jueves 28 de marzo del 2024

Angel Easy, su sueño, Barros y Carlitos de 9

Era hora: Luego de cinco años, el presidente de Boca Daniel Angelici trajo al director técnico que siempre quiso, Guillermo Barros Schelotto.

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“Todo es mentira. Cada cosa que oyes, cada cosa que ves.Tanto, que voy a vomitar. Ellos siguen llegando, uno tras otro. Eres una caja, sólo una caja en movimiento. Ellos te quieren muerto o en su maldita mentira.” El sargento primero Welsh (Sean Penn), en “La delgada  línea roja” (1998), dirigida por Terrence Malick.

Escena 1. Maurizio Zamparini, presidente del Palermo, vuelca su furia contra Vlama Lemic, agente FIFA, y Pedrag Mijatovic, su consultor deportivo. Los fetuccini con manteca que le sirvió su secretaria quedarán fríos, viscosos como su frente. El aire se torna pesado, intolerable. Don Maurizio habla y los otros apenas mueven la cabeza, aceptando la culpa.

–¿Che mi ha portato a questi due gemelli che non può addestrare la squadra? Essi mancano due anni como allienatori. ¡Stronzi! Che cosa hai in la tua testa, cretino? Che disastro, mamma mía! Questi maledetto vuole andare a Boca! ¿E adesso? Dobbiamo salvare della Serie B! Súbito, chiamare a Giuseppe Iachini. ¡Voglio morire!

Escena 2. En el restaurante del club, Guillermo y Gustavo, que hace cuatro años trabajan como técnicos, acaban de enterarse, después de un mes y cuatro partidos dirigiendo al plantel, que les faltan dos años más para poder trabajar en Europa. Pequeño detalle. Hasta les propusieron dirigir con carnets de directivos y nombrar a un técnico falso hasta solucionar el tema. Insólito. Los mellizos no pueden creer que están tratando con gente aún más chanta que sus propios compatriotas.

Revisan sus boletos de regreso a Buenos Aires. Por fin termina este sainete siciliano. Uno de los dos –nunca se sabe– pregunta como al pasar: “Che, ¿cómo salió Boca?”.

Escena 3. Daniel Angel Easy, con ese sutil sentido de la oportunidad que lo distinguió en toda su carrera política, declara, antes de la final con San Lorenzo: “Más allá de un mal resultado, el Vasco seguirá siendo el técnico de Boca. Yo lo respaldo”. ¡Horror! Aunque se sabe que cualquier ratificación de confianza es el paso previo al despido, Arruabarrena se siente más aliviado, sobre todo sabiendo del inesperado regreso de los mellizos.

¿El partido? Un desastre. Lo que siguió también. No hay manera. Los empalagosos elogios por lo buen tipo que es el vasco que repiten con tono perdonavidas dirigentes y periodistas son directamente proporcionales a la exigencia de su inmediato despido. Si no fuese dramático, sería gracioso.

Escena 4. En el sagrado vestuario, se arma una reunión entre el cuerpo técnico y los principales capangas del plantel. Rodolfo Martín, ojos melancólicos, tono de voz quebrada, les pregunta: “¿El problema soy yo, muchachos? Si es así me voy”. Carlitos Alberto, el superlíder; DaniStone el 9 virtual; Agustín Ignacio “más allá del gol de taquito que me hicieron, ellos ni patearon al arco”, el escribano Fernando G. y Daniel Cata no dudaron: “Estamos a muerte con vos vasco, ¡te respaldaremos en la cancha!”. ¡Oh, no!

¡Hasta el enganche melancólico fue a la Bombonera para apoyarlo y de paso boicotear la llegada de su viejo rival, Guillermo, el que peleaba el puesto con su amigo Chelo Delgado! Todo falló.

Arruabarrena sabía que era hombre muerto. La historia terminaba, circular, con Guillermo en el mismo papel que el vasco protagonizó con Bianchi. El mito del eterno retorno con las mismas víctimas, y los mismos victimarios escondidos debajo de las alfombras. Dirigentes incapaces que no pegan una, y más de un jugador irrecuperable, asustado, indigno.

Escena 5. A Carlitos Alberto le encanta controlar toda la logística: hotelería, alimentación, transportes, césped. La llegada de Guillermo no le dejará espacio para ese hobby. En todo caso tendrá que negociar, opinar si cabe y poner todo su esfuerzo en volver a ser el fuoriserie de la Juve, cosa que no parece tan fácil: aún se lo ve lento, errático, sin confianza.

Pero más que Guillermo, el ex colega, lo preocupa su profe, el temible Javier Valdecantos, un “asesino” que entrena a los planteles hasta que los pulmones parecen estallar y los músculos duelen días enteros. Glup. Más de uno pedirá clemencia. No la habrá.

Escena 6. Primer partido contra Racing. Tribunas vacías. Equipo toquetón, sin gol. “¡A quién se le ocurre vender al mejor 9, no traer a nadie y quedarse con ese Dani Stone que no juega nunca y tiene más hijos que goles!”, dijo uno de los dos, del cuerpo técnico o un hincha colado, cómo saberlo en un estadio donde se escuchaba todo. ¡Teléfono para Angel Easy! Boca, el gran candidato, tiene la pólvora mojada.

¿Hay un 9 en Boca? Bielsa, el entrenador que más admira Tevez, diría que sí: él. Nunca se lo vio más letal y maradoniano que dirigido por Bielsa en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004: 8 goles en 6 partidos, 1,33 de promedio. Una máquina. Y, oh casualidad: Guillermo afirmó, sin que se le moviera un músculo: “Para mí Carlitos es 9”. Epa. La idea es ubicarlo donde más duele: cerca del área. Allí donde Tevez ha dicho más de una vez que ya no le gusta jugar.

¿Se adaptará? ¿Se irá, cansado, en junio? Mmm…

Escena 7. ¿Por qué jugar con Racing en una cancha vacía y con River hoy, de visitante, para recibir miles de insultos y arriesgarlo todo? Porque Guillermo, se sabe, tiene la piel curtida, gestos de novela negra, fina ironía. Nada parece intimidarlo. Al contrario. Redobla la apuesta y, claro, parece más de lo que es. Le sobra lo que no tiene el vasco ni el pobre Facundo Sava. Una personalidad irritante, provocadora, intimidante, algo infantil. Que exaspera al rival, pero contagia a los suyos.

Escena 8. Por fin, después de cinco años como presidente, el ex Daniel Bingo logró concretar su viejo sueño: traer a Guillermo, la gran debilidad del Grand-Jefe-anti-Papa, siempre preocupado por los grandes temas de la humanidad. Si sale mal, será culpa de Angel Easy. Si sale bien, mérito exclusivo de Guillermo. Lógica pura, muchachos.

Nada nuevo bajo el sol.