viernes 19 de abril del 2024

Argentina, país cangrejo

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Terminó Guadalajara, terminaron los 16º Panamericanos y terminamos séptimos por cuarta vez -tercera consecutiva-, nuestra peor posición histórica. Y ‘la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser’ quedó impresa, nuevamente, en las páginas deportivas de todos los diarios del mundo, en vísperas de los Juegos Olímpicos de 2012 donde, sin dudas y otra vez, haremos un papel tercermundista. La caja de cambios de nuestro modelo deportivo siglo XXI, está con problemas: sólo funciona la marcha atrás. Seguimos retrocediendo. Somos un país cangrejo.

La historia nos cuenta quienes somos. Argentina, además de anfitriona, fue primera en los Juegos inaugurales del verano de 1951, superando a los mismísimos Estados Unidos y a los otros veintiún participantes: 16 de ellos conquistaron medallas en los 18 deportes que, en esa ocasión, fueron oficiales en Buenos Aires. Más allá de la ausencia de Canadá y de que Estados Unidos sólo trajo una delegación de apenas 175 atletas (en dos charters pequeños, un Clipper "Strato" de dos pisos de la PanAmerican Airways y un DC-6 de Panagra, ambas ya desaparecidas), eran tiempos de gloria local, marcados por el propio abanderado del desfile de apertura, el maratonista santafesino Delfo Cabrera que, tres años antes, en Londres, había conseguido el oro olímpico.

No fue una casualidad que Buenos Aires fuese la primera sede. Ni fruto de un sorteo. Argentina era, claramente, mucho más importante que cualquier vecino del Rio Grande hacia abajo en el mapa americano. Durante el Congreso Olímpico de 1924, en París, los miembros del Comité Olímpico de México, Cuba y Guatemala propusieron torneos multidisciplinarios para su región, que se concretaron dos años después, cuando la capital ‘azteca’ recibió los primeros Juegos Centroamericanos. Ese fue el inicio de los actuales PAN. Durante los Juegos Olímpicos de 1932 que se disputaron en Los Angeles, los representantes latinoamericanos pidieron que se ampliaran para todas las Américas. Esta propuesta generó, en agosto de 1940, la cumbre en Buenos Aires del Congreso Deportivo Panamericano, que eligió a la capital argentina como sede de los primeros Juegos que deberían disputarse en 1942. No se realizaron en esa fecha por causa de la Segunda Guerra Mundial, pese a que hasta su afiche fue confeccionado (diseño de Falier Totaro). Para 1951 se crearon otro seis, diferentes, firmados por los artistas Alfonsín, Berazaluce y Martin, entre otros.

En aquel póster original y nunca ‘usado’ de 1942 aparece la imagen, en primer plano, de un atleta empuñando una jabalina en la mano derecha, en cuyo fondo se ve un globo terráqueo, con el mapa de América en destaque, rodeado por un anillo con las veintiún banderas de los países panamericanos. Esa es la curiosidad: en la pre-historia de los Juegos, los países pertenecientes a la Commonwealth Británica no participaban. Por ese motivo Canadá no ‘bajó’ a Buenos Aires en la primera edición.

En 1948, en Londres, una vez firmada la paz y durante los primeros Juegos Olímpicos de post-guerra, se ratificó que los I Juegos Panamericanos se disputaran en Buenos Aires a partir del 25 de febrero de 1951, bajo el control de la Organización Panamericana de Deportes. Que cambió su nombre, para PASO, en 1955 y hoy agrupa a 42 países de las Américas y el Caribe, bajo el lema: "América, Espírito, Sport, Fraternité" dicho en las cuatro lenguas de uso más común entre sus afiliados: español, portugués, inglés y francés. Aunque PASO (Pan American Sports Organization) es la sigla en inglés, y la más usada, para nosotros es ODEPA (Organización Deportiva Panamericana). De hecho, al pie del emblema oficial de la organización, su nombre está escrito con ambas siglas. Su sede está fijada en México, porque los países de idioma castellano son mayoría. Si en el inicio no se estableció la sede en nuestra Capital Federal fue, simplemente, por una cuestión de distancias, pero en aquella Argentina todavía vencedora cabía todo. Hoy no.

