no entienden nada. Es que en el siglo XIV no existía tal como lo conocemos hoy, salvo en una versión primitiva, usando las manos y con una pelota pesada, casi redonda y menos confiable que la Jabulani.

La pasión, eso sí, era la misma. Bien lo supo el desdichado Felipe El Hermoso, rey de Castilla y noble Beckham de Juana La Loca, muerto de una feroz pulmonía luego de beberse un botellón de agua helada, todavía empapado de sudor, eufórico por el triunfo de su equipo. “Bien pibe: de los segundos no se acuerda nadie”, le hubiese dicho el duque de Bilardo. En fin. De esa simple asociación de ideas surgió, entonces, el extraño título de esta columna. Sabrán disculpar.

¿Cuándo empiezan realmente las cosas? ¿Cuándo terminan? Sabemos que el racionalismo cartesiano trajo la modernidad; el Fútbol para Todos, ¡ay!, a Marcelo Araujo y mal que le pese a Fukuyama, la historia aún continúa, injusta, desconcertante y algo kitch, como los almuerzos de Mirtha. El siglo XIX, por ejemplo, “empezó” unos años antes, en 1789, con la Revolución Francesa y el XX “después”, con el fin de la Primera Guerra. ¿Y el XXI? Con el Racing de Merlo, seguro que no. Para unos, lo inició la caída del Muro de Berlín, para otros, otra caída: la de las Torres Gemelas. Doble crash.

Quizá este Clausura también haya arrancado antes. Acaso en el mismo momento en el que Grondona, después hacer sus numeritos, archivó la idea de volver a los torneos largos y bendijo a estas rendidoras rueditas de 19 fechas; un flash que garantiza interés, exporta mercadería rentable, multiplica los campeones y sostiene el genocidio de técnicos. Todo bien berreta pero con elencos numerosos, escándalos para la prensa y alguna veterana que robe con el nombre y corte entradas. Una fórmula, me dicen, funciona bárbaro en el vaporoso mundo de la revista. Mirá vos.

O quizá todo empezó cuando Ameal, el único ser humano que siente temor por Macri, se la jugó por un heavy como Falcioni y le sumó flor de Power Trío: Erviti en guitarra, Somoza en bajo y el Burrito Rivero en batería, palo y palo. Veremos qué onda con El Enganche Melancólico, líder y voz solista de la banda. Ahí los quiero ver. Igual Boca es “el” candidato. Será la gloria o Devoto. Para todos.

River, el club que insiste en ser Racing, se declaró prescindente. Increíble. Y más porque esta vez parece que es cierto y no una de esas estúpidas frases para quitarse presión y engañar a los millones de inocentes que llenan estadios y creen en el voto telefónico de Tinelli. Racing, glup, se mira de reojo en el espejo, nervioso como un adolescente que por fin se siente importante pero algo incómodo con su traje nuevo. Hasta Russo, un sofista exquisito capaz de hablar durante horas sin decir nada, debió aceptar que irán por el título. ¡Ouh nou…!

El Independiente de Mohamed, en un conmovedor acto de fe, intentará hacer la plancha acá y sumar alguna copa allá. Mmm… ¿Y la concesionaria de don Ramón? Tuneó a Menseguez de modelo sport a taxi por derecha, le rectificó motor a Romagnoli, trajo algunos usados a buen precio y exhibe a Ortigoza, su refuerzo de mayor peso. El gordo es un crack y lo demostrará en San Lorenzo… salvo que descubramos cuanto de él era su ex, el sacrificado Pelado Mercier. Deudas de amor.

Vélez sumó a David Ramírez, como si le faltaran variantes del medio hacia arriba. Ese sería mi pleno si fuese una ruleta. Pero puedo fallar, claro. Sobre todo porque por ahí anda Estudiantes, que aún sin Sabella la peleará con Verón, el equipazo de siempre y Berizzo, fiel discípulo de Bielsa y sus planteos verticales a puro vértigo.

¿Vértigo, dije? Una de mis películas preferidas. Gran guión, buenos actores y una idea muy perturbadora del maestro Hitchcock: el pánico a las alturas y el deseo incontrolable de convertir a una nueva mujer en la copia de la que ya no está. Apasionante, compatriotas.

Desde este fin de semana, en las mejores salas de todo el país.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil