jueves 25 de abril del 2024

Mundial estilo ‘K’: Mil años para recuperar la inversión

El gobierno brasileño gastó millones de dólares para construir los estadios del Mundial. Cifras escalofriantes, desmedidas y sin transparencia. El ejemplo del Mané Garrincha. Galería de fotosGalería de fotos

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La idea-Brasil de playa, música, mulatas, samba, carnaval, fiesta y alegría eterna que todos los extranjeros, históricamente, tienen en la cabeza y ahora multiplican por dos, a causa del Mundial y porque ‘Brasil es el país del futbol’, no pasa de una fantasía antigua y hoy mentirosa.

Brasil ya no es eso y no quiere serlo más. Las nuevas generaciones se avergüenzan de que ‘esa’ sea su única tarjeta postal. Parte de este cambio justifica lo que en el exterior también parece inentendible y que en una columna anterior resumí bajo el título de ‘Mundial Malquerido’. Es tan evidente como indesmentible que los brasileños no quieren a su Copa del Mundo, la que se jugará en dos meses en nuestro territorio vecino (rechazo colectivo que bien puede trasladarse a los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016).

Por años Brasil se sintió cómodo con tal identificación porque, además de tornarlo simpático a todas las culturas, esa imagen le traía turismo. Pero, al transformarse en un país-BRIC y abrir una nueva carpeta de expectativas internacionales, todo cambió. Interna y mentalmente mudó –como dicen ellos– de modo radical aunque, todavía, no consiguió alterar la realidad política. Ni borrar la vieja fotografía social. El marketing oficial ‘para cambiar la imagen’ tampoco funcionó, fue mal hecho. La contratación del exgoleador y exgordo Ronaldo, como ‘la cara de Brasil para la Copa’ fracasó afuera y localmente, no sólo porque Ronaldo ya durmió con travestis y colecciona frases infelices al mejor estilo Maradona, principalmente porque, algunos de los negocios cerrados por las varias empresas de Ronaldo, con el actual gobierno, muestran que más que imagen nacional hay conveniencias personales. Y hoy ya ni los faquires comen vidrio.

El inconformismo del pueblo no es apenas con ‘la imagen’, es con ‘la realidad’. Pues, no es que la vida descarriló porque las atenciones están puestas en la Copa del Mundo. No. A dos meses de la inauguración mundialista, el camino al palco de esa fiesta de abertura aún no está siquiera señalizado. La intendencia de San Pablo, ciudad donde continúa levantándose el estadio ‘Itaquerão’ del club Corinthians, se disculpó diciendo que ‘está en elaboración un proyecto de señales para que los turistas puedan llegar con facilidad’. Increíble, como si hubiese sido sorprendida por una novedad que tiene, apenas, siete años… Si esas placas van a ser como las de la capital, Brasilia, mal traducidas, que lejos de ayudar mandan los turistas a lugares errados, mejor que San Pablo, también en manos del Partido de los Trabajadores, continúe sin hacer nada (como hasta hoy).

Para la construcción del estadio Mané Garrincha, en Brasilia, se gastó 201% más de lo pautado.

La remodelación del famoso Maracaná de Rio de Janeiro, donde debutará la Selección Nacional Argentina, costó 22% más, pese a que lo proyectado ya era caro. Allí se jugará la Final y el gobierno espera que Brasil, en ella, sepulte la memoria de 1950, cuando el llamado ‘Maracanazo’, tragedia futbolística local donde, inesperadamente, Uruguay los venció 2 a 1 y se quedó con su segundo Trofeo ecuménico (cuando Brasil, en sus vitrinas, aún no tenía ninguno). El gran francés Jules Rimet, entonces presidente de la FIFA, aquel día declaró: “todo estaba previsto, menos la victoria uruguaya…”. Otro estadio, otro exceso: el Mineirão de Belo Horizonte, donde Argentina jugará su segundo partido, ante Irán, superó en un 63% más el cálculo original. Y otro más, aunque podría hablarse de todos: el estadio Beira Rio de Porto Alegre, donde el equipo de Sabella disputará su tercer cotejo, contra Nigeria, absurdamente consumió 154% más de lo (mal) planificado.

Tantas irregularidades parecen mal hechas a propósito. Algunas lo son. Aunque en general es ‘apenas’ el Brasil de Dilma Rousseff. Es el PT que –como el PC–, y como en todas las latitudes y a lo largo de la historia, sólo sirvió para ser una molesta oposición. Gobernando no existen. Como el radicalismo argentino no pueden organizar un asado para dos: faltará carne o se quedará sin carbón (claro que, como dicen estos, en su defensa, si lo organizaran los peronistas se robarían hasta la parrilla). El PT brasilero parece tener, juntos, todos los defectos de los demás partidos políticos reunidos en su demagógica sigla. Lo que si suena a propósito es el exagerado gasto de este evento: claramente es el Mundial el más caro de la historia, de los veinte digitados por la FIFA el de Brasil es el que más ‘se fue de viaje’ en los presupuestos. Y su mentado y polémico legado… continúa ‘demorado bajo investigación y sospecha’.

