martes 23 de abril del 2024

Boedo es Vietnam

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“Eramos una familia. ¿Cómo se rompió? ¿Qué nos separó? ¿Qué hizo que nos enfrentemos uno contra el otro? ¿Cómo perdimos todo lo bueno que nos fue dado? ¿Cómo nos descuidamos tanto? ¿Cómo lo dejamos escapar?” Jim Caviezel como el soldado Witt en ‘La delgada línea roja’ (1998), dirigida por Terrence Malick.

El cuchillo se clavó en el medio del escritorio, justo en la cartelera de cine del diario donde yo buscaba una buena película para ir a ver a la hora en la que jugaba Racing. Apareció de la nada, veloz como un rayo. Ni siquiera vi la mano que lo empuñó. Todavía vibraba, sobre un aviso de Titanic 3-D. Filo de bisturí, punta de flecha, hoja de acero, una sierra dentada, 45 centímetros de largo y vaina de cuero. ¿Quién podía ir por la vida con semejante arma? El, obvio. ¡La continuación de la Reaganomics por otros métodos!

—My name is Rambo. John Rambo.

Un banco de densa niebla invadió mi box. Apenas podía reconocerlo, recortado entre la luz lechosa de los tubos. Un efecto muy perturbador.

—No se preocupe. Es Caruso que me espera afuera, medio escondido. Tenemos una alianza secreta. Le ruego discreción. Le prometí llevarlo a Hollywood y está fascinado. Es un gran técnico, pero sobre todo un showman.

Allí estaba, Sylvester Stallone en persona, a punto de cumplir los 66, con un estado físico notable, rigurosa melena, camisa rasgada, borceguíes, heridas suturadas con cordones de zapatos y una vincha azulgrana con el escudo de San Lorenzo.

—Sí, Asch. Vine a rescatar a El Ciclón y necesito su ayuda. Sé todo lo que sucede por el Bambino. Nos hicimos amigos hace muchos años en Las Vegas, en un congreso de Humanidades. El que me hizo hincha fue James Cheek, ¿lo recuerda? ¡El embajador al que de verdad se le perdió la tortuga! Un patriota. Y ya con Viggo, me hice fanático. El tono de Veira me preocupó. “Essto essss Vietnamm Sylvessssterrrr...!, me confesó. Soy un veterano. Estuve allí. Debo ayudarlos.

—¿Y qué piensa hacer? ¿Otra película? ¿Armar a la defensa con antiaéreas? Ay, Stallone… ¡Si usted tiene menos fútbol que Beatriz Sarlo!

—¡Oiga, que yo jugué con Pelé, Ardiles, Deyna y Bobby Moore en Escape a la victoria! ¿O no la vio?

—Sí, claro, en 1981. Espantosa película. Lo mandaron al arco porque ni siquiera podía patear la pelota y si atajó ese penal fue porque lo marcaba el guión. Oiga, ya que estamos: ¿no se le ocurre nada para ayudar a Racing?

(Piensa. Suspira. Dice que no con la cabeza.)

—Mire, lo mío es la acción y el tema de Racing es otro. Debería hablar con místicos. Gente que filma exorcismos, actividad paranormal, cosas así.

—Tiene razón. A ver. ¿Cuál es su plan para San Lorenzo?

—Antes que nada, me enfrentaré con Sandokán. ¡Es inadmisible que las Special Forces de un club como San Lorenzo estén lideradas por un personaje que, con todo respeto por Salgari, es del siglo XIX y todavía debe andar con una cimitarra! Sé que el otro día apretó a la comisión directiva. A Abdo le exigió elecciones anticipadas y al vice Aldrey le pidió que renuncie, por unos problemitas que tuvo con el contrato del Malevo Ferreyra, Dios lo tenga en la gloria. ¡Y todo a la luz de las velas! ¿A usted le parece? Estamos en el siglo XXI, Asch…

—Acá son barrabravas, no Special Forces, Stallone. Lo insólito es que se crea moderno por haber estado en Vietnam. ¡Eso pasó hace cuarenta años, cuando Jane Fonda era un minón y usted hacía filmes porno! Admítalo: usted también está out.

—No se equivoque. A mí me mantiene vigente el cable. ¡Estoy harto del bla bla! ¿Carrefour es americano? No. Entonces invado, construimos otro Gasómetro y chau. Después, que se arregle Obama enla ONU. Es nuestro estilo: primero la acción; después, se ve. ¡Ay, cómo extraño a los Bush!

—¿Y Abdo? No piensa irse sin asegurarse sus 33 en mano.

—Ah, el truco; ese juego tan argentino…  Viggo intentó enseñarme pero fue inútil. Prefiero el póquer.

—¿Qué truco? ¡Abdo quiere los 33 millones que puso de su bolsillo!

—Asch, ¡soy un soldado del mundo libre que lucha contra el comunismo! No me venga con politiquería barata.

—Oh, perdón. ¿Entonces? ¿Apoya a Abdo? ¿O quiere nuevas elecciones?

—¡Nada de eso! Lo que quiero es un golpe patriótico. Afuera todos y que asuman Viggo Mortensen y Marcelo Tinelli. Pinky podría ser vice segunda. ¿Qué le parece?

—Muy… original. ¿Y en el equipo no pensó? Mire que si no ganan…

—Tranqui: Caruso es Patton, Asch. ¿Le parece que le traiga a este chico Cristiano Ronaldo? Lo amo desde que supe que se llama así en honor al gran Ronald Reagan.

—Le va a salir medio caro, Stallone. Hable con el gordo Ronaldo mejor, que así como está hasta le juega diez minutos y la emboca. Ah: rece para que no sumen muchos puntos los recién ascendidos…

—Hace años que no rezo, Asch. Prefiero otros métodos. ¿O no vio mis películas?

—Sí, claro, Rocky, pero sólo hasta la tercera. A propósito: ¿no le aflojó ni un dólar a Chuck Wepner por haberse inspirado en su pelea con Alí para escribir el primer guión?

Stallone arrancó su cuchillo y me miró con desprecio. La niebla comenzó a disiparse, por lo que intuí que Caruso, aburrido, enfilaba hacia la salida.

—Veo que usted no puede ayudarme, Asch. No importa. Igual triunfaré, como en todas mis películas. ¡Seguiremos en Primera, puede estar seguro!

—Ojalá. Nada me gustaría más. Pero ojo, Stallone. No se confíe, que en Vietnam, antes de sus películas, el que de verdad descendió fue el más grande, eh… Como River.

—¡Callate gil, que esto es fútbol y vos de chico jugabas con muñecas! –me gritó alguien desde la niebla.

Fue lo último que escuché. Ya en silencio, sin más humareda, con la cartelera de cine destrozada y resignado a mi suerte, se me ocurrió pensar que, de todos modos, ver lo que quedaba de Racing –con o sin muletas arrojadas desde la tribuna– tampoco era el peor programa del mundo para un sábado a la noche.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil