El nombre es la primera marca de identidad: Tamim bin Hamad Al Thani es ostentoso desde su propia génesis. El jeque qatarí es algo así como el Tío Rico: muchos caen al pozo mientras él nada en dinero. El mundo –su mundo– se mueve con y por billetes. El tipo es dueño de Harrod’s, de Al Jazeera, de una parte de Walt Disney Pictures, de los derechos del rugby y el básquet de Francia, de una parte de los supermercados Sainsbury’s y de un porcentaje de Volkswagen. Desde hace poco más de una temporada, Al Thani sentó bases en Francia: compró el 70 por ciento del club Paris Saint-Germain, dando el puntapié inicial para armar negocios en Europa.
En plena crisis europea y con Francia como una de las víctimas de esta nueva grieta del sistema capitalista, la billetera de Tamim parece tener colitis. Hasta aquí, gastó 205.100.000 euros para construir su equipo.
El dinero no es todo: el PSG terminó segundo en Le Championnat, detrás del Montpellier, un campeón con un presupuesto sensiblemente menor. Además, no pudo superar la etapa de grupos en la Europa League. La necesidad, entonces, se volvió histeria. Capricho. El jeque siguió –sigue– gastando. Para el próximo torneo compró al sueco Zlatan Ibrahimovic, al argentino Ezequiel Lavezzi y al brasileño Thiago Silva, entre otros. Quiere ganar la que sería la primera Liga francesa para el club desde 1994, y hacer una buena campaña en la próxima Champions League.
Omnipotente. Al Thani tiene los vicios de quien concentra poder. Suma cargos: es heredero de la corona de su país y jefe del Comité Olímpico de Qatar, y lleva nueve años como miembro del Comité Olímpico Internacional. Usa bigote. Algún día habrá que hablar sobre la impunidad del bigote. Sobre el valor simbólico. No será hoy.
El jeque tiene 32 años, dos mujeres, cuatro hijos. Egresó de la Real Academia Militar de Sandhurst, una escuela donde se forman los chicos de diferentes monarquías. Los príncipes Harry y William, hijos de Lady Di, también aprendieron ahí todo lo que un buen oficial debe hacer.
Como asiento para la reproducción de su fortuna y su poder político decidió que, además de sus otras inversiones, oh, casualidad, el fútbol era un buen espacio. Pagó 50 millones de euros por su parte en el PSG, uno de los clubes grandes de Francia, que lleva ese nombre desde 1970, cuando se refundó. Antes era el Stade Saint-Germain.
Nicolás Sarkozy, presidente en ese entonces, aprobó su aventura. Tamim puso plata en negocios inmobiliarios, en embellecer mínimamente los suburbios parisinos, y se volcó al deporte.
“Este club estará en lo más alto dentro de tres años”, prometió Nasser Al-Khelaïfi, un ex tenista profesional y amigo del jeque, ahora presidente del PSG. Entre las contrataciones figuró la del brasileño Leonardo, que dejó su cargo como entrenador del Inter para asumir como director deportivo, y la del técnico italiano Carlo Ancelotti, que cobra seis millones de euros al año. Al Thani despidió al DT anterior, Antoine Kombouaré, cuando el equipo estaba puntero.
Críticas. “Las cifras que se manejan son astronómicas, irracionales, y dan una imagen de lo más deplorable del fútbol de hoy, la falta de regulación y los déficits que se acumulan”. La frase de Valérie Fourneyron, la ministra de Deportes francesa, es una muestra del antagonismo de clases explícito: el descaro y la indiferencia de los que más tienen.
Y eso que Fourneyron no opinó sobre la familia del Al Thani, que depositó 170 millones de euros para que por cinco años Qatar Foundation apareciera como sponsor en la camiseta del Barcelona, que hasta hace un tiempo no permitía la publicidad.
Cuando ganó las elecciones presidenciales en mayo, el socialista François Hollande prometió fijar un impuesto a los ricos, que deberán tributar un 75 por ciento ante los ingresos de más de un millón de euros anuales. La medida no le debe causar gracia al jeque.
En el diario español La Vanguardia, Jérome Cahuzac, ministro de Presupuestos, se refirió a los montos de los contratos de Ibrahimovic y compañía como “cifras indecentes”. “No corresponde. En el mundo entero, todos deben hacer esfuerzos y sufren las consecuencias terribles de una crisis”, dijo. La ministra de Deportes anterior, Roselyne Bachelot, también repudió el manejo de Al Thani: “Me indigna y da asco. Son salarios absolutamente increíbles, mientras que en nuestros pequeños clubes de fútbol luchan como perros por mantenerse vivos”.
Ahora. “No queremos comprar 13 Messis, porque así no se construye el grupo”. Leonardo dice una cosa, pero el club hace otra. Claro: no hay 13 Messis. Y algunas figuras le dijeron que no: David Beckham, Alexandre Pato, Kaká y Carlos Tevez integran esa lista.
El plan es instalar el nombre PSG entre los mejores del continente. En este momento, de hecho, disputa un torneo en Estados Unidos con el Chelsea, el Real Madrid, el Milan y el Liverpool, entre otros.
El modelo del Chelsea fue inspirador para Al Thani. El magnate ruso Roman Abramovich soltó la chequera para elevar a los Blues –recientes campeones de la Champions League– a los primeros lugares. Le resultó.
El éxito del PSG no es lo único que importa. El rey de los petrodólares también mira hacia los Juegos Olímpicos. Quiere que su país sea sede en 2024. Quién sabe si para ese entonces el PSG ya se habrá ganado un lugar en el Olimpo del fútbol mundial. Dinero sobra.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil