martes 19 de marzo del 2024

¿Es Ramón Díaz un buen entrenador?

Desde las estadísticas, el riojano es indiscutible; un auténtico ganador. Sin embargo, cabe preguntarse si su Paraguay mostró algo diferente en esta Copa América.

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Existen dos clases de analistas del deporte. Están los que creen que las estadísticas son una religión y que no hay otro parámetro a considerar, algo así como “dos más dos es cuatro y andá a discutirle a Pitágoras”. Y están los que entienden que aún los fríos números pueden tener una lectura entrelíneas: ¿vale lo mismo un doble en el primer cuarto que uno sobre la chicharra final y con el partido empatado? Matemáticamente sí. Pero no.

Ramón Díaz es un técnico al que nadie lo puede correr con las estadísticas. Campeón con River, campeón con San Lorenzo, semifinalista de Copa América con Paraguay…. Un ganador. ¿Es un buen técnico? Opinable.

El mejor no es necesariamente el que sale campeón sino el que potencia a sus equipos, el que logra que sus jugadores rindan más de lo que naturalmente podrían. Si un entrenador tiene un equipo de un nivel 5 puntos y juega para 5, es un técnico neutro aunque gane; ahora, si alguien arma un equipo con la redacción de 442, va a jugar un torneo de Primera, y sale penúltimo, será un técnico extraordinario. Son los casos de Bielsa o Simeone en el fútbol internacional, y de Alfaro o Zielinski en el fútbol local: con menos, más.

En Chile se vio algo de esto en Jamaica. En los números, fue el peor. Pero si se considera su roce internacional, su semi amateurismo, el hecho de que se entrenó los primeros días sin pelotas porque creían que la organización las proveía y que un jugador llegó al torneo sin conocer al DT, no está tan mal perder tres partidos sólo 1-0. Fue más decoroso que México, pese a los números.

Después del partido con Brasil, en la Copa América resurgió la primavera ramonista y afloraron los chicaneros. Uno entiende al hincha de River, a los ídolos se los banca. Pero no hay que hacerse trampa al solitario: una cosa es el fanatismo por el personaje pícaro, vivillo, demagogo, seductor, que regala camionetas, y otra el análisis de su trabajo. El ramonismo salió a luz despechado, y sin embargo no se habló de Ramón como “estratega” sino como “ganador”. ¿Qué había ocurrido? Paraguay había pasado de fase. Fue barato: a los cuartos de final pasaban ocho equipos de 12, casi que alcanzaba con salir tercero entre cuatro. Y para llegar a la semifinal el equipo ganó sólo un partido: ante Jamaica, y con un gol de squash. Son los vaivenes de esta clase de torneos tan irregulares en los que se puede llegar lejos sin ganar, como el mismo equipo guaraní en 2011. Pero en fino, ¿mostró algo diferente este Paraguay de Ramón Díaz?

O más: ¿Alguien sería capaz de definir seriamente cómo juega un equipo de Ramón Díaz? Pocos. Y las conferencias no ayudan: no habla de táctica, no habla de planes, no habla de fútbol. “Sabemos lo que es esta camiseta”, “Los jugadores van entendiendo el mensaje”, “Quedé muy conforme con lo que brindó el equipo, cómo se entregó…”, suele decir ante la prensa. Frases vacías. Celebramos más la viveza criolla que sus condiciones.

En River salió campeón, entonces nadie recuerda que borró del plantel a Ponzio, Carlos Sánchez y Mora, los tres mejores jugadores del equipo en el último año. En Paraguay lo contrataron para hacer el recambio generacional tras el último puesto en las Eliminatorias, pero sus delanteros titulares tenían 31 y 33 años (y el suplente, 30). Claro, los resultados tapan todo.

Tampoco simboliza la pureza humana. Tanto en River como en San Lorenzo los jugadores le daban la espalda salvo excepciones conocidas como Ferreyra y Menseguez, amiguismo que manejó poco profesionalmente. “Si me tocan, prendo el ventilador”, le hizo saber a más de un dirigente millonario. ¿Acaso no era una obligación moral hablar, si es que veía algo pueril? De River se reconoce fanático pero sólo en las buenas, porque “yo no me fui a la B”.

Dicho esto, se insiste: se trata del técnico más ganador de la historia de River. Le habrá tocado la época de torneos cortos, habrá manejado siempre una Ferrari, tendrá más suerte que Mercedes Negrete o lo que fuera. Es un dato real y meritorio. Para todo aquél que no discute los números, este texto fue una pérdida de tiempo. Pero también están los otros.

(*) Editor de la sección deportes del Diario PERFIL.