lunes 18 de marzo del 2024

El chico que no se tenía fe

A 5.750 días de su debut en Sunchales, aquel pibito de San Lorenzo tendrá otra oportunidad de ayudar a quitarle a la Selección el estigma de no poder salir campeón. Nadie lo merece más que él.

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“¿Viste lo que es el 5? Olvidate de que yo juegue acá, papá.”

El auto dejaba atrás la noche de Sunchales. Sentado en el asiento de atrás, el adolescente de 15 años atravesaba sensaciones encontradas. Estaba feliz, cómo no, si acababa de debutar en la Selección argentina. Y había sido con una goleada a una formación de Unión, el club local. Él, reconvertido por la circunstancia en un volante derecho metedor y corredor, encima había hecho un gol. Pero el chico no podía sacarse de la cabeza la calidad del dueño del equipo, un volante central con el estilo de Argentinos Juniors en el orillo: era Hugo Colace, el capitán, un portento de calidad técnica hasta cuando corría. Y jugaba en su mismo puesto, mirá que mala suerte.

Él, un pibito que había pasado la mayor parte de su vida futbolística en Defensores de Barrio Vila de San Lorenzo, su ciudad, jugaba ahora en Renato Cesarini, una academia de formación ubicada en las afueras de Rosario. Pero los otros, sus nuevos compañeros, eran de River, de Boca, de Independiente… Otro roce.

Los chicos crecieron. La luz de Colace siguió brillando en la etapa de juveniles, pero no tuvo la misma nitidez cuando se fueron haciendo profesionales y llegó el momento de confirmar tantas presunciones de excelencia: después de Argentinos Juniors pasó por Newell’s, Estudiantes de La Plata, Flamengo (Brasil), Barnsley (Inglaterra), Estudiantes Tecos (México), Auxerre (Francia), Independiente Rivadavia de Mendoza y All Boys antes de llegar a Olimpo, donde juega desde hace un semestre. Una carrera como tantas, signada por algunos picos altos –en el ascenso inglés, sobre todo– y el infortunio de lesiones prolongadas, que a veces marcan decisivamente una trayectoria. La Selección le quedó muy lejos.

El chico que ese 7 de octubre de 1999 no se tenía tanta fe, en cambio, salió de Renato Cesarini e inició una escalada que lo llevó al cenit: desde hace cinco años forma parte del ballet estable más prestigioso del mundo, el Barcelona Fútbol Club. En ese camino moldeó una personalidad de hierro, estructurada más para apuntar siempre al próximo objetivo que para disfrutar de logros momentáneos. En la pensión de River le decían “el Viejo” aunque tuviera brackets, en el Corinthians mataba el tiempo muerto de una lesión interminable mirando videos de jugadores rivales para estar listo el día que le tocara enfrentarlos de vuelta, en el West Ham inglés se entrenaba los días libres para demostrarle al técnico que estaba equivocado en no ponerlo ni de suplente, en Barcelona sigue sin haber pisado nunca el mar por más que lo tenga en la puerta. Señales identitarias de un líder que no puede copiarse. Cuando no esté más, simplemente habrá que extrañarlo.

Pero todavía lleva puesta la camiseta de la Selección, su verdadero club, donde pasó más de la mitad de su vida. Fue campeón en juveniles y tiene dos medallas de oro de Juegos Olímpicos consecutivos. Y también, tres finales perdidas con los mayores: Copa América 2004 (derrota por penales contra Brasil en Lima), Copa América 2007 (goleada brasileña en Maracaibo) y la más reciente, esa del Maracaná que ni hace falta nombrar. “Es el corazón de Argentina”, lo definió ayer Claudio Bravo, capitán chileno y compañero suyo en el Barça. Él, que le bajó el tono a la final poniendo por delante la palabra deporte donde otros decían guerra, dio la lección más grande de la Copa cuando un periodista intentó relativizar el valor del partido contra Jamaica de la primera rueda: “Si no salimos a la cancha pensando que no hay nada más importante, estaremos cometiendo un error muy grande. El que se pone esta camiseta debe respetarla siempre”, lo miró fijo.

A 5.750 días de aquel debut en Sunchales, el hombre tendrá mañana otra oportunidad de ayudar a quitarle a la Selección el estigma de no poder salir campeón.

Nadie lo merece más que Javier Mascherano.

*Coautor del libro “Jefe. Javier Mascherano, la biografía” y Sub-Editor de Deportes del Diario Perfil