sábado 20 de abril del 2024

El fútbol y las inyecciones: ahora le tocó a la 'Gata'

El reciente caso de doping de Gastón Fernández y el uso del ahora famoso Oxa B12. Los jugadores están expuestos a sanciones injustas.

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“¡Tordo! Hoy necesito la bomba” era la frase de cabecera de Oscar, apenas terminaba de vendarse. Siempre en el vestuario, siempre en la previa del partido. Lo que una vez había sido un tratamiento, se convirtió en cábala. Aún, como si fuese ayer, recuerdo aquella primera vez. Era un partido importante. Estaba dolorido: no era intenso ni específico, pero no podía sacárselo de la cabeza. El médico del plantel, cansado ya de sus idas y vueltas sintomáticas, decidió darle el famoso OXA B12. Lo hizo pensando en un efecto terapéutico pero también supuso que podría servirle como placebo. Así dejaría de pensar tanto en la pierna y empezaría a preocuparse por otra cosa.

Al principio, cuando se lo sugirieron, se resistió: nunca lo habían pinchado. Recién se convenció de las bondades del inyectable intramuscular cuando le dijeron que era preferible aguantarse un pinchazo ahora, antes que tener que soportar un dolor mayor durante todo el partido. Cómo si fuese una cuestión del destino, terminó siendo la figura del equipo. Hizo un gol, corrió un montón, jugó cómodo y no sintió dolor. Para Oscar, el resultado final ya era un hecho anecdótico. Él terminó contento, nosotros no tanto: nos empataron sobre el final del partido, un encuentro que deberíamos haber cerrado de antemano y se terminó complicando.

Recién en el vestuario, a Oscar se le borró la sonrisa. Cuando fue al baño, se dio un susto increíble: la orina salió de color anaranjado. En un primer momento, pensó que era por el esfuerzo y que estaba perdiendo sangre. Se calmó cuando le contaron que era producto de los excipientes del inyectable. Probablemente, crea que el caso de Oscar, es algo extraño pero no es así. Mucho más difícil es hallar un futbolista profesional en la Argentina que nunca haya usado un antiinflamatorio inyectable. Eso sí, es verdaderamente raro.

En los últimos meses, se ha escuchado y escrito mucho sobre doping. Desde la advertencia de la Agencia Mundial de Antidoping (AMA) a la Argentina por incumplir con el código internacional, pasando por la conformación de la inexistente Organización Nacional Antidopaje (ONA), el envío de muestras a los laboratorios de Bogotá (Colombia) acreditados por AMA, los resultados adversos de decenas de futbolistas y el reciente doping positivo del nadador Martín Carrizo (que lo deja fuera de los Juegos Olímpicos de Río); son algunos de los tantos temas que se hicieron públicos en estos seis meses.

Para entender bien la situación, hay que empezar recordando que Argentina nunca tuvo un laboratorio antidoping habilitado por la Asociación Mundial Antidopaje (AMA). Esto no quiere decir que no tuviese un sitio apropiado donde analizar muestras, que no estuviera en condiciones de realizar los controles o que no pudiese detectar la Betametasona en orina como ocurrió incansablemente en el semestre; simplemente nuestro laboratorio no estaba homologado/aprobado por la AMA y, por lo tanto, entre tantas otras cosas, no estaba obligado a reportar directamente su información.

El ejemplo más claro del cambio se observa con las notificaciones de doping en el fútbol. Antes, el laboratorio del CeNARD detectaba una sustancia prohibida, la información era enviada a las oficinas de AFA; donde por un lado se notificaba a la dirigencia del club para que informara al jugador y, posteriormente, se emitía un comunicado a la prensa para el público en general. Hoy, esta dinámica no existe más. Ahora, la información va directa desde la AMA al involucrado y al club; y es por este motivo que no se conoce exactamente cuántos jugadores, en el transcurso de este semestre, han tenido un resultado adverso.

Indudablemente, no cumplimentar con los estándares de la AMA, le ha dado al laboratorio del CeNARD un mayor margen de maniobra pero quien usufructuó ampliamente esa laxitud fue la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). En el seno de la institución, el secreto a voces y los rumores de pasillo, doblaron en cantidad a los resultados positivos hechos públicos. Curiosamente, en la historia de nuestro fútbol, nunca se ha cuestionado una sanción por doping pese a que los controles perfectamente podrían haber sido impugnados porque el laboratorio ejecutante no estaba habilitado. Para quien estaba al tanto del tema, siempre dio