martes 23 de abril del 2024

Un gol hecho por 115 personas

Es la cantidad de habitantes que tiene el pueblo santiagueño de Cuatro bocas, donde nació la nueva estrella de River. “De chico, ni siquiera era el mejor de sus hermanos”, aseguran.

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El domingo, como pasó el miércoles a la noche, todos los habitantes de Cuatro Bocas se juntarán en un mismo lugar. La escuela Provincia de Santa Fe Nº 194 tendrá la única mesa donde podrán votar. El padrón tiene 230 electores habilitados: llegará gente de localidades cercanas para sufragar. Según el último censo, al sur de Santiago del Estero, en el límite con Santa Fe, entre 14 manzanas y cientos de hectáreas de campos, viven 115 personas. Al que falte, le tocarán el timbre de la casa. Cuatro Bocas tiene una plaza , una capilla, una escuela, una salita médica, tres almacenes, una panadería, tres carnicerías y una estación de servicio. Hay luz eléctrica, pero faltan cloacas y agua potable: los vecinos la consiguen en una planta potabilizadora. Las siestas, dicen, son sagradas. Cuando se van a dormir, no cierran la puerta con llave. Entre calles de adoquines y el silencio profundo del interior argentino, creció Lucas Alario, el nuevo héroe de River.

Los Alario son una familia tradicional del pueblo. Don Renato, abuelo de Lucas, es uno de sus fundadores. Inauguró, también, el único club: Club Atlético Juventud Agraria. Todos los vecinos se juntaron allí para ver la final de la Copa Libertadores. Hinchas de Boca, Independiente y Racing gritaron el gol del hombre más importante de la historia de esas calles. Festejaron hasta altas horas de la noche que uno de los suyos, nacido en un lugar olvidado hasta por sus gobernantes –Gerardo Zamora los visitó dos veces en ocho años; Claudia Ledesma, nunca– está en boca de todo el continente.

Adrián Andreu es el presidente de Juventud Agraria. Tiene 35 años y visitó Buenos Aires tres veces. La primera, con el colegio secundario; la segunda fue en 2008, por el conflicto gobierno-campo; y la última, el miércoles, para ver River-Tigres. Lo acompañó su hijo de 15 años, que conoció Capital. Su hijo vive en Colonia Vignaud, Córdoba, a 300 kilómetros. Los fines de semana vuelve a Cuatro Bocas. Es normal que los chicos dejen temprano el nido.

Cuando terminan la primaria, siguen sus estudios en pueblos aledaños, donde arriendan habitaciones, o se juntan entre varios chicos, alquilan una casa y contratan a alguien para que los cuide. Hasta el año 2012, cuando instauraron el secundario, los días de semana no había adolescentes en Cuatro Bocas. Hoy, entre primer y tercer año, trece alumnos cursan el secundario del pueblo. Los profesores vienen de Bandera, una localidad santiagueña ubicada a 40 kilómetros, porque en Cuatro Bocas no hay ninguno. En 2017 saldrá el primer micro con alumnos viajando a Bariloche, de viaje de egresados. Esperan ese día con mucha expectativa.

Diego, el mejor. El fútbol es el gran entretenimiento. Todas las noches juegan partidos en la cancha de Juventud Agraria entre los propios vecinos. A veces juntan dos equipos; otras, seis. De ahí salen los que disputan cada tanto los torneos relámpago en Bandera. Se miden con diez equipos de la zona, en partidos de siete jugadores y dos tiempos de diez minutos. Alario, de chico, empezó así. Sin embargo, Andreu jura que “no era el mejor ” de los tres hermanos: “A Diego, el más grande, lo vi hacer cosas increíbles. Tenía una calidad impresionante. Lucas era un buen jugador, pero Diego era el mejor de los tres”, dice con un tono cansino y pausado.

Diego es contador y está cerca del Pipa, como le dicen al “9” de River. Gonzalo, el del medio, todavía vive en el campo de los Alario, a siete kilómetros del pueblo, y comparte el terreno con Abel, su papá. En las primeras declaraciones como campeón de la Libertadores, Lucas Alario le dedicó el título “a la gente de Cuatro Bocas y Tostado”. En Tostado hizo el secundario: vivió con Renato, que a los 90 años tiene su casa en la localidad santafesina. En sus vacaciones, es normal verlo en alguna fiesta del pueblo, con los amigos de siempre.

Desde que se incorporó a River, todavía no volvió a Cuatro Bocas. A pesar de la lesión que le impidió viajar a Japón, se quedará en Buenos Aires para continuar su recuperación. Pero allá, entre los 50 grados del verano y una tranquilidad opuesta a la vertiginosidad de su ascenso futbolístico, lo esperan con los brazos abiertos, como al hijo que se va con la mochila y vuelve a casa después de conquistar América.