Para el lector entender rápido, alcanza con decir que es un Mundial estilo ‘K’, desmedido y sin transparencia, aunque la pequeñez argentina no ofrecería tantas tentaciones ni los valores ‘de otro planeta’ que maneja el país anfitrión. En esa riqueza de caja brota el alimento de la corrupción brasileña. Aquí, la agenda de Amado Boudou pasaría inadvertida, nadie lo investigaría por un caso como el Ciccone. Más allá del variado poder de fuego de la industria brasilera y de su golosa capacidad de consumo, si comparado con la actual Argentina, este país nada en dinero. Brasil, por ejemplo, es el mayor productor de soja del mundo, su zafra 2013/14 producirá 90 millones de toneladas contra 89,5 de los mismísimos –y subvencionados– Estados Unidos; esto es el doble de la producción Argentina que llegará a 54 millones de toneladas que servirán para poco más que no sea ayudar a Cristina a completar su trastabillante mandato.

Entre los estadios, el peor caso y el que mejor muestra la abundancia y el descontrol mundialista, sin embargo, es el de Brasilia, seguramente escenario del partido de Cuartos de Final de la Argentina (¿ante Francia ó Suiza?). Es el recordista de desvíos: gastó 201% más de lo programado y, se puede garantir, aquí no hubo participación de políticos argentinos, ni del Mercosur o de la parcial Unasur que arrojó a la basura su escasa credibilidad ignorando la barbarie de Nicolás Maduro en Venezuela. Los gobernantes brasileros no necesitaron ayuda para duplicar el desperdicio mundialista; lo hicieron mal, caro y nebuloso, solitos y solos.

En Brasil, tantas irregularidades parecen mal hechas a propósito.

Esta ‘cancha’ –en definitiva es eso– costó absurdos 714 millones de dólares (pesos argentinos: 5.712.000.000,00 según el convertidor de monedas del Banco Central de Brasil), es el más caro de los 12 estadios erguidos para la Copa y llevará más de mil años para recuperar el dinero invertido por el gobierno del Distrito Federal. Sí, ese dato que suena a exageración, es real y verdadero. Según levantamiento de los colegas brasileños Aiuri Rebello y Guilherme Costa y a juzgar por la recaudación del primer año de explotación, donde los 30 eventos que albergó (media de uno cada doce días), incluyendo un gran clásico nacional de fútbol con taquilla record –la despedida de Neymar del famoso Santos, ante el popular Flamengo, y a camino del Barcelona– y varios conciertos internacionales –como el de la famosa cantante americana Beyonce–, sumó lucros para el Estado que lo administra, por ser su financista y gestor, de casi u$s 611.000 (equivalentes a R$ 1.370.000). A este ritmo se requerirán exactos 1.167 años para recuperar el dinero invertido.

Pero atención, porque aún faltan destinarse para la terminación del estadio de Brasilia más de 133 millones de dólares o sea que la cantidad de tiempo de recuperación de divisas superará los 1.385 años. Parecen cifras erradas. No, quédese tranquilo, son verídicas y oficiales –la increíble cuenta, así y todo, es una ‘cuenta blanda’: no considera fluctuaciones de cambio, inflación ni otras variables en el período: tampoco los costos de manutención del estadio–. Los cálculos de los profesionales antes mencionados surgen de la renta que le queda al inversor que lo regentea, el gobierno del DF, en manos de Agnelo Queiroz del PT, que financió la monumental obra: el alquiler más alto pago para uso de todas las instalaciones del estadio ‘Mané Garrincha’ es de u$s 233 mil (R$ 500.000) ó el 13% de los ingresos brutos del evento albergado, considerando una u otra cifra, la de mayor valor entre ambas (para eventos de menor porte se lo alquila parcialmente y se paga menos).

En el mundo entero no hay un caso de despilfarro semejante a este. Las construcciones de El Calafate y alrededores son una pavadita infantil a su lado. No por acaso ya lo llaman ‘elefante dorado’, lo de ‘blanco’ le quedó chico. Lea: su costoso techo –realmente hermoso– que insumió más de 93 millones de dólares (R$ 209.000.000), siete meses después de ser inaugurado ya mostró lo único que no podía mostrar un techo goteras... Cuestionados, los miembros de la Secopa del Distrito Federal, respondieron vía asesoría, que "No se puede medir la eficiencia de un estadio basado solamente en la generación de beneficios económicos. Un estadio es un instrumento de desarrollo económico y social de su región". Lo dijeron sin ponerse colorados.

En la construcción, demorada e imperfecta, de todos estos estadios se mataron accidentalmente ocho obreros, accidentes que paralizaron parcialmente algunas de ellas, incidentes que aún están siendo investigados. Mientras, en igual período, en New York, en la construcción del nuevo One World Trade Center, de mayor complejidad según especialistas, con 104 pisos y 541 metros de altura, el edificio de uso exclusivo de oficinas más alto del mundo y el más caro, que sustituye en el mismo terreno a las famosas y derribadas Torres Gemelas –11 de septiembre de 2001– no se lloró a ninguna víctima entre los operarios que la levantaron. No se mató nadie. En este partido, entonces, el Brasil de Dilma también pierde; y feo, ocho a cero, una derrota incontestable.

