martes 19 de marzo del 2024

Fogerty, decime qué se siente

El autor se cruzó con John Fogerty para intercambiar algunas impresiones sobre la canción que los hinchas argentinos hicieron popular en Brasil.

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“—Sé lo que estás pensando –dijo Tararí –; pero no es como tú crees. ¡De ninguna manera!

—¡Al contrario! –continuó Tarará –. Si así fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como no es, no es. Es cuestión de lógica.”

Lewis Carroll (1832-1898); de “Alicia a través del espejo” (1871), Capítulo IV. Tararí y Tarará.

Tenía razón Lennon cuando le cantaba a su hijo Sean, en Beautiful Boy: la vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros asuntos. Mirando el fucking Mundial, por ejemplo.

En esa vida, entonces, lejos del desinfle de los cuatro fantásticos, los vómitos de Lionel, el agüita de Lavezzi a Sabella, las venas hinchadas de Mascherano o las sagradas manos de Romero, De Felippe esperaba la carroza mientras otra carroza con acoplado y 24 ruedas lo esperaba a él, ¡crash!; Milito se espantaba como un día se espantó Reutemann; Almirón firmaba al rato; y el Enganche Melancólico pulseaba por enésima vez con Daniel Bingo, dientes apretados, músculos tensos, mientras aparecía una oferta millonaria de uno de esos simpáticos clubes brasileños, y nada, porque él es así, no le importa la plata, sí le importa la plata, quiero dólar billete, acá se paga en pesos, no me muevo, no nos movemos, se pudre todo, se pudrió, viva La Paternal; ¿y ahora quién se pondrá la 10 de Boca, oh, melancolía?

—Hi! Nothing personal, Asch, pero si sigue escribiendo con ese estilo no lo va a leer nadie.

Levanté la vista, más curioso que molesto. Allí estaba, en plena redacción y frente a mi escritorio. Flequillo, acento californiano, camisa a cuadros, jeans, botas, una Gibson Les Paul negra, equipito Vox AC30. Uy. ¿Quién dejó entrar a este músico de semáforo? Para colmo de males, sabía los acordes de Bad Moon Rising y la canturreaba. Ay. Lo que me faltaba. Mm… esa voz cascada, aguda, tan familiar. Esa voz. ¡Esa voz!

—John Fogerty, mucho gusto.

Bueno, no era Zappa, pero igual me emocionó verlo. El tipo, siendo líder de Creedence, logró el milagro de hacerme bailar en varias fiestitas de 15. Un papelón. No sabía si agradecerle o meterle una denuncia penal en Dubai, onda Maradona.

—Gracias por el consejo, Fogerty. No tengo su olfato comercial, es evidente. Es que anduve releyendo La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, y se me pegó. ¿Qué hace por aquí? Espectáculos está en la otra punta, ¿ve? Esto es Deportes. Se terminó el Mundial y…

—Por el Mundial vine, Asch. Supe del éxito de mi tema con su nueva letra y pensé en agradecerles el homenaje. Y de paso, cobrar algunos derechos de autor. ¿No me daría una manito en la AFA?

—¿Cobrar? ¿En la AFA? Mm, lo veo complicado. Comprarles entradas del Mundial era más fácil, pero eso ya fue, lo siento. Eso sí: las pasadas de su tema en las radios seguro se los liquida Sadaic. Quédese tranquilo.

—Bien, bien. Hábleme del poeta, Asch.

—¿Qué poeta?

—El que escribió la letra en español. Para la original yo me inspiré en la escena del huracán de The Devil and Daniel Webster, un clásico del cine. Por lo poco que entendí, son líneas muy emotivas. Un niño de nombre extraño y un papá que vuelve a su casa después de muchos años. ¿Es por la carta al padre de Kafka?

—Eh, no. Acá es más popular Di María que Kafka, Fogerty. Igual, son muy parecidos. El poeta es un tal Ignacio, hincha de Platense. Quería cantar algo nuevo en Brasil. Y Brasil es el país, no un nombre. “Decime qué se siente, tener en casa a tu papá; te juro que aunque pasen los años, nunca nos vamos a olvidar…” no es una historia familiar. Quiere decir: Argentina lo tiene de hijo a Brasil.

—Y se aman, ¿verdad?

—Uy, no. Lo que existe, digamos, es un odio deportivo con fronteras algo difusas. Aquí, decir que “se tiene de hijo” a alguien significa ganarle siempre, burlarse cruelmente de él.

Fogerty abrió los ojos, desconcertado. Sacó un papelito arrugado del fondo de su bolsillo trasero. Era la letra.

—Pero ¿a quién gambeteó Diego? ¿Huía? ¿A qué enfermo vacunó Cani? ¿Quién llora desde Italia hasta hoy? ¿Qué traerá Messi? ¿A quién le importa la diferencia de edad entre Maradona y Pelé? ¿Por qué burlarse de su propio hijo? No entiendo. Oiga, Asch, ¿no será una letra demasiado críptica para mi tema?

—Para nada. Es simple. Recuerda un partido de Octavos del Mundial de Italia 90. Brasil peloteó a Argentina durante un tiempo entero y debió irse al descanso ganando 5 a 0. Pero en el segundo, gracias a un toque sabio de Maradona, Caniggia marcó el 1 a 0 final. Y chau Brasil.

—Ah. Comprendo. Una victoria fundacional. Desde entonces, Argentina ganó todo y Brasil nada.

—Este… No, Fogerty. Después de ese partido, Brasil llegó a tres finales y ganó dos. Y nosotros, nada. Je.

—Entonces… no es una historia familiar conmovedora, sólo recuerda un partido ganado de suerte hace 24 años, y entre ese día y esta final perdida contra Alemania ellos ganaron dos Mundiales. Ahá. Respetuosamente le pregunto, Asch: ¿de qué diablos se burlan?

—Bueno, Fogerty, hay que entender que a veces la verdad no tiene ninguna importancia. Nunca subestime el poder de la negación. Y no se me deprima. Un país entero cantó su melodía. En los estadios, en la tele, ¡hasta la fanfarria Alto Perú de los Granaderos la tocó en Tucumán! Puede sentirse orgulloso.

—Es increíble.

La voz chillona de Fogerty sonaba algo triste, como con sordina. Estuche y guitarra ya descansaban sobre su espalda. Con la mano izquierda aferró la manija del Vox, como quien lleva una maleta pesada. “Debo irme”, susurró. Lo acompañé hasta los ascensores. Le di la dirección y los teléfonos de Sadaic. Antes de subir dijo, amable y fatal:

—Gracias, Asch. No volveré a subestimar el poder de la negación.

Esperaba, como un puñal, su pregunta cantada: “Asch, decimeee qué se sienteee…”. Pero no lo hizo. Fogerty es un caballero. Desapareció detrás de las puertas plateadas, con una sonrisa de alivio y cierta piedad en la mirada.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.

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