martes 23 de abril del 2024

El genio de Messi minimizó el clásico

El capitán de la Selección Argentina decidió por su cuenta y orden el destino del amistoso contra Brasil. Así, cerró su temporada más prolífica.

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En un mundo que cada día vive más acelerado, para Messi todo transcurre en cámara lenta. Tiene otra percepción, sus sentidos son diferentes a los del resto de los mortales. Es por eso que todo para él resulta tan fácil: dar pases donde nadie cree que puede hacerlo, eludir defensas como si estuviesen petrificados, hacer goles que desafían a la física, fabricar jugadas como si en realidad estuviese pintando un cuadro. En cada partido que juega se espera algo nuevo. Y él lo da. Sin pedir nada a cambio. Nunca defrauda. Para qué cambiarle el carácter callado e introvertido que tiene, como dijo Maradona, si Messi no necesita gritar ni levantar la voz ni tener cara de enojado para demostrar que puede ser líder. Su liderazgo nace de sus goles, sus jugadas, sus gambetas, sus amagues, sus asistencias. Es voraz para competir, un diablo con cara de ángel vestido de celeste y blanco (o de blaugrana, según el caso) que no tiene contemplaciones con quien se le plante adelante. Ayer fue Brasil, en un amistoso, en el último partido de la temporada antes de sus vacaciones. Tres goles. Como si fuese algo normal.

Estratosférico. Messi hace de lo extraordinario algo ordinario. Acostumbra mal a quienes lo ven. Agota las descripciones, los elogios. Es una leyenda con 24 años. Igualó a otros mitos como Maradona, Jordan o Federer, de los que ya nadie sabía –y sabe, en el caso del suizo– qué más decir cuando tenían –y tienen– una actuación extraplanetaria.

El partido estuvo planteado como el duelo entre Messi y Neymar. El mejor jugador del mundo contra la estrella brasileña del momento, que aspira a ocupar el trono. En los primeros nueve minutos, fue el del Santos el que robó protagonismo, por el centro, por derecha y por izquierda. Volvió locos a los medios argentinos, Gago y Mascherano. En ese tiempo no hubo noticias de Messi, que cerca del minuto diez tocó la primera pelota del partido. No fue parámetro para lo que vendría.

El contexto parece ayudarlo. Sabella está encontrando el camino para llegar a la estructura que pueda sostener y acompañar a Messi. Ya no se siente solo la Pulga: con tres adelante o cuatro en el medio, ahora sus compañeros le quitan presión. Están Di María, Gago, Higuain y Agüero; también Mascherano y Sosa. El promedio de edad entre esos nombres es 25 años, uno más de los que tiene Leo. Tanta cercanía generacional no es casualidad.

Ayer, sus compañeros de Selección se volvieron cholulos. Sí, jugadores que juegan en la élite del fútbol mundial: Agüero, Mascherano, Gago y Lavezzi se sacaron fotos con Leo y las subieron a Twitter. Como si fueran hinchas que sueñan sacarse la foto con su ídolo y cuando lo hacen van corriendo a mostrársela a sus madres. No saben que ya son inmortales, porque cuando se hable de Messi, sus nombres aparecerán.

Sus goles, además, resultan determinantes. El primero fue para empatar, el segundo –calcado al de Caniggia a Brasil en el Mundial ’90– sirvió para adelantarse en el marcador y el tercero, para ganar.

la tarde de Nueva Jersey, 82 mil personas vieron cómo Messi se merendaba a Brasil, y a Neymar.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil