jueves 18 de abril del 2024

"A mi hijo lo mataron"

Tres meses después, la madre de Guido Falaschi, el piloto de TC fallecido, dice que no hubo accidente. La ACTC le ofreció dinero “sin motivo”.

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“A mi hijo lo mataron”, asevera Graciela Santilli de Falaschi, la mamá de Guido, el piloto de TC que falleció a los 22 años el 13 de noviembre al despistar su auto en el epílogo de la carrera realizada en Balcarce. El escenario que rodea la entrevista, una casa enorme y silenciosa, grafica perfectamente el vacío que Graciela dice sentir. Ella es menudita. Y sus lágrimas brotan con la fuerza de un río. Sin embargo, de sus palabras y de su mirada sale una fiereza que sólo busca la verdad.

“No quiero dinero ni destruir a nadie”, repetirá a lo largo de la charla. Se trata de la historia de una madre que busca conocer el motivo por el que murió su hijo. Ni más ni menos. Con la voz entrecortada y un cigarrillo en su mano derecha, que nunca encenderá, comienza a contar: “Esto no fue un accidente, se pudo evitar. Cuando comencé a mirar videos e imágenes de lo que pasó, entendí que a mi hijo lo mataron. O al menos, no hicieron lo suficiente para salvarlo. No se cumplió ninguna medida de seguridad”.

—¿Qué la hace llegar a esa conclusión?

—Se supone que gente especializada verifica previamente que el circuito esté apto para realizar una carrera. Sin embargo, en Balcarce los neumáticos que debieron contener el impacto de mi hijo estaban desatados. Volaron por el aire. Las mallas que tapaban esas gomas, según las pericias, se desarmaban al solo tacto, por ejemplo.

—Usted también tiene reclamos por el rescate.

—Es que para mí, a mi hijo lo rescató un señor, no un médico. El señor Rodolfo Balinotti, responsable médico de la ACTC, tiene puestos los guantes de piloto al momento de rescatar a Guido. Eso quita sensibilidad en las manos. ¿Cómo hizo para, al menos, tocarlo y constatar que tenía pulso? Cuando lo sacaron del coche, Guido sangraba por la nariz. La boca era su única vía de respiración. Sin embargo, Balinotti le tapó la boca con una toalla o un algodón. Luego lo subieron a una camilla que no era la adecuada. En la ambulancia, que figura ser de una empresa inexistente llamada SAM, Balinotti se sentó adelante y no acompañó a Guido en el viaje al hospital. Balinotti no actuó como un médico.

El día de la tragedia, el responsable médico de la Asociación Corredores Turismo Carretera (ACTC) prefirió culpar a la suerte. “Son rachas... Soy un convencido de que estos accidentes son producto de la mala fortuna”, dijo la tarde de la muerte de Guido. Tampoco pudo darle la lamentable noticia a Graciela. “Me enteré de la muerte de Guido en el hospital, por un mecánico del equipo en el que corría”, relata ella. Los desatinos iban a continuar. “Tres días después de la muerte, el presidente de la categoría, Oscar Aventin, salió a decir que no había fallado nada. ¿Es que tenían que morir todos los pilotos para que fallara algo?” La respuesta es el silencio que habita esta casa blanca y enorme de San Isidro. “El lunes 14 enterramos a Guido en Las Parejas, donde también residimos. Con mi esposo, volvimos el martes a Buenos Aires. Recuerdo que esa primera noche en esta casa dormimos en la cama de Guido. Y el miércoles se presentó en mi casa Diego Aventin (hijo del presidente de la ACTC y actual piloto de TC) interesado en comprarnos los simuladores y los elementos de mi hijo, cuando hacía 48 horas que lo habíamos enterrado. Después de eso, mi marido decidió irse a Las Parejas. No tiene fuerzas para volver.”

Continúa Graciela con su relato, que es casi un monólogo del dolor. “El jueves siguiente a la muerte de Guido fuimos al cementerio y percibimos un olor espantoso. Consultamos y el sepulturero nos dijo que al cajón le faltaban tornillos, por eso el aroma. No notamos la calidad del cajón en el que la ACTC lo había metido... Son actitudes de menosprecio a la vida, por eso salimos a desautorizarlos cuando al cumplirse un mes de la muerte de Guido organizaron una misa. Sus actuaciones no habían sido de católicos”, razona.

Otro hecho sugestivo en esta historia fue el e-mail que la familia recibió a una semana de la muerte de Guido. Aparece enviado desde una cuenta de la ACTC y es firmado por Miriam Polanco, el mismo nombre de una secretaria de la entidad. “En ese correo me ofrecen dinero, sin aclarar en concepto de qué. Le respondimos que por plata no nos molesten más, que sólo queremos saber qué sucedió”, asegura la señora. Es la única comunicación que tuvo de la ACTC. Nunca la llamaron.

Promesas al cielo. “Tengo una fuerza interior que me hace estar segura de que voy a llegar a la verdad. Guido era el motor de nuestra vida. Lo único que no me van a poder sacar son los 22 años que viví junto a él. Fueron pocos, pero felices”, sostiene entre sollozos. “Ya no tengo nada. Y nunca más podré tener hijos, nietos. Sólo tengo soledad, tristeza y preguntas. Le prometí a mi hijo que cuando tuviera las respuestas que expliquen lo que le sucedió, voy a subir al cielo y se lo voy a contar. Sólo le pedí que me esperara. Saber la verdad es el único sentido que tengo para seguir viviendo.”

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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