Además, la estructura sobredimensionada de la llamada ‘Arena Mané Garrincha’ en homenaje al gran delantero fallecido en 1983, pobre, a los 49 años (ya hay planes para cambiarle el nombre…), de poco servirá en el futuro. Por lo menos para el deporte; y para muestra alcanza un botón del presente: en él acaba de disputarse una semifinal del torneo local, el de Brasilia, entre los clubes Legião y Brazilandia, con… 47 espectadores que pagaron la entrada y menos de cien presentes en total. Irrisorio. El gran clásico de la ciudad, el Boca-River ‘de allí’, encarnado por los clubes Gama y Brasiliense, en diciembre último convocó ‘una multitud’: 8.489 ‘torcedores’. Si sumado todo el torneo, los 36 partidos, la asistencia llega a 33 mil personas, menos de la mitad de la capacidad total del estadio para un único cotejo, que es de 71.400 espectadores. Y así, con esas asistencias ridículas será por un milenio. Y seguramente nadie irá preso. Serán mil años de impunidad. En nombre de ‘un’ Mundial…

El ‘jornalista’ Constancio Viana informa en su blog que, en Brasil, construir un hospital medio, de 8.500 metros cuadrados de área cubierta, con todas las instalaciones necesarias para atender a una población de 30.000 personas, con 159 camas, más 12 para UTI, incluyendo sala de urgencias, farmacia, lavandería, etc. ya contando el costo del aire acondicionado central, de red eléctrica, teléfono, agua y alcantarillado, treparía en precios regulares a R$ 14 millones (poco más de 6 millones de dólares). Es decir que podrían construirse 115 hospitales con el dinero mal gastado en el estadio de Brasilia. Por ello, por estos estadios y por esta corrupción, los ‘nuevos brasileros’ quieren cambiar la imagen del país, no quieren que los represente Ronaldo, el de los travestis, ni el turismo sexual que llena de italianos el nordeste. Siquiera quieren que su embajador sea el carnaval. Nada de ese ayer de playas, samba, mulatas y ‘futebol’. Antes deberán cambiar sus políticos. En octubre hay elecciones nacionales, un buen momento para comenzar ese cambio.

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IN TEMPORE 1: Me alegró que algunos lectores corrigieran el error, que por grosero era claro que se trataba de un equívoco, sobre la altura del césped del estadio Vicente Calderon (partido Atlético de Madrid vs Barcelona), citado en la columna pasada. Significa que no faltan los ‘antenados’, que se suman al debate positivamente, tienen información y muestran un reflejo superior al del autor. Así crecemos todos. Aprovecho y transcribo el Artículo 13 del Reglamento de la Champions, que dice: “Para los campos de césped natural, la altura de la hierba no podrá exceder, en principio los 30 milímetros, y toda la superficie debe estar cortada a la misma altura. La altura del césped debe ser la misma para los entrenamientos y para el partido. Si el árbitro, o un oficial del partido de la UEFA, lo considera necesario, el club de origen podría ser requerido para reducir la altura de la hierba”. Simeone lo dejó en esos 30 milímetros sabiendo que el Barcelona juega en su ‘Camp Nou’ con gramilla recortada a 23 milímetros.

IN TEMPORE 2: Un joven periodista, con dos años de profesión, así se definió, en su comentario de hace dos columnas, ‘explicó’ que no debe decirse Olimpíada y sí Juegos Olímpicos, ‘aclarando’ lo que mal le enseñaron en la escuela de periodismo (otro problema nacional), que olimpíada es ‘exclusivamente’ el periodo entre uno y otro Juego. Reproduzco la definición del diccionario de la Real Academia Española, porque mucha gente cree también eso mismo y no es así (también es así); nunca es tarde para bien aprender: Olimpiada u olimpíada. (Del lat. Olympĭas, -ădis, y este del gr. ᾿Ολυμπιάς).1. f. Competición universal de diversos deportes que se celebra modernamente cada cuatro años en un lugar previamente determinado. U. t. en pl. con el mismo significado que en sing. 2. f. Fiesta o juego que se celebraba cada cuatro años en la antigua ciudad de Olimpia. 3. f. Período de cuatro años comprendido entre dos celebraciones consecutivas de juegos olímpicos. Fue costumbre entre los griegos contar el tiempo por olimpiadas a partir del solsticio de verano del año 776 a. C., en que se fijó la primera.

Al mismo joven colega también le respondo que, en español, no existe ni handbal ni handbol, sólo balonmano que, en la Argentina, prácticamente no se emplea. Sí, y en todo caso, es preferible usar handball con dos ‘eles’ porque así lo escribe la International Handball Federation. Pero este tipo de palabras no está mal reproducirlas de acuerdo a la pronunciación local: aquí, en Brasil, por ejemplo, se dice y escribe ‘handebol’.

(*) Director Perfil Brasil; creador de Nuestro Ascenso (1974) y SoloFútbol (1985).

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