Después de haber sido anfitriona y primera en el medallero de 1951, donde ganamos el 47% de los Oros disputados, en las dos ediciones siguientes Argentina fue segunda, sólo atrás de los norteamericanos como manda el orden mundial (con muchas más razones el continental). Segundos entre veintidós y veinticinco delegaciones inscriptas, respectivamente, -considerando que Jamaica y Trinidad & Tobago participaron unidas como Federación de Indias Occidentales bajo la sigla FIO- y donde 18 y 19 naciones se repartieron las preseas, nos llenaba de orgullo. En 1959, además y en nuestra contra, EE.UU. fue país sede en Chicago, que sustituyó a Cleveland a última hora (en 1955 organizó los Juegos México, finalmente cuarto en el medallero, nosotros segundos con un fútbol campeón y brillante, integrado por cracks como ‘El Bocha’ Humberto Dionisio Maschio, José Francisco Sanfilippo y el ‘Piojo’ José Yudica…). Los deportes oficiales, en esas oportunidades, fueron diecisiete en USA y -como en la primera edición- en México otra vez dieciocho.

Hasta allí nada a reclamar. ¡Por el contrario! Aquella nación peronista era una Argentina que, deportivamente, llevaba en su ADN la mixtura aún tibia de la mejor sangre euroamericana y un aceptable presupuesto del demagógico gobierno, destinado a sumar medallas y votos vía el universo amateur. Y, para bien o para mal, esa inversión se reflejaba en la mayoría de las especialidades, con figuras como Osvaldo Suárez en el atletismo y Humberto Selvetti en el levantamiento de pesas. Hace sesenta años éramos la segunda potencia del Nuevo Mundo. Y no sólo deportivamente hablando…

Lentamente, al entrar en la segunda década de los PAN -los pasados sesenta-, comienza a insinuarse la decadencia, nuestra curva estadística tuerce su nariz hacía abajo. Doce años después de aquella primera edición, iniciada en el entonces flamante estadio de Racing, con Perón y Evita presentes, empezábamos a caer: ya éramos cuartos. Así clasificamos en San Pablo y en los PAN con menor número de atletas participantes de la historia: 1.665. Nuestra estrellita de la natación, Luis Alberto Nicolao fue bronce. En la quinta disputa, en Winnipeg, Canadá, volvimos a ser cuartos y en la siguiente, en Cali, -siempre se alternó hemisferio, de un Juego para otro- abriendo la tercera década panamericana, exactos veinte años después del comienzo de todo, ya nos caímos al sexto lugar. En tales tres Juegos se llevaron medallas 19, 20 y otra vez 20 países, en orden cronológico, de los veintidós, veintinueve y treinta y dos -por primera vez las tres decenas-, que participaron. Las disciplinas oficiales fueron 19 en Winnipeg y 18 las otras dos ediciones. Nuestra decadencia comenzaba a aparecer nítida e indisimuladamente y no solo en los medalleros, también en actitudes y comportamientos. Oscar ‘Ringo’ Bonavena, después muy famoso en el boxeo argentino, en los Juegos de San Pablo, le mordió la oreja a su vencedor, el norteamericano Lee Carr (¡mucho antes que Mike Tyson se la mordiera a Evander Holyfield en 1997!). Y en los Juegos de Winipeg, mientras aparecían Mark Spitz en la natación americana y Cochise Rodríguez en el ciclismo colombiano, Argentina no pasaba las eliminatorias en fútbol y parte del equipo declaraba policialmente por robo en el hotel. El remero rosarino Alberto Demiddi era algo así como nuestro héroe solitario. Desaparecía, a los pocos, la idea de conjunto, de grupo de ‘manos dadas’.

