miércoles 24 de abril del 2024

La más vergonzosa de la historia

Entregas de partidos hubo varias, pero ninguna tan grosera como la que el Rojo protagonizó en 1940 para salvar a Atlanta y condenar a Vélez. Qué pasó. Galería de fotosGalería de fotos

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Fue el arreglo más conocido y vergonzoso de toda la historia del fútbol argentino. Porque se consumó con un descaro y falta de escrúpulos que mereció la unánime condena de todos los que siempre han aspirado a que el fútbol tuviese una moral más digna de la que siempre ha tenido en nuestro país.

Se disputaba la última fecha del campeonato de 1940, en el que había dos descensos. Desde varias fechas antes, Chacarita Juniors ya estaba condenado a descender precisamente por haber intentado ganar un partido contra Newell’s Old Boys mediante el repudiable recurso del soborno. Comprobado el caso por una denuncia del arquero rosarino, Aldo Ramaciotti, recayó sobre el club de Villa Crespo una dura sanción que le hizo perder la categoría. Y para el segundo descenso había dos candidatos: Vélez Sarsfield y Atlanta. La situación del club de Villa Crespo era muy difícil, ya que Vélez lo aventajaba por un punto y bastaba con que Vélez le ganara en su cancha a San Lorenzo para que Atlanta descendiera.

Pero las cosas ocurrieron de muy diferente manera. Los espectadores que concurrieron al pequeño estadio de Atlanta comprobaron asombrados la facilidad con que los jugadores del equipo local dominaban el juego y marcaban goles. Al cumplirse los primeros 20 minutos, Atlanta ya ganaba por 4 a 0. Y al término del primer tiempo el score acusaba un asombroso y revelador ¡6 a 0!

La maniobra entreguista era tan patente, tan inocultable, que la hinchada de Independiente reprobó a sus jugadores que se prestaron a un hecho tan degradante para la institución de Avellaneda, cuyo presidente era Miguel A. Martinicorena, y por su condición de tal, no pudo ignorar lo que iba a ocurrir en la cancha. Por haberlo consentido debe cargar con la culpa de que una mancha tan indeleble desmerezca la historia de Independiente.

En el segundo tiempo de ese partido se trató de disimular lo indisimulable e Independiente convirtió cuatro goles, con lo que se redujo la magnitud del score, pero no la vergüenza que un hecho tan desembozado había producido.

En ese partido, Sastre y Erico no integraron el equipo de Independiente, seguramente porque no se avinieron a rubricar con su presencia una inmoralidad. Y por ello, no se explica cómo otros jugadores de fama internacional como De la Mata, Coletta y, sobre todo, Bello -por ser el arquero- aceptaron integrar el equipo en un cotejo que sólo podría acarrearles la vergüenza de una humillación imborrable.

Lo peor fue que el resultado ocasionó el descenso de Vélez Sarsfield, que fue derrotado en su cancha por San Lorenzo por 2 a 0 y perdió la categoría por única vez en el profesionalismo.

Si bien un hecho tan inocultable no necesitaba de ninguna investigación especial para su confirmación, tuvimos oportunidad de hablar con dos protagonistas de ese cotejo que nos ratificaron plenamente la certeza de ese acomodo.  Uno fue el arquero de Atlanta, Moscona; el otro, Celestino Martínez, el half izquierdo de Independiente con quien compartimos muchas tardes en la Mutual de Futbolistas de la avenida Córdoba.

La coronación de una de las mayores inmoralidades del fútbol argentino, fue la cesión que hizo Atlanta del jugador Batagliero como compensación de la "generosidad" con que Independiente accedió a auxiliar al club de Villa Crespo en la jornada final del campeonato de 1940.

Para que este episodio que degradó al fútbol y a dos instituciones se consumara de la manera más indigna, fue necesaria la connivencia de los dirigentes de ambos clubes, a quienes les cabía la condigna condenación. Pero además, corresponde una severísima crítica a los miembros del Tribunal de Penas, que ante un hecho tan evidente e inocultable, realizado sin el menor atisbo de ocultamiento, eludieron adoptar las sanciones que la conducta de los dirigentes y futbolistas de Independiente merecían. En la Asociación del Fútbol Argentino, las decisiones destinadas a sancionar a las instituciones más poderosas cuando incurrían en algún delito deportivo eran letra muerta.

El silencio cómplice adoptado por los miembros del Tribunal de Penas fue un hecho muy grave, ya que el aceptar como normal un episodio tan inmoral, representaba una clarísima evidencia de que el delito en el fútbol se castigaba según quienes lo consumaran. Si se trataba de algunos de los cinco grandes, se apelaba a subterfugios o indiferencias. No castigar episodios de esa naturaleza con el necesario rigor, representaba un peligroso antecedente, como se comprobaría con hechos posteriores, demostrativos de que la impunidad fomenta peligrosamente la multiplicación del delito.

(*): Esta nota fue publicada en el número 33 de la revista "Fútbol, Historia y Estadísticas" (Editorial Perfil, Buenos Aires, 8/7/2005)

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