jueves 18 de abril del 2024

Voz amable, mano firme

En once meses, Tata Martino cambió el perfil del equipo, incluyó a Tevez y le marcó la cancha al grondonismo. Método y estilo de un DT que va a fondo.

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Gerardo Martino repite una frase en todas las entrevistas, como si fuera un karma: “En Barcelona no dejé nada”. El Tata asumió el rol de entrenador de la Selección envuelto en una necesidad imperiosa de volver a sentirse reflejado en un grupo de jugadores. Hoy, ante Paraguay, el Tata comienza la Copa América, su primer gran desafío con Argentina. En once meses de proceso, impuso cambios y condiciones para que se note su firma. Hace lo que no pudo en Barcelona: armar un equipo a su manera.

“Daremos pasos cortos pero firmes”, sentenció en la conferencia de prensa que ofreció en julio pasado, cuando tomó el cargo que dejó Alejandro Sabella. El conjunto venía de un Mundial memorable, pero con un sistema de juego antónimo al que pregona el rosarino. Él, a la hora de modelar su funcionamiento, siempre tuvo un faro: “El juego de Newell’s con la presión de Paraguay”. Desanduvo un camino sinuoso: soltó la comodidad defensiva para convertir a la Selección en un equipo valiente.

Presión altísima, posesión de pelota, juego asociado, salida desde abajo, laterales en posición de ataque, volante central metido entre los defensores para facilitar la generación de la jugada, mediocampistas internos con llegadas permanentes al área, dos extremos que, acompañados de los laterales, ganen las bandas, y un centrodelantero como referencia en el área; es la síntesis del planteo de Martino. Todo eso, según el propio entrenador, se vio en el primer tiempo del amistoso de noviembre contra Portugal, que terminó con derrota por 1-0. Ahí está su búsqueda.

Martino es una especie de manager. Opina en decisiones institucionales e impone condiciones.

Sello Tata. Martino debutó en Alemania con los mismos 23 jugadores que fueron al Mundial, en una convocatoria que heredó de la AFA. Fueron un par de entrenamientos para trabajar dos ítems concretos: recuperación alta y salida con la pelota al piso. “No me importa ganar, quiero que los jugadores empiecen a empaparse del nuevo concepto”, decía en Dusseldorf. Las nuevas normas se vieron en la cancha, con un resultado favorable: 4-2 al campeón del mundo.

El diálogo fue el mecanismo que eligió para convencer a sus jugadores. Les alteró el dibujo táctico: dejó el 4-4-2 que adoptó Sabella en Brasil y retomó el audaz 4-3-3. En cuanto a los nombres, depuró la lista mundialista y esbozó la suya: cambió a nueve subcampeones para poner a los suyos. Las modificaciones son específicas: sacó velocidad en los volantes y priorizó tenencia, trocó torres defensivas por jugadores más dóciles y rápidos. Y rescató a Carlos Tevez.

Al de Juventus lo metió de a poco. Martino, partidario de cuidar lo humano, primero conoció el grupo. Cuando vio que era el momento, en noviembre, lo convocó. El argumento de la hipotética pelea del ex Boca con Lionel Messi se derrumbó el sábado pasado, en la cálida charla en la previa de la final de la Champions League.

Amable pero firme. Lejos de ser simplemente un tipo que elige a los jugadores que entran a jugar, Martino es una especie de manager. Opina en decisiones institucionales e impone condiciones. Frenó a Marcelo Tinelli, secretario de comunicaciones de AFA, cuando quiso remover a Nicolás Novello, jefe de prensa de la Selección; y levantó su voz para que le cedan jugadores del torneo local para amistosos en fechas FIFA. Pero todavía no logró derrocar a Humberto Grondona, técnico del sub 20.

Su idea es que ese rol lo ocupe Jorge Theiler, su mejor amigo. Theiler fue colaborador suyo en Newell’s y hasta la asunción de Tata en Argentina, era el coordinador de las inferiores de la Lepra. Asistió a Hugo Tocalli en el Mundial de la categoría en Canadá 2007, y condujo a la sub-15. Semanas atrás, Humbertito, con la insólita impunidad que lo caracteriza, lo denostó: “¿Theiler? ¿Qué es eso? ¿Una marca de cosechadoras?”.

El ex Barcelona nunca apoyó a Grondona. No viajó al Sudamericano de Uruguay ni lo elogió luego del título. “Que se arreglen”, dijo el hijo de Julio después de ganar ese certamen. Su contrato se vence en diciembre. Después del fracaso en Nueva Zelanda, todos los caminos conducen a Theiler.

De a poco, con movimientos ajedrecísticos, Martino perfiló su Selección. En Barcelona parecía todo fácil: subirse a la Ferrari y ganar la carrera. Acá, además de piloto, es ingeniero mecánico. La Copa América es la primera vidriera para demostrar si va por el camino correcto. Y ver si ya dejó algo.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.