En 1975, en México (que organizó los Juegos por segunda vez -primer país y primera ciudad en repetirse como sede, en este caso salvadoramente al declinar Santiago de Chile-), reiteramos la dosis: sextos, entre 33 delegaciones inscriptas y veintiséis llevándose preseas, en los 18 deportes puestos a competir. Nuestra delegación de esgrima era lo mejor que teníamos mientras Estados Unidos, en esos Juegos, presentaba al mundo a Ray ‘Sugar’ Leonard entre sus boxeadores…

Ya en nuestro militarizado 1979 volvimos al cuarto puesto gracias a los Oros, porque en el medallero general también clasificamos sextos. En esos Juegos, disputados en San Juan de Puerto Rico, el número de participantes subió a 34, distribuyendo medallas entre veintiuno de ellos, en 22 deportes. La patinadora marplatense Nora Vega y el remero Ricardo Ibarra, junto al equipo de Tiro Deportivo y el después actor, el ‘buena pinta’ de la esgrima Fernando Lúpiz, permitieron que Argentina se recuperase de la que ya era una caída casi vertical. Claro que EE.UU. se representaba con Carl Lewis y Cuba con Alberto Juanantorena… Curiosamente ese fue el primer PAN en que el patinaje (de Nora Vega) participó como deporte oficial, lo mismo que el Tiro con Arco y el Softbol. Como un año antes la Argentina se había consagrado campeón mundial en fútbol, con Menotti y la Junta Militar a la cabeza, el deporte nacional amateur recibió más apoyo que en otras ediciones. Cosa que el medallero reflejó, cuartos: nunca más mejoramos esa posición, que sólo en Mar del Plata, cuando organizamos los Juegos, volvimos a exhibir. Después, cangrejamente, sólo fuimos para atrás.

La década siguiente fue ‘apretada’, tuvo sólo dos ediciones: 1983 y 1987, Caracas e Indianápolis respectivamente, ciudad esta última que sustituyó a la declinante, por segunda vez, sede original de Santiago de Chile. En la disputa venezolana ‘tocamos fondo’ clasificando séptimos por primera vez pese a que solo se distribuyeron medallas entre 21 países de los treinta y seis participantes, en 23 disciplinas.Allí aparecieron los hermanos Curuchet en el ciclismo y la generación de vóley masculino integrada por Castellani, Conte, Uriarte, Kantor, etc. Y en el tenis el promisor Christian Miniussi. Pero ninguno pasó del bronce. Aquí eran fenómenos ampliados por la prensa triunfo-nacionalista, afuera un poco menos. La realidad. Cuatro años después, ya entre 38 repúblicas panamericanas participantes, fuimos quintos. Veintisiete ganaron medallas en alguna de las también 27 modalidades oficiales que habilitó ODEPA. En esas dos ediciones ni el fútbol nos salvó: en Caracas, donde por primera vez se implementó el control anti-doping, no subimos al podio futbolero -¡Guatemala fue Plata!- y en Indianápolis apenas fuimos bronce atrás de Brasil y Chile en ese orden. El hockey sobre césped femenino fue oro, como lo fueron los neuquinos José Luis Lozano y Rosana Sastre en patín en carrera y Gabriel Curuchet en ciclismo. Además del fútbol, la otra gran frustración fue el seleccionado masculino de hockey sobre césped, con figuras como Gabriel Minadeo, Marcelo Garraffo y Sergio Vigil que perdió la final.

