jueves 28 de marzo del 2024

El largo camino de vuelta del guerrero

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Ya pasaron diez días de aquel fatídico remate al arco y, recién ahora, Nicolás Colazo está experimentando la parte más dolorosa de haberse fracturado la tibia y el peroné de la pierna izquierda. Algunos podrán pensar que el momento más doloroso, es el de la lesión y como argumento, también, podrían utilizar las declaraciones del propio Colazo que, al ser consultado días después, declaró: “No sentí el ruido, sólo un dolor impresionante”. Pero hay un detalle faltante, Nicolás todavía no vivenció las condicionantes de la rehabilitación.

En las lesiones hay un primer dolor que es intenso pero muy corto, de esos que son bien expresivos y altamente impactantes; y recién un tiempo después, viene el segundo dolor, un dolor más lento, silencioso, y que poco a poco va horadando al individuo desde adentro. Y acá aparece el punto que está sujeto a discusión: ¿lo más doloroso para un deportista es la lesión o la invalidez posterior que esta acarrea?

Justo en el mismo fin de semana que se lesionó Colazo, a más de 10.000 km de distancia, otro futbolista del riñón xeneize sufrió la misma lesión y en la misma pierna, pero en circunstancias completamente diferentes. Ever Banega no se lesionó en una acción de juego, se fracturó en una estación de servicio de la ciudad de Valencia (España), cuando al intentar detener la marcha descendente de su vehículo, una rueda le aplastó la pierna.

Similitudes. Lo que trascendió en los medios, al fin de cuentas, fue que Colazo y Banega se fracturaron la tibia y el peroné de la pierna izquierda con unas horas de diferencia, y que pasaron por el quirófano, también, con unas horas de diferencia. Pero estas similitudes en lesión y en tratamiento, no garantizan que Colazo y Banega vuelvan a jugar en el mismo tiempo. Es probable que al primero, que sufrió una fractura simple por colisión durante la práctica deportiva, la vuelta le sea más sencilla; y al segundo, que padeció un estallido del hueso por aprisionamiento, con fragmentos libres y lesiones en partes blandas, la recuperación le demande un poco más de tiempo. Pero como en medicina 2 + 2 no es 4, habrá que esperar a ver cómo evoluciona cada uno y como lleva adelante su respectiva rehabilitación, para corroborar si lo que dicen los papeles se ve en el campo de juego.

Ahora, que ya ha pasado más de una semana de aquellos eventos, Colazo y Banega, como dije anteriormente, están comenzando la parte más dolorosa de este proceso. ¿Quién se interesó hoy por conocer sobre el presente de Colazo o de Banega? ¿Quién leyó, en estos días, alguna noticia sobre  ellos? Probablemente, la gran mayoría  le habrá perdido el rastro a la noticia y tampoco le preocupe saber si a Colazo ya le sacaron los puntos o si a Banega le suturaron la herida. Se sabe que ambos fueron operados (Colazo por los doctores Batista y Godoy, Banega por el doctor Gastaldi), que recibieron el alta para retornar a sus casas y que ahora deberán comenzar la rehabilitación. Su actualidad recién volverá a ser noticia, para la prensa y para el público (si no ocurre algún imprevisto) cuando vuelvan a patear la pelota y se los pueda ver compartiendo el campo de juego con sus compañeros.

¿Y ahora? Y entonces, ¿qué está pasando ahora con Colazo y Banega? Ellos tendrán que olvidarse, por un tiempo, de los flashes y de los llamados telefónicos, de los viajes coperos y de las concentraciones de fin de semana, de las felicitaciones engañosas que sólo servían como preludio para los mangazos, y de un montón de otras cuestiones personales que sólo Colazo y Banega podrán dimensionar en su justa medida y darles el verdadero valor que ellas tienen. Ellos ni siquiera tendrán la posibilidad de ir a los entrenamientos, como lo hacían habitualmente antes de la fractura.  Los de ahora serán entrenamientos monótonos, donde la mayor parte del tiempo habrán de pasarla en el consultorio médico. Empezarán una rutina tediosa de tratamiento que incluirá: diferentes métodos kinésicos, apoyo monopodal (un pie) o bipodal (dos pies) con descarga, fortalecimiento y elongación de la musculatura afectada, y otros sinnúmero de abordajes médicos que no vienen al caso. Recién después de un par de meses, cuando la motricidad normal ya esté recuperada, empezarán a trabajar en la parte físico-técnica buscando conseguir esas capacidades especiales que le permitan volver al alto rendimiento.

Como verán, durante todo este tiempo, pocos conocerán la cantidad de horas invertidas por Colazo y Banega para vencer al tiempo y conseguir que el martirio no se prolongue por 180 días, y que “apenas” sea de 170 o de 160 o, tal vez con mucho empeño, de 150. Hasta que de pronto un día, cuando ya pocos recuerden su corte de cara o de pelo, los vean volver a las canchas y gritar un gol, ese gol típico de la revancha, del abrazo con el cuerpo médico, de la dedicatoria con llanto para la familia que está en las tribunas. Ese gol que aglomera micrófonos en la puerta del vestuario: el gol que marca el retorno del guerrero.

(*) Médico, periodista y ex futbolista

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Libre Deportivo