Por convención, las Supercopas son competencias de campeones. Supuestamente sirven para coronar al mejor del año y pueden ser tanto locales como internacionales. En los países que mantuvieron una tradición de Copa y torneo de Liga, disputándose en simultáneo, se convirtieron en un mojón anual, una práctica puntual y establecida: es el partido inmediatamente posterior a la finalización de ambas competencia y el primero oficial del nuevo año calendario (luego del receso y la pretemporada). Algunas federaciones lo dirimen a partido único, mientras otras aprovechan el lucrativo formato de ida y vuelta. Siempre entregan un premio económico al ganador pero pocas veces sirven como clasificatorio: son más un nexo introductorio que una verdadera final.
En la Argentina, hasta el momento, no ha encontrado estabilidad y relevancia. Probablemente su problema deriva de ser una competencia sin historia ni linaje y que, para colmo de males, queda ligada a un sistema de campeonato desbarajustado. En estas condiciones, el premio clasificatorio (un cupo en la Copa Sudamericana de 2016) termina siendo un condicionante necesario para darle relevancia.
A las 21.10, en el estadio Mario Alberto Kempes (Córdoba), el mejor equipo de la temporada pasada y único campeón de 2015 (Boca) enfrentará al subcampeón del “torneo de 30” (San Lorenzo) para ver quién será el campeón de la Supercopa Argentina. Será la cuarta edición y la primera que quedará en poder de uno de los denominados “equipos grandes del fútbol argentino”. Sus antecesores campeones fueron Arsenal (2012), Vélez (2013) y Huracán (2014).
Insólitamente, el equipo que dirige Arruabarrena llega al partido en un clima enrarecido, pese a haber conseguido Campeonato y Copa Argentina. Cinco “amistosos” sin victorias y cuatro sin convertir goles, fueron los que desencadenaron una “crisis” que no tiene lógica. Se estima que Carlos Tévez y Daniel Osvaldo serán titulares, pese a las molestias que vienen acarreando, y que también debute Juan Manuel Insaurralde en un esquema de cinco defensores. El hincha puede suponer que el Vasco sale con un diagrama defensivo pero no es así. Recopilando la estadística y repasando rendimientos, se ve que esta dupla de ataque (Tévez-Osvaldo) necesita mucha profundidad por las bandas para lograr su mejor versión. Es el mismo formato utilizado por la Juventus en su momento (temporada 13/14) y ya desarrollado en sus “pros vs. contras” en anteriores oportunidades.
San Lorenzo, su rival, no está en mejores condiciones. No conoce la victoria desde la salida de Bauza a finales de año y el arribo de Pablo Guede expone (a la institución) a un brutal cambio de paradigma: desde el conjunto prolijo, compacto y estable defensivamente a un colectivo intenso, caótico e inestable. Si en conjunto (jugadores, DT, hinchas y dirigentes) no logran homogeneizar el tránsito de una idea a la otra, el futuro será complicado. Es difícil explicar con argumentos cómo un futbolista que ayer era emblema hoy es absolutamente descartado (Mercier). Los regresos de Buffarini y Más, junto a la incorporación de Marcos Angeleri, pueden ser puntales en cuanto a velocidad en las transiciones. En la mitad de la cancha estarán Mussis, Belluschi, Ortigoza (el único que no destaca por su velocidad) y Blanco. Cauteruccio y Cerruti se repartirán el frente de ataque. Es la elogiable apuesta a la que el entrenador nos tiene acostumbrados.
Sobre Darío Herrera, el árbitro del encuentro, recaerá la enorme presión de conducir el partido, luego del fatídico antecedente de su colega Diego Ceballos (en la final de Copa Argentina entre Boca y Central). Serán 90 minutos y, en caso de empate, penales. En un fútbol cuestionado por la desorganización y el ventajismo, un lindo espectáculo puede ser una buena forma de “arrancar” el año. El hincha de fútbol estará complacido por más que, en la Argentina, la Supercopa es algo distinto a lo que se disputa en otros lados.