En los noventa menemistas arrancamos sextos en Cuba, entre 39 naciones, donde veintiséis obtuvieron preseas en los también 26 deportes que compitieron en los XI PAN de la historia. ‘Las Leonas’, llevándose el campeonato en el Hockey sobre Césped fueron, posiblemente, lo mejor que mostramos en esa edición de 1991, donde sólo cosechamos once oros. Los nombres del momento eran Antonio Silio, Romina Platarotti, Karina Massota, Sofía MacKenzie, Vanina Oneto , Jorgelina Rimoldi, Carolina Mariani, Orlando Baccino, los voleibolistas Weber y Milinkovic y los hermanos Carlos Mauricio y María Inés Espínola. Pocos de ellos quedaron, realmente, fijados en la memoria colectiva…

Continuamos en 1995, en Mar del Plata -locales por segunda vez-, con un cuarto lugar que sirvió para ubicarnos definitivamente fuera del mapa de la elite, esto es abajo del podio continental, donde suben los tres primeros. Estuvimos dos posiciones debajo de la expectativa que generó ser anfitriones. En esa edición, por primera vez fueron más de cuarenta las delegaciones participantes (42 para ser exactos, es decir todos los miembros de ODEPA). Treinta y una de esas naciones sumaron por lo menos una medalla en las 34 modalidades disputadas (Squash, Karate y Triatlón entraron en el calendario por primera vez) Y por vez primera, también, se superó el número de cinco mil atletas compitiendo. Hubo muchos nombres y muchas expectativas, hasta algunos buenos logros, pero menos de lo esperado. El tenis masculino con Hernán Gumy, Luis Lobo y principalmente Javier Frana -abanderado y medalla de bronce en Barcelona 1992-, el femenino con Patricia Tarabini, Mercedes Paz y Florencia Labat, el básquet de Marcelo Milanesio, Fabricio Oberto y Rubén Wolkowisky, el fútbol con Ariel Ortega, Claudio López y Javier Zanetti, el remo de Santiago Fernández, el hockey femenino sobre césped con Magdalena Aicega, Anabel Gambero, Jorgelina Rimoldi y Vanina Oneto, los varones con Jorge Lombi a la cabeza y sobretodo el otro hockey, sobre patines, con el consagrado Francisco Velázquez, mas el pesista Darío Lecman, la patinadora local Nora Vega, aún vigente, fueron las principales medallas de oro y los principales títulos en los diarios. Pero fuimos como nación y más aún como país organizador, menos de lo que pudimos -y debimos- ser. Exageradamente podríamos decir que el lobito marino que estampó la mascota marplatense, tal vez haya sido nuestro mejor representante en los que fueron -hasta ahora- los Juegos más australes que ya se disputaran en estos sesenta años.

Cerramos el Siglo XX, en Canadá -Winnipeg nuevamente-, empujados por la euforia y la preparación de los Juegos anteriores, con otra quinta plaza, entre las cuarenta y dos naciones inscriptas para disputar 34 disciplinas. Veintisiete países se distribuyeron las preseas. Nuestros principales medallistas indivuales fueron mujeres, Alejandra García en atletismo y Serena Amato en Yachting y en lo colectivo, también ellas, ‘las leones’ con destaque de Solange Witteveen. En el género masculino, Javier Correa en canotaje y David Nalbandian que conseguía bronce en tenis, fueron los nombres a resaltar. Estaba claro que ya no seriamos lo que alguna vez fuimos.

Así, descendiendo -aunque sin tomar consciencia-, entramos en los años ‘dos mil’ con un nuevo, y por segunda vez, séptimo lugar en Santo Domingo (con el mismo número de países participantes: 42, para que treinta y uno se lleven medallas como premio por su participación en treinta y cinco modalidades oficiales). Como si algo nos faltaba para marcar la palidez que adquiría nuestro deporte, y aunque a posteriori nada pudo comprobarse, el remero argentino Ulf Lienhard fue despojado de sus medallas de Plata y Bronce, acusado de haber competido bajo efectos estimulantes de cocaína, en las especialidades ‘cuádruple corto ligero’ y ‘doble corto ligero’… Las Leonas retuvieron el primer puesto al igual que los varones del hockey sobre césped, aunque la principal figura fue José Meolans que logró su primer Oro Panamericano. Mientras nuestro fútbol ganó por última vez el título continental.

