viernes 19 de abril del 2024

Los proyectos por sobre los millones

Seis partidos por equipo fueron más que suficientes en esta Copa América Argentina 2011 para demostrar que el largo plazo da como resultado un horizonte inédito.

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La fórmula de los equipos que llegaron a la final de la Copa América es simple, no supone millones de euros y esconde una idea vector. La fórmula de Uruguay y Paraguay no es mala ni buena per se, no traza un único camino y a veces se pierde detrás de la buena fortuna. La fórmula de los equipos que definirán hoy la Copa América no muere en el resultado, pese a que una derrota pueda desnudar los puntos flojos y poner en duda algunas decisiones. La fórmula charrúa, como la guaraní, se basa en una idea que va más allá de un conjunto de once contra once y es válida, más allá de los resultados, por la base que deja a futuro.

La selección de Uruguay trabaja bajo el mando de Oscar Washington Tabárez, un montevideano de 64 años que dirigió a la Selección Sub 20 oriental en dos oportunidades (’87 y ’93) y que afronta su segundo ciclo en la mayor (el primero se extendió del ’88 al ’90, con la clasificación a Italia '90 incluída) desde 2006. Con el Maestro como rostro visible, Uruguay logró en Sudáfrica 2010 el cuarto puesto, la actuación más destacada del equipo en los últimos años.

La explicación del hombre que alguna vez estuvo al frente de Boca Juniors es concreta, y se remonta al 2006: “Realizamos un proyecto de trabajo llamado Institucionalización de Procesos de Selecciones y de Formación de los Futbolistas. Los jóvenes que ahí se forman tienen que estudiar, saber de fútbol y competir”, contó en una conferencia de prensa luego del triunfo sobre Perú.

La base del equipo, entonces, nace de la misma entraña del trabajo comandado por la Asociación de Fútbol Uruguaya. “Los juveniles van a los torneos a clasificar y eso nos llena de orgullo así como también el hecho de que los jugadores formados en esos procesos lleguen a la Mayor. Lo vimos en otros países y es lo que estamos llevando a cabo con las condicionantes que tenemos como país y con la impronta de que es imprescindible mantener este trabajo”, completó el entrenador.

Paraguay asimiló un proceso con ribetes parecidos al uruguayo. Gerardo Martino, un rosarino de 48 años que se formó bajo el ala de Marcelo Bielsa, dirige a los guaraníes desde 2007, cuando se realizó la Copa América en tierras venezolanas. Desde entonces, el Tata logró la mejor ubicación histórica de la albirroja en un Mundial al alcanzar los cuartos de final en Sudáfrica luego de cosechar el tercer puesto en las eliminatorias, detrás de Brasil y Chile.

Si bien Martino llegó a la competencia con ansias de triunfo, ha sabido destacar que el proceso apunta a superar las Eliminatorias del campeonato del mundo que se jugará en Brasil en 2014. “Paraguay está haciendo un trabajo a conciencia para los dos campeonatos (…) Tengo mucha tranquilidad para trabajar, realmente estoy muy cómodo en Paraguay. Armamos un gran equipo con Carlos Picerni como el coordinador de todo el fútbol juvenil”, analizó antes del arranque de la Copa América.

Paraguay llegó a la final gracias a una seguidilla de empates -algo inédito en el torneo- y la figura de su arquero, Justo Villar, convertida en el artífice de la proeza a fuerza de atajadas imposibles y una gran actuación en los penales. Marcelo Estigarribia, rápido de reflejos, zanjó la discusión de moda del esquema ofensivo vs. el defensivo y rescató la figura de Martino de las críticas. “Él quiere que ataquemos, pero no siempre es posible. Brasil no nos dejó otra opción que defendernos porque agarró la pelota y la tuvo siempre. Martino nos pide que busquemos el gol, pero no siempre podemos. Nos pide que seamos verticales, que nos busquemos para llegar al área, pero no siempre se da”, simplificó tras el triunfo ante los de Menezes. Martino fue muchísimo más realista: “Ganamos de culo”.

Respeto para la Cenicienta. "Venezuela exporta telenovelas, no fútbol", dicen haber escuchado los jugadores de la Vinotinto de boca de un periodista chileno. La frase hizo estallar al DT de las tierras de Chávez, César Farías, a quien comparan con el portugués José Mourinho por polémico, provocador, obsesivo. "El respeto no lo tuvieron y ya no lo pedimos, lo ganamos", sentenció el día que la Cenicienta se vistió de gala y alcanzó, por primera vez en su historia, las semifinales tras ganarle a Chile, firme candidato al título.

El proceso de refundación del fútbol venezolano, un deporte que nunca tuvo para los caribeños una importancia considerable, comenzó en 2007, cuando el país albergó la Copa América. Farías desembarcó en la AFV el primer día de 2008 y puso su estrategia en marcha: estudió, consultó con los mejores, viajó mucho y se nutrió de fútbol. Sin embargo, el germen de su obsesión comenzó muchísimo antes, cuando dejó de jugar profesionalmente tras una temporada en Primera porque las condiciones eran precarias y las herramientas de trabajo escaseaban. “Decidí ser entrenador, prepararme para organizar porque veía desparramarse el talento por falta de planificación”, dijo alguna vez.

Farías, entonces, con un plan concreto, logró lo que ningún otro pudo con el deporte en Venezuela: que millones de personas estén más atentas a un gol que a un jonrón. "El fútbol venezolano estaba montado al revés, de la selección abajo. Le dimos la vuelta", explicó según una nota publicada en El País. El trabajo contempló la reformulación de la Liga de Primera, Segunda y una apuesta económica de los clubes, a quienes se les exigió invertir en la base.

"No conozco el futuro, pero hemos intentado sembrar cosas. En este equipo hay jugadores que han estado con nosotros en la sub 20, los de la sub 17 están dando el paso a la sub 20. Hemos trabajado una idea. El mayor legado es organizativo”, apuntó el venezolano. "Otros, teniendo más talento, no trabajan tanto y eso empareja las cosas", agregó y expuso en pocas palabras una radiografía de la Copa América.

Fallas de la economía. La Copa América 2011 dejó una cantidad de sorpresas que pierden de manera rápida la gracia cuando el truco se revela. Y claro está, el valor de las selecciones y el peso de la historia ya no explican la gloria. Si no, no se entiende cómo Argentina, con un equipo valuado en 430 millones de euros, apenas pudo empatar con Bolivia, una selección tasada en 11 millones de euros. Tampoco sacó diferencias con Colombia, que vale apenas un poco menos de un cuarto del conjunto de Messi y compañía.

Brasil, el segundo equipo más caro con figuras que en su conjunto alcanzan los 343 millones de euros, cayó en cuartos de final frente a Paraguay, que suma poco más que la sexta parte de la verdeamarela, con 58 millones. Los primeros cuatro puestos de la Copa, ocupados por Venezuela (26 millones), Perú (33 millones), Paraguay y Uruguay (161 millones), suman en su conjunto 278 millones, una cifra muy lejana al valor del equipo de Menezes y mucho más al de Batista. Demostrado, entonces, que los laureles no se cosechan exclusivamente con plata.

Seis partidos por equipo fueron más que suficiente para demostrar que las fórmulas esta vez se impusieron a los millones, y que el largo plazo da como resultado un horizonte inédito: la preocupación de ciertas selecciones por las Eliminatorias para el Mundial de Brasil 2014, con equipos que históricamente funcionaron de relleno. Impensables que el trabajo volvió verosímiles.

(*) De la redacción de 442