jueves 28 de marzo del 2024

¿Y si River se quedaba en La Boca?

Cómo sería el mapa del fútbol si cada club se hubiese instalado donde tuvo su primera cancha. Los clásicos que se cambiarían. El efecto de la Vuelta a Boedo. Galería de fotosGalería de fotos

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Osvaldo Soriano escribió alguna vez una historia tan inverosímil como emotiva: cuenta el Gordo que una tarde llevó al Carrefour de avenida La Plata al ídolo de su infancia, José Sanfilippo, y que el viejo delantero entre góndolas y changuitos cargados le describió un gol que le había hecho a Roma en un clásico contra Boca.

La descripción es dramática: Sanfilippo le explica a Soriano que recibió la pelota donde ahora hay una pila de frascos de mayonesa, la quiso dominar pero se le fue larga, hasta ese estante lleno de paquetes de arroz, pero al final pudo definir por encima del arquero, justo donde está la línea de cajas. Ahora, en plena época de restitución histórica, cuando el retorno de San Lorenzo al predio donde estaba el Viejo Gasómetro es factible, no sería un disparate imaginar que tal vez algún día Fabián Casas escriba que la gran promesa del club, ese pibe que la rompe desde la novena, hizo su primer gol en el arco que está ubicado donde antes había una góndola llena de bolsas con alimento para mascotas.

No es casualidad que la posibilidad concreta del retorno de San Lorenzo a Boedo genere tanto ruido. Acá no se trata de entusiasmo por un estadio nuevo o de exitación ante una mudanza más. Es algo más auténtico, genuino: volver al lugar de origen. Porque aunque el nombre propio insista con que es de Almagro, la realidad indica que San Lorenzo es de Boedo.

Y es la vuelta a la patria de la infancia lo que enciende pasiones, provoca y moviliza. Por eso el 8 de marzo pasado miles de hinchas se reunieron en la puerta de la Legislatura, y por eso también prometen juntar 200 mil este 22 de noviembre, cuando se vote la Ley de Restitución Histórica que le devolvería los terrenos de avenida La Plata. El tema es volver, ni con la frente marchita ni mucho menos vencido a la casita de mis viejos.

Pasado perfecto. La posible vuelta de San Lorenzo a Boedo impulsa un ejercicio de imaginación que se podría sintetizar con el siguiente interrogante: ¿qué pasaría si todos los clubes de fútbol volvieran a su lugar de origen? O en realidad, ¿qué hubiera pasado si nunca se hubieran movido de donde tuvieron sus primeras canchas? Ocurre que cuando la mayoría de las instituciones fueron fundadas, a principio del siglo pasado, se instalaron en descampados, terrenos prestados o predios con alquileres bajos. Esos años iniciales de la prehistoria del fútbol se podrían definir como la era nómada.

Lo curioso es que si cada cancha se mantuviera en su lugar de origen, si todo volviera como fue al principio, el mapa sería muy distinto. Un viaje en un DeLorean que mezclara las épocas mostraría que Boca y River estarían separados por tres cuadras de distancia, que Avellaneda sería de un solo grande y que hasta habría una cancha de un equipo de la Primera B Metro en pleno Puerto Madero. Además, muchas rivalidades que se originaron por la cercanía no hubieran existido, pero habría otras que hoy resultarían inexplicables. En fin, el juego de traer al presente el atlas futbolístico de hace cien años es, por lo menos, sorprendente.

Enemigos íntimos. La Boca sería la capital mundial del fútbol. Y no es para menos: a sólo ocho cuadras de la actual Bombonera estarían los estadios de Boca y de River. Juntitos, a tres cuadras de distancia. En esos trescientos metros se concentrarían las pasiones del setenta por ciento de los hinchas de todo el país.

Hasta el barrio sería distinto: el azul y amarillo distintivo estaría mezclado con los colores de River. Los turistas tendrían un foco más de atracción y hasta Quinquela Martín hubiera incluido en sus cuadros banderas blancas y rojas. Y entre tanto conventillo se hablaría del único Millonario del barrio.

En La Paternal se discutiría por la pertenencia del Rojo. Porque habría dos equipos con los mismos colores. Unos dirán que sacaron a los mejores jugadores, los de enfrente, que son los reyes de copas. Es que Independiente, que nació en Capital, tuvo su primera cancha en un terreno frente a la de Argentinos Juniors, cruzando San Blas, detrás del arco sin tribuna. ¡Lo que hubieran sido los clásicos barriales con Bochini de un lado y Maradona del otro! ¡Con Batista y Marangoni frente a frente! El centro geográfico del juego vistoso, sin duda, tendría como límites las calles Boyacá, Camarones, Gavilán y Juan Agustín García.

Todo lindo con Independiente de La Paternal, pero además de complicar la rima de los cantitos provocaría una ausencia que hoy resulta inexplicable: Avellaneda sería de un solo grande. Esto significa que Racing hubiera crecido en soledad, sin un vecino que le sirviera de espejo y motivación, con muchos años de aislamiento. Además, hubiera sido absurdo que se definieran como los dueños de Avellaneda, porque no habría otro que compitiera por el título de propiedad barrial.

Por eso el clásico lo hubieran buscado entre los clubes más chicos y accesibles del Sur, o tal vez ni eso, y hoy La Academia sería como Vélez, un equipo sin rival tradicional a la vista. Recién después de un siglo iba a aparecer por el barrio un chico que creció de golpe y se presentaría con pretensión de clásico: Arsenal.

Otros que se sacarían chispas serían Atlanta y Chacarita. Es que en sus orígenes fueron vecinos íntimos: las dos canchas estaban apenas separadas por la calle Padilla. La cercanía se originó en 1922 y duró ocho años, pero la rivalidad sigue. Es que en 1930 Chacarita no pudo seguir pagando el alquiler del terreno, Atlanta juntó unos pesos, lo compró y se quedó con la cancha. El Funebrero se mudó entonces a San Martín, pero le quedó el nombre que lo identifica con su viejo barrio y un clásico que suele terminar de manera violenta. Y eso que ya no comparten la misma cuadra.

Otra curiosidad que ofrece este juego del retorno a los orígenes es que Defensores de Belgrano perdería a  Excursionistas como su clásico rival. Es que en 1908, cuando el Defe ya tenía dos años de vida y era el único equipo de Núñez, Colegiales se instaló al lado. El club se llamaba Sportivo del Norte y sobrevivió en Blandengues y Manzanares hasta 1924, cuando se mudó al barrio que le dio el nombre definitivo. Pero de haber seguido en Núñez, la cercanía lo hubiera convertido en el rival histórico de Defensores.

Los orígenes muchas veces están divorciados del presente. Pero son parte de la propia historia. Por eso la cruzada de San Lorenzo tiene que ver con la vuelta a Boedo. Ese lugar de Gauchos, Santos, Cuervos, Matadores y Carasucias.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.

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