Ese infeliz séptimo lugar lo repetimos entre cuarenta y dos naciones, en Rio de Janeiro, en la penúltima edición (2007), donde 32 delegaciones se repartieron las preseas de las cuarenta y dos disciplinas oficiales. Argentina, en su mejor momento olímpico y futbolístico cometió el error de ir con un Sub-17, siendo eliminada rápidamente por países que llevaron, como el reglamento habilitaba, sus selecciones Sub-20. A veces parece que trabajamos duro para perder, como si ese fuera el objetivo buscado… Los nombres, por bien o por mal, del PAN de Rio aún están frescos en nuestras memorias: Juan Curuchet y Walter Pérez (ciclismo), Germán Chiaraviglio y Alejandra García (salto con garrocha), Georgina Bardach, Cecilia Biagioli, Agustina De Giovanni, José Meolans, Joaquín Belza, Gastón Rodríguez (natación), las Leonas y el seleccionado masculino (hockey), Jennifer Dahlgren (lanzamiento de martillo), Santiago Fernández (remo), Mariano Reutemann (yachting), María Fernanda Lauro (canotaje), Alejandra Carbone (esgrima), Lucas Legnani (bowling), Gumersindo Carrasco (boxeo), Miguel Albarracin, Orlando Baccino, Lorena Briceño y Daniel Krukower (judo) y Song Liu (tenis de mesa). Más potencial que realidad. Transformar promesas en campeones es un trabajo arduo, que requiere de mucha inversión, de infraestructuras adecuadas, de procesos de largo plazo. Y no de la permanente improvisación o, apenas, del esfuerzo de los propios atletas.

Y terminamos de ‘consagrar’ esa séptima plaza, ahora, en esta última edición de Guadalajara, como nuestra actual, real y verdadera posición continental: SÉPTIMOS. Tres ediciones consecutivas instalados en esa posición no dejan dudas. Es lo que somos. Las tres Américas estuvieron nuevamente bien representadas, numéricamente, con los 42 países miembros, todos inscriptos, aunque doce de ellos no ganaron nada de nada en ninguna de las 36 modalidades en que se compitió oficialmente (Antigua y Barbuda, Aruba, Belice, Bermudas, Granada, Haití, Honduras, Islas Vírgenes Americanas, Islas Vírgenes Británicas, Nicaragua, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas y Surinam), lo que marca un poco el nivel de nuestros adversarios, lo que impide que midamos la euforia cuando ganamos algo...

Si estadísticamente, y en realidad según lo confirman los últimos tres podios, somos séptimos continentalmente; si estamos al margen de la primera media docena de América, de una América que lleva sólo una década oxigenándose económicamente (a favor de las crisis y necesidades ajenas); y si a estos humildes vecinos no les ‘pasamos el trapo’ en los PAN, señores, mucho no podemos esperar para los Juegos Olímpicos de Londres del próximo año, ni en los siguientes de Rio de Janeiro. Bien sabemos que se cae fácil y rápido, pero que es muy demorado el proceso de recuperación para, otra vez, aparecer en la foto de los mejores de ‘este lado del mundo’.

En este Siglo, donde ya se disputaron tres Juegos Panamericanos y donde -insisto con esto para que quede claro- nos atornillamos a la poco envidiable séptima posición, nos superaron siempre -además de Estados Unidos, que ‘juega en otra Liga’-: Cuba, Canadá, Brasil y México. Y en el 2003 también Venezuela; y en el 2007 y ahora, en el 2011, Colombia. Listo, fuimos. Venezuela, hoy, es claramente el octavo país de este continente, pero ya se dio el gusto de superarnos dos veces (la otra fue, veintiocho años atrás, cuando organizaron los Panamericanos en Caracas). De a poco empezamos a parecernos al país de Chávez que en los Juegos de Buenos Aires, hace seis décadas, mientras Argentina cosechó 150 medallas, juntaron sólo dos, una de plata y otra de bronce… Históricamente, Venezuela fue menos de un tercio, en el medallero, si comparada con Argentina. En las tres competiciones de este Siglo, en cambio nos venció una vez por una medalla (Santo Domingo), le ganamos otra por un solo Oro (Rio de Janeiro) y otra más por tres preseas en el total del medallero (Guadalajara). Bueno, no necesitamos ir a los PAN para ver que ellos escalan y nosotros desbarrancamos, ahora mismo, en las Eliminatorias para el próximo Mundial, después de 18 derrotas seguidas, nos vencieron con ‘toque’ en fútbol, a la selección de Sabella…

