martes 19 de marzo del 2024

Papelón, 4-3-3, Chigurh y los menhires de Bussi

La Selección de Martino, sin Messi, hizo todo mal contra Ecuador. El asesino de Sin lugar para los débiles, contratado para liquidar técnicos, quería ir a Paraguay para que el Tata elija cara o cruz.

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“Aun en el banquillo de los acusados es siempre interesante oírhablar de uno mismo.” Albert Camus (1913-1960); de “El extranjero” (1942), segunda parte, IV.

Después que Acdel Vila exterminara a los poco más de 300 guerrilleros que mal armados y peor alimentados sobrevivían en el monte tucumano, el 24 de marzo de 1976 Bussi llegó para prolongar la farsa, secuestrar simpatizantes y, sobre todo, recaudar fortunas con el Fondo Patriótico. Amante de la pintura de brocha gorda, blanqueó paredes, levantó espantosos monumentos en el Parque 9 de Julio y convirtió el ruido de los helicópteros que viajaban al Cadillal en un escalofrío cotidiano. En esos vuelos se tiraban bultos. Todos sabían de qué se trataba.

Fanático del orden y la disciplina, el general de los fríos ojos celestes notó una incómoda dispersión en los milenarios menhires de Tafí del Valle, sagradas figuras de piedra talladas por los pueblos originarios. Con la idea de convertirlos en atracción turística, Bussi ordenó juntarlos y crear un Parque de los menhires en la Loma de la Angostura. Los arqueólogos pedían turno para suicidarse: al sacarlos de su lugar original, de su contexto arqueológico, se los despojaba de todo valor científico. Pero ahí estaban, firmes, juntitos. Como un batallón.

Lo que hacemos cuando recitamos cada formación con los jugadores en una posición fija se parece mucho a la historia de los menhires. Todo tiene un orden, claro; pero este juego se trata de improvisación. Es jazz. Todos, atacantes y defensores, viven de la sorpresa, la aparición de uno u otro en el lugar y el momento menos pensado. Orden para evitar el caos, libertad para crear, que es de lo que se trata.

Si uno repasa la campaña de Martino dirigiendo a Paraguay, nadie podría acusarlo de fundamentalista. Muchas veces usó un 4-1-4-1 y otros dibujos, según el rival. Con Italia, en Sudáfrica, paró un 4-1-3-1-1 y contra España, repitió el esquema y quedó afuera en cuartos faltando siete minutos, por el agónico gol de Villa. Hizo un gran Mundial.

En Newell’s, Martino se enamoró del 4-3-3 con volantes internos de buen juego, laterales que atacan, extremos que desbordan o buscan la diagonal y un 9 de área. Ese equipo del Tata con Maxi, Heinze, Scocco, Pérez y Bernardi fue el que más lindo jugó en los últimos años.

El Barcelona contrató a Martino en el peor momento de esta década soñada. La ida de Pep, la enfermedad de Tito Vilanova, los problemas políticos: a nadie podía irle bien en ese contexto. Menos a un extranjero sin carisma que usaba remeras color pistacho en lugar de Armani negros. No tenía chance.

Me gusta Martino. Pero contra Ecuador, su equipo –chicos difíciles de manejar que antes sufrieron Basile, Batista y Sabella– fue un desastre. Los laterales fueron bailados impiadosamente, Mascherano se metía entre los centrales para salir y quedaba muy lejos de Biglia y Pastore. El equipo se hizo largo, previsible, no se le caía una idea, ni tuvo un segundo de furia para salir de la apatía. Tampoco, desde el banco, llegó un cambio que corrigiera el descalabro. Todo mal.

Ecuador, un equipo sin vuelo, armado para resistir y aprovechar los errores rivales, hizo el negocio de su vida. Fueron dos, pudieron ser más. El derrumbe anímico fue peor que la impericia técnica, el desconcierto, los espacios que aprovecharon sus velocistas.

La dependencia con Messi es lógica. También le pasa al Barça, que se supone tiene en la sangre la estructura de juego made in La Masía. La pregunta es: ¿tan importante es Messi? Sí. Los motivos son los mismos que crearon la leyenda del Cid Campeador, la que asegura que ganó su última batalla al invasor Ben Yusuf en 1099 después de muerto, embalsamado y montando en su caballo Babieca. El mito se instaló porque el temor al invencible líder rival inhibe, produce inseguridad.

Sin Messi, el equipo fue un equipito. Salir jugando por abajo en lugar de tirarla fuerte al medio para dividir parece sensato. Es estético, además. Salvo que los toques entre centrales presionados finalicen en un desesperado pase al arquero que termine rifándola por terror al gol vergonzante. La estética, sí; pero sólo si es posible.

En un esquema de 4-3-3 fijo, como metegol, Tevez sólo podrá jugar como el jueves, si se lesiona Agüero. Extraño destino de ambos, que jugaron siempre como segunda punta, llegando por detrás de un 9 de área. ¿Cómo puede mutar este 4-3-3 de yeso? Fácil. Sucede en los partidos. Pastore se suelta de la banda izquierda para tocar con los delanteros y juntarse con Messi, que parte de derecha hacia donde crea que el equipo lo necesita y Di María. ¿Cómo se llama eso, en aritmética futbolera? Un 4-2-3-1 elástico, marca registrada del Madrid galáctico y tantos grandes europeos. Detrás del punta puede jugar Tevez. O Agüero con Dybala, o Higuaín.

Martino tiene poco tiempo para trabajar, pero ya tiene una Copa América encima y el nivel de juego de los suyos en el debut por las Eliminatorias fue de terror. Ahora toca Asunción, ay, y contra Ramón, el técnico con más suerte en la historia de la humanidad. Hum… Habrá que ganar jugando bien. De lo contrario, se prenderán todas las luces de alarma.

Ojo, que ya recibí dos llamadas de mi amigo Anton Chigurh, el asesino de Sin lugar para los débiles, contratado para liquidar técnicos, según nos contó aquí, semanas atrás. Quería ir a Paraguay para que el Tata elija cara o cruz en su quarter.

—No, tranqui Bardem —le dije—; por esta vez, déjela pasar. Concéntrese en las últimas fechas del torneo, pase por Avellaneda que hay uno que duda; pero sobre todo vaya a la AFA y visite a esos eternos burócratas grondonianos. Si quiere, lo acompaño. Le llevo el tubo de gas y si me deja, tiro al aire yo la monedita. ¿Por qué? Tengo miedo de que estos vivillos criados con Don Julio se la agarren al vuelo y se la queden. Creamé Chigurh: son cracks. Nacieron para eso.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil