jueves 25 de abril del 2024

La historia detrás de la violencia

El lamentable incidente en el partido entre Montenegro y Rusia, que terminó con un arquero herido, es uno más de los tantos episodios que tienen cuestiones políticas en el medio.

442

Montenegro y Rusia se cruzaron por primera vez en competencias oficiales. Ambos con cinco unidades en cuatro encuentros (tercero y cuarto respectivamente), no llegaron a terminar su partido por el grupo clasificatorio (G) para la Eurocopa “Francia 2016”. Al igual que lo ocurrido a finales del año pasado con Serbia y Albania, nuevamente la política se inmiscuye de lleno en el fútbol balcánico.

Antes del inicio del partido, ya se palpaba el clima de belicosidad en las inmediaciones del Stadion Pod Goricom, en Podgorica (capital de Montenegro). No fue necesario que transcurriera mucho tiempo, hasta que aparecieran los incidentes. A los seis minutos, una bengala encendida impactó sobre la cabeza del arquero ruso Igor Akinfeev.

Por la agresión, se supuso que el partido se suspendía. Los futbolistas de ambos equipos se fueron al vestuario. A Akinfeev lo trasladaron al hospital para ser evaluado. Ni bien los jugadores abandonaron el terreno, se incrementaron los enfrentamientos. Primero entre la parcialidad local e hinchas rusos y, luego, de estos con la policía.

Mientras la brigada antidisturbios intentaba controlar la situación, entre los miembros de la organización se cruzaban llamados telefónicos con las máximas autoridades de la UEFA. Luego de más de media hora de demora, el árbitro alemán Deniz Aytekin decidió continuar el partido, contando con la anuencia y expresa solicitud del delegado arbitral del partido, del presidente de la UEFA (Michel Platini) y del secretario general (Gianni Infantino). Nadie quería que se suspenda el partido.

El equipo visitante protestó pero no tuvo otra alternativa que presentarse para continuar. Obligado por las circunstancias, el entrenador italiano del seleccionado ruso, Fabio Capello, hizo ingresar al arquero suplente Yury Lodygin, en reemplazo del titular que ya estaba siendo evaluado en el Hospital Central de Podgorica. La voz del estadio advertía al público que el partido se suspendería ante un nuevo incidente y que, con ayuda de las cámaras de vigilancia, había sido apresado al agresor.

En el transcurso del partido, posterior a la suspensión, el dominio ruso se hizo evidente en el juego pero no logró plasmarse en el resultado. Luego de varias situaciones de gol desperdiciadas y de un penal fallado por Roman Shirokov, volvió nuevamente a detenerse el juego. Alan Dzagoev y Dmitri Kombarov fueron víctimas de proyectiles lanzados desde las tribunas. Comenzaron las discusiones dentro del campo. Los montenegrinos acusaban a los rusos de incitar a la gente para ser agredidos, mientras que los de Capello estaban cansados de la situación. Llegado un punto, todo el equipo visitante tomó la decisión de abandonar el terreno de juego. El maleable árbitro alemán no tuvo más remedio que suspenderlo.

No hay definición oficial pero, probablemente, la UEFA le dé el partido por ganado al visitante (3 a 0). A Montenegro lo sancionarán con exclusión de localía (por varios partidos) y una fuerte multa. Para no dejar pasar el tiempo, la federación rusa ya reclamó los puntos. Tal como está la situación, Rusia se aseguraría el tercer puesto (con ocho puntos), detrás del líder Austria (trece) y de Suecia (nueve). Los dos primeros clasifican directamente y el tercero jugará un repechaje contra otro tercero. Quedar afuera de la EuroCopa sería un duro golpe para Rusia, anfitrión de la próxima Copa del Mundo.

Lo interesante de esta situación que deberá dirimir UEFA, es que la selección montenegrina termina siendo víctima de un trasfondo político que está detrás de los incidentes.

Escindido de la extinta Yugoslavia, Montenegro siempre ha sido un tradicional aliado del Kremlin en la región, junto con Serbia. En el último año, las políticas de integración pro europea del primer ministro montenegrino Milo Dukanovic, generaron recelo en Moscú. Primero fue la alineación con la OTAN en el conflicto bélico de Ucrania. Luego, a finales de 2013, el revoque del permiso para utilizar sus puertos (como apoyo logístico a la flota naval rusa en el Mediterráneo) y, hace unos meses, la aceptación a la petición de Bruselas de aplicar las sanciones estipuladas por la UE contra Rusia (Serbia, por el contrario, se negó rotundamente).

Todas estas medidas occidentalistas hay que contextualizarlas en un escenario donde siete mil ciudadanos rusos residen permanentemente y se estima que poseen el 40% de las propiedades lindantes a las costas del mar adriático. Montenegro, históricamente ha sido considerado un lugar emblemático de veraneo para la comunidad rusa. Cualquier similitud entre esta situación y la de Crimea, con las costas del Mar negro, no es mera coincidencia.

Este bochorno, que ocurrió en Europa pero perfectamente hubiese podido ocurrir en la Argentina, abre la oportunidad a una reflexión más fría. En lo que va del año, hubo varios incidentes por agresiones externas al campo de juego. Lo sufrieron árbitros (el línea Juan Pablo Belatti lo impactó un proyectil en la Recopa Sudamericana entre San Lorenzo y River), entrenadores (Gustavo Alfaro de Tigre en el Gigante de Arroyito), colaboradores (el masajista de Lanús, Juan Franco, sufrió un desprendimiento de córnea, por un piedrazo de la parcialidad de Godoy Cruz) y también jugadores (él último caso fue el de Orion en San Juan).

¿No es hora de que las autoridades deportivas asuman su responsabilidad? La gran mayoría de estos eventos, indefectiblemente, quedan impunes. Hoy por vos, mañana por mí, piensan los dirigentes. Nadie se juega porque nadie está exento. En el fútbol, casi no hay sanciones y, cuanto más importante es el equipo, mayor impunidad tienen sus violentos. Mientras tanto se siguen acumulando las calamidades, en los Balcanes y en las canchas que nos rodean.