viernes 29 de marzo del 2024

El cóctel de la AFA para fracasar

Improvisación, amiguismo, poco profesionalismo y cero autocrítica son los ingredientes que llevan a los seleccionados al abismo.

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Cuando el padre de Lionel Messi recibió el llamado del empleado administrativo de la AFA Omar Souto, soltó su pensamiento: “Por fin nos llamaron”. A esa altura, en España no podían creer que en el país de Maradona un jugador petiso, con aires de crack, con piernas de oro y un futuro inmenso resultara invisible a los ojos argentinos. Messi, el que da esperanzas, el que se impone a un fútbol mediocre y anclado al sijulismo pergeñado por Grondona, se puso la camiseta celeste y blanca de casualidad. De él, casi en exclusividad, depende el fútbol argentino. El mesías es la única deidad del país que sueña con salvadores, a falta de proyectos.

“Claudio Vivas me dio un video que alguien le dio a él, pero no pude ver el material. Estábamos por viajar al Mundial Sub 17 de Finlandia 2003 y ya teníamos el equipo armado. Vivas me comentó que el chico le había parecido un fenómeno”, le relata Hugo Tocalli a PERFIL. Luego de la derrota 2-3 ante España, el entonces entrenador de la selección juvenil argentina preguntó sobre ese tal Messi, que jugaba en las inferiores de Barcelona. Dice Tocalli que algunos del cuerpo técnico español se miraron y sonrieron cómplices, como si estuviesen a punto de develar un misterio. “Si traían a Messi, eran campeones lejos”, sentenció Cesc Fàbregas, goleador de aquel equipo y compañero de Leo en La Masía. Argentina terminó tercera, pero Tocalli volvió con la idea de que tenían entre manos la semilla del éxito.

“No sé quién me dio el video”, le dice a este medio Vivas. El ayudante de Marcelo Bielsa cuenta que la cinta con los goles de un Messi versión pulgarcito se la facilitó “un argentino llamado Jorge”. No recuerda más. Su memoria emotiva lo asocia con un emisario de José María Minguella, ex representante de futbolistas y ex directivo del Barcelona. Pero Minguella no conoce a ese Jorge. “Jamás hubiese hecho gestiones ni mandado a nadie para que Messi jugara para Argentina”, resume el empresario español. A Messi ya lo habían tentado para sumarse a la selección española.

El héroe del video resulta anónimo en una historia en la que el pibe con pies mágicos es la única estampita. Detrás, el póster de fracasos incluye a la Selección mayor, que no gana un título grande desde la Copa América 93. Además, bajos rendimientos evidenciados por las juveniles desde 2008 hasta la reciente eliminación en el Sudamericano Sub 20 disputado en Mendoza y San Juan desnudan una estructura de barro; el soporte de la generación del 86, con Carlos Bilardo y Humbertito Grondona a la cabeza, volvió a fracasar. Y nadie se hace cargo.

Siga, siga. “Me pasa por ser generoso.” Humbertito Grondona o el subdirector de selecciones nacionales o el hijo de Julio Grondona o el que llevó a un brujo cubano para que estuviera cerca del plantel eliminado en primera fase disfraza la autocrítica y se pondera. Dice que eligió mal al conductor y apela a sus supuestas capacidades tácticas; se quiere hacer cargo de dirigir personalmente. Mientras, Bilardo mira para otro lado y deja reducida a la nada su chapa de director de Selecciones nacionales. “No sé cuál es su función específica”, se queja en off un dirigente de un club de Primera vinculado con el fútbol amateur. Por sus tareas, Bilardo cobra entre 50 y 65 mil dólares mensuales, según las fuentes consultadas.

Marcelo Trobbiani es un eslabón de la cadena de mandos aceitada por el amiguismo y no por los méritos deportivos. En efecto, el DT de la Sub 20 jamás dirigió juveniles. Su aproximación tiene como único antecedente haber coordinado en 2005 las inferiores del Hércules de España.

Cuando la selección Sub 20 perdió 6 a 1 ante Alemania en la previa al Sudamericano, Bilardo se quejó: “No dejo hacer nada más a nadie”. La frase era un disparo a los responsables de organizar un partido contra una selección que, supuestamente, contaba con  algunos futbolistas mayores de 20 años. No hay renunciantes.

Julio Grondona habló ayer: “Yo ya estoy grande”. Asumió su edad, 81 años, para deslindar responsabilidades: “No puedo estar en todo, del Sub 20 se encarga Humbertito”. El hijo del hombre que hace 33 años es el presidente de AFA apuntalaría a Miguel Lemme como entrenador del Sub 17 que se jugará en marzo en Argentina, clasificatorio para el Mundial de Emiratos Arabes.

“Jamás vi a Trobbiani en un partido de inferiores. Esta gente te pide que les mandes a los mejores de la categoría y punto. Tocalli, en cambio, sabía quién era cada jugador”, compara un dirigente de un club de Primera. La falta de trabajo y conocimiento de los juveniles son los puntos clave que atacan los directivos del fútbol argentino. Sin embargo, nadie se queja en voz alta delante de Grondona. Bianchi ayer deslizó: “No quiero hablar del Sub 20 porque a veces, uno no puede decir lo que piensa”.

Al Maestro Tabárez le preguntaron por el exitoso porceso de reinvención del fútbol uruguayo. Proyectada desde las bases en 2006, la Selección mayor coronó el proceso con un cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica 2010 y la obtención de la Copa América 2011, disputada en Argentina.

Tabárez, que planificó un trazado para que todas las selecciones jueguen con el mismo esquema y que ve los partidos de las juveniles aunque no las dirige, sencillamente señaló: “No inventé nada: sólo observé el proyecto de Pekerman en la Argentina”. La carpeta del ahora entrenador de Colombia ya no se encuentra sobre los escritorios de la calle Viamonte. Su rastro se perdió detrás de la sombra de un nuevo mentor: Humbertito, ese amigo de los muchachos.

La Selección mayor, en tanto, es un mundo desconectado de sus bases. Un mundo que depende de un plan: Lionel Messi, el que llegó de casualidad.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil