viernes 29 de marzo del 2024

Narváez retuvo su corona de la OMB

Tras el tropiezo ante Donaire, el Huracán defendió por cuarta vez -en fallo unánime- la corona supermosca OMB ante el mexicano José Cabrera.

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No fue ni el telaraña ni el especulador genial. No fue el calculador ni el tiempista de sus noches más brillantes. Fue otro Omar Narváez… Con el prestigio recortado, tras el tropiezo del 22 de octubre último en Nueva York ante el filipino Nonito Donaire, el Huracán volvió a escena y retuvo, en fallo unánime, su faja supermosca OMB, ante el mexicano José Cabrera (dos tarjetas de 118-108 y otra de 120-106).  La cita fue en el estadio Aldo Cantoni de la ciudad de San Juan.

A los 36 años y con un record 36 victorias (19 nocauts), una derrota y dos empates, Narváez se ha convertido en un especialista en desenmascarar a todos aquellos, que como Cabrera –número 2 del ranking-, llegan a la Argentina con los mejores antecedentes y las pretensiones categóricas para terminar con su prolongado reinado de campeón. Sin embargo, cada vez que alguien se transforma en una amenaza, todo termina en exhibiciones notables de técnica. Y cuando esto no ocurre, su corazón, que parece imposible que entre en sus 52 kilos, saca a relucir toda su guapeza.

La cuarta defensa de la corona supermosca OMB  fue demasiada fácil. No cumplió con la tendencia interesante fundamentada en la astucia técnica y la jerarquía internacional de Narváez, que tuvo en la inexpresividad ofensiva del retador mexicano una oposición muy débil.

El chubutense comenzó marcando los tiempos, defendió con una gama de recursos envidiable y leyó rápido dónde estaba su negocio. No importó la mayor talla del retador.  Inmediatamente el argentino calentó el ambiente con un par de aciertos en ataque y podría decirse que Cabrera (20-3-2, 8 ko y 52,150 kilos) se redujo a su mínima expresión.

San Juan fue testigo de un Narváez temperamental, suelto y generoso. Veloz para tocar y salir, con piernas proponiendo distancia ideal y simplificando cada acción con el movimiento adecuado en el momento justo. Ante semejante cuadro nada pudo hacer el retador mexicano. Esa frustración se tradujo, en algún momento, en una cabeza amenazante que llegó a cortar el parpado derecho de Narváez  (sufrió el descuento de dos puntos) y en reiterado golpes ilícitos.

El argentino ratificó un añejo principio de este deporte: “la gran calidad de un boxeador viejo puede suplir las falencias y limites físicos que afloran en su veteranía”. Y ello ocurrió.  Ahora Omar Narváez vuelve a intercalarse con los mejores de su peso y ansía cuanto antes una nueva oportunidad en los escenarios donde alumbran los grandes focos del boxeo mundial y jugársela frente a los mejores (Hugo Cázares, campeón AMB; Tomás Rojas, CMB; y Cristian Mijares dela FIB).

Por lo pronto, anoche, en el histórico ring del Aldo Cantoni, lejos de su Patagonia protectora, donde forcejeó con todo aquello que el Madison Square Garden le "embargó" en la pelea frente al filipino Nonito Donaires -seguridad, eficacia y lucimiento-, comenzó a reencontrarse con el eco de sus éxitos en un combate de poca monta.

(*) Especial para 442