Colombia, a su vez, en aquellos primeros Juegos Panamericanos de 1951, obtuvo una única medalla contra las ya relatadas 150 de Argentina. Fue Oro. Un Oro versus nuestros 68 Oros… En la tercera y cuarta edición, inclusive, ni siquiera participó. Colombia hasta 1971, inclusive, siempre estuvo atrás de Venezuela y al igual que ‘la República Bolivariana’, también era menos de un tercio de la Argentina en la estadística de los PAN. Sin embargo, nos pisó los talones en el 2003 y nos pasó en los dos últimos Juegos. En Rio nos derrotó por tres Oros y en Guadalajara por los mismos tres Oros y -también- por nueve medallas en el total. Los vecinos crecen, nosotros encojemos. Los demás avanzan como escurridizas liebres, nosotros retrocedemos como cangrejos… Tampoco podemos decir que nos alcanzan o pasan sólo porque ellos mejoran, como intentando justificar nuestro lugar actual, esgrimiendo que nosotros no retrocedemos, y con eso pretendiendo caer en el facilismo de que ‘más no podemos’, convenciéndonos de que estamos ‘en el techo’ y de que mantenemos el mismo nivel local de siempre (dando a entender que ese ‘nivel local’ es razonablemente bueno). No. No estamos simplemente estacionados. Nosotros ‘cangrejeamos’. Vamos hacia atrás.

En una próxima entrega mostraré este retroceso con números, estadísticas y comparaciones, para evitar que alguien dude de que nuestra salud deportiva actual no es la deseada... aunque el boletín ‘médico informativo’ que los medios divulgan tenga, siempre, un baño triunfalista y de optimismo exagerado.

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Cuesta Abajo

Yo arrastré en Guadalajara

La vergüenza de haber sido

Y el dolor de ya no ser…

Vi en judo, box y remo   

Cuantas veces embozada

Una lagrima asomada…

¡No la puedo contener!

Competí con los vecinos   

Tras el Oro que el destino

Se empeñó en deshacer…

Si fui flojo, si fui ciego,

Solo quiero que comprendan

El dolor que representa

Este mal retroceder.

Eran, para mí la vida entera,

Estos PAN de primavera,

Mi esperanza y mi pasión…

Sabía, que en el podio no cabía

Toda la humilde alegría

De mi pobre corazón…

Ahora, cuesta abajo en la rodada

Las medallas pasadas

Yo no las puedo igualar.

Sueño, con el pasado que añoro,

El tiempo viejo que lloro

Y que nunca volverá…

Por falta de estrellas

Yo bebí incansablemente

En mi copa de dolor…

Pero nadie comprendía,

Que si yo todo lo daba

En cada Juego dejaba

Pedazos de mi nación…

Ahora, triste en la pendiente,

Solo, séptimo y vencido,

Yo me quiero confesar…

Si aquel pasado nos mentía

Ese podio que ofrecía,

Por aquellos Oros brujos

¡Yo habría dado siempre más!

NOTA: en negrita las palabras adaptadas.

(*) Director Asociado Diario Perfil/primera época; creador de SoloFútbol. Autor de ‘Historia dos Jogos Olímpicos’, trilogía de 1.200 páginas, subtitulada ‘Citius, Altius, Fortius’, editada en 2004 en lengua portuguesa.

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