viernes 19 de abril del 2024

De Mascherano al resto hay un abismo

Fabbri escribe sobre el motor de la selección argentina. "Su presencia es imprescindible para pensar a lo grande. Por suerte, es argentino", dice.

442

El llamado telefónico no lo debe haber sorprendido a Manuel Pellegrini, el técnico de River por aquellos años. Seguramente lo imaginaba porque ya lo había visto jugar y lo tenía en sus planes para llevarlo lentamente al plantel mayor. Quizá el tono exageradamente respetuoso de su interlocutor lo calmó un poco, pero no dejó de intrigarlo también. La apuesta de Marcelo Bielsa era novedosa y revolucionaria. Sus conocimientos y su impulso creativo lo habían llevado al rosarino a buscar en ese pibe santafesino el nuevo referente de la Selección. El cinco que quería, porque hacía todo lo que el necesitaba para ese puesto. Acertó Bielsa. Una vez más.

Se trataba de hacer debutar en la Selección Argentina a un futbolista que todavía no había jugado ni un minuto en la primera división de su club, River Plate. El 16 de julio de 2003, el juvenil Javier Mascherano debutó con la camiseta albiceleste ante la selección de Uruguay, en el Estadio Ciudad de La Plata, en un partido amistoso. Muchos lo conocían por su largo paso en los equipos exitosos de jóvenes promesas que habían armado José Pekerman y Hugo Tocalli, en los cuadros que representaban al país en torneos sub17 y sub19.

Claro que una cosa era jugar allí, rodeado de chicos como él. Otra, bien distinta, debería ser ocupar un puesto con otros consagrados. Mascherano fue titular esa noche fría en La Plata, con Lucho González por su derecha y la dupla D’Alessandro-Insúa como eje de creación y fútbol, con César Delgado y Diego Milito adelante. Las crónica dicen que lució aplomado, como si tuviera más edad que sus 19 años y que no se notó, en absoluto, su ausencia de historias en los partidos de primera división.

Aquel inicio que generó primero sorpresa, luego dudas y finalmente convencimiento de que la Argentina podía volver a tener un mediocampista central que mandara, relevara, ordenara sin gritar y manejara bien la pelota se fue haciendo realidad, en la medida en que Bielsa le daba minutos para sentirse cómodo. Al mes siguiente llegó el debut contra Nueva Chicago con la camiseta de River y se inició un camino que hoy parece interminable. Mascherano tiene 29 años frescos y su estampa asemeja a un grande en todos los sentidos.

Después de acompañar algunas frustraciones o de que su imagen llorosa inundara esas televisaciones de derrotas argentinas, supo mantenerse, salir a flote y construir una carrera que hoy lo hace irreemplazable. Claramente por encima de todos sus colegas, ese nivel de excelencia lo viene manteniendo hace rato, con los claroscuros propios de un ser humano. Ganador desde siempre, su intuición para jugar, su ubicación y su enorme despliegue, generoso como pocos, lo hizo irse rápido del país.

Campeón con Corinthians de Brasil, figura en Liverpool de Inglaterra, lo suyo en Barcelona fue un desafío colosal que supo resolver con talento, inteligencia y condiciones naturales agregadas a una capacidad de absorción de conocimientos que no pueden ponerse en duda. Fue Diego Maradona quien alguna vez dijo que la selección “son Mascherano y diez más”. Hoy, claro, la estrella mayor brilla en Lionel Messi y en sus fenomenales socios ofensivos. La Argentina podrá recibir uno o dos goles por ciertos problemas que todavía no puede resolver, pero adelante los monstruos se encargarán de establecer la justicia necesaria. Eso está claro.

Cuando Mascherano está ausente de la Selección Argentina, sufrimos una pérdida que no tiene equivalencias con quienes lo pueden sustituir. No parece ser Lucas Biglia su reemplazante natural, a pesar de sus buenas condiciones. Quizá se le parezca más Rodrigo Braña, pero si bien se destaca en la cobertura defensiva, a lo mejor está en la parte final de su carrera. Se pueden lanzar nombres al voleo (Somoza, Pelletieri, Erbes, Ponzio, Cerro, Prediger, Lértora, Diego González y así sumar varios apellidos adicionales), ninguno completa los casilleros que junta Mascherano.

Y en realidad no vale compararlos, porque la ventaja que saca el hombre del Barcelona es indescontable. Juan Mercier tiene 33 años, es posible que haya perdido demasiado tiempo en el ascenso argentino antes de dar el paso a primera división. Llegó con 27 cumplidos a Argentinos Juniors y muy pronto se convirtió en referente fundamental. Fue campeón, jugó en el exterior y desde hace un tiempo brilla en San Lorenzo. Tiene algunos valores comunes con Mascherano: voz de mando sin ser caudillo natural, enorme despliegue y es la rueda de auxilio de todos sus compañeros. Pareciera ser quien mejor pueda sustituirlo, pero Alejandro Sabella, claramente, no piensa lo mismo. Tómese como una opinión de un simple adicto al fútbol, que aprendió a querer a “Tres pulmones” Mercier cuando la rompió en Platense y brilló en el ascenso de 2006.

Lo bueno es que hoy, Mascherano es indiscutible. Se acabaron los contreras. No se puede defenestrarlo sin dar razones justificadas y la verdad, no las hay. Su presencia es imprescindible para pensar a lo grande. Para dejar que los monstruos que encabeza Messi hagan lo suyo y después el equipo descanse en ese centromedio colosal, que parece tener la sabiduría de un noble veterano y todavía no llegó a los 30 años. Por suerte, Mascherano es argentino. Y detrás de él, casi que hay un abismo.