viernes 29 de marzo del 2024

¿Qué tiene para ofrecer el verano deportivo?

Las pretemporadas, el mercado de pases, el regreso de Del Potro, el Rally Dakar, el Sudamericano Sub 20 o los clásicos en Mar del Plata. De qué hablarán los medios.

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Imponer la agenda mediática es lo importante. Ni pensar demasiado ni investigar demasiado. Sin perjuicio de que instalemos en la audiencia una estupidez importante, lo que nos distingue es sentir que el asunto que más fogoneamos tiene más mensajes de foristas o hashtags en Twitter que los de la competencia.

A veces, la realidad te gana de mano y pasás de ser ese gran editor que creés ser y no sos a un simple seguidor de la corriente: ayer al mediodía, todos los canales de informaciones –y algunos de los de aire– mostraban la nada misma del lado de afuera de la Recoleta, donde gente profundamente dolida despedía a otra adolescente asesinada sin asesinos.

Una tragedia como ésta es de lo poco que se potencia por peso propio. A veces, con el costosísimo perjuicio de que se termina investigando más a la víctima que al criminal. Antes y después –es decir, cuando el rating o los clics empiecen a bajar– todo será como cada verano. Las tetas de Xipolitakis, la reconciliación de Moria con Pachano o el amor al que Nazarena no corresponde. Probablemente, lo que hay en realidad sean butacas vacías en el teatro.

Fuera de los escenarios, son los hijos de Wanda y Maxi, alguna nueva víctima de Nico Cabré, el seductor serial, o el despliegue veraniego de los aspirantes a presidente, a quienes preguntaremos cualquier cosa menos qué cuernos harán con el país que recibirán dentro de doce meses (ése no es nuestro problema; los apoyamos y, si fracasan, que se joda el lector que creyó en nuestro pregón).

¿Qué tiene para ofrecer el verano deportivo? ¿Cómo copar la parada y meter algún temita en la tapa de los diarios o un mísero título en la no actualización de noticias de cada media hora de la tele y la radio?

El mercado de pases. Esa sería una buena opción. Boca, que necesita uno por línea. River, que tuvo un gran año y un muy buen segundo semestre, pero le faltó un par de suplentes con chapa para meter el doblete del final. San Lorenzo, que sueña con repetir. Racing, que ya convertirá a la Libertadores en su obsesión. Independiente, con un técnico inquieto que no duda en cirugía mayor. Todos necesitan. Nadie puede. Para colmo, como justificamos que se imponga la impaciencia del hincha en vez de la reflexión de una idea, a nadie le interesa que un equipo poderoso traiga jugadores que sirvan a la causa. Necesitamos títulos de tapa. No traigan el jugador que pueda servirle al técnico. Apunten a repatriar así sean jugadores retirados. Pero que tengan chapa. Después los justificaremos asegurando que sólo deben jugar aquellos que “saben lo que pesa la

camiseta”.

Da pena ver cómo se gastan fortunas en futbolistas que llegan descartados de sus equipos europeos. Es lógico. Los hinchas –y los periodistas– pensamos en que el que llega es el talento que se fue en lugar de preguntarnos por qué no lo quieren donde está.

Buena parte de los planteles del espanto de treinta equipos que se viene comenzará hoy su pretemporada. Apuesto a que ninguno lo hará con el plantel completo con el que empezará a jugar de verdad dentro de menos de un mes. Y apuesto el doble a que varios refuerzos llegarán con la pretemporada concluida, es decir, cuando al técnico ya no debiera servirle. En tanto no se trate del Van Basten de 1988.

En definitiva, con el mercado de pases no vamos a ningún lado. ¿Del Potro? Hubiera venido como anillo al dedo su vuelta en Brisbane. Porque, además, damos por hecho que cuando Juan Martín vuelva lo hará ganando varios partidos por semana. Como si fuese fácil. Ojalá sea la semana que viene en Sidney. Si le va bien, garpa. Y si le va mal, también es tema. Pero, por ahora, tampoco tenemos a Delpo.

¿El Dakar? Y… se hace lo que se puede. De todos modos, suena raro que nos fascine que hayan encontrado a la Argentina un parecido con Mauritania. No suena a piropo, justamente. A propósito. Si desde hace siete años se hace en la Argentina o, al menos, atraviesa nuestro territorio, ¿por qué carajo se sigue llamando Dakar? Con tantos lindos nombres que tenemos para nuestros campeonatos de fútbol…

A propósito de fútbol. En la mañana del primer viernes de 2015 escuché gente intentando hacer periodismo. Fue en el programa de Marcelo Longobardi, en Mitre, en el que Leandro Buonsante preguntó al gobernador de Buenos Aires por qué si habrá público de los dos equipos en el Boca-River de verano, no se habla de la vuelta de los visitantes en el torneo oficial. Honrando la idea de que no hay buenas consultas sin buenas respuestas, el aspirante a presidente encolumnó 733 palabras sin puntos ni comas y evitando prolijamente responder lo que se le preguntó.

¡¡¡Es el verano, queridos!!! Es un tiempo blando en el que no sólo la gente no quiere pensar ni preocuparse demasiado, sino que está al dente para empomarla con cualquier gilada. Por ejemplo, repitiendo que los torneos de verano son importantes y que un clásico marplatense mal perdido puede costarle la cabeza al técnico.

Comprendan que de los clásicos de verano es de lo poco que podemos vivir con cierta dignidad durante enero los cronistas de las pelotas.

Recuerdo una tarde de fines de los 90 en la que uno de los responsables de entonces de Torneos y Competencias se acercó a los estudios de La Red a pedir que castigáramos al técnico de River porque se negaba a llevar jugadores titulares a un amistoso, creo, en Salta, organizado por la empresa. Creo recordar que pedía por Angel y por Saviola. Creo recordar que River se estaba jugando el pase a los octavos de la Libertadores en la que caería en semi con Palmeiras. Y creo recordar que no le dimos ni bola. Ni nosotros ni el Pelado.

Pronto será el tiempo del sudamericano Sub 20, en Uruguay. Del equipo de Gio Simeone, Driussi, Tomás Martínez, Leo Suárez, Rolón, Contreras y Mammana. Y de Angelito Correa. Y de Humberto Grondona. Tal vez podamos volver a hablar de fútbol, de seleccionados como los que nos supieron regalar Pekerman y sus amigos. Campeones, talentosos y, sobre todo, buenos pibes. O, por lo menos, como el del Checho Batista, que nos metió por última vez en los Juegos Olímpicos que ganamos.

Para serles franco, después de los últimos antecedentes me conformo con un torneo libre de patadas, gastadas al rival e insultos vía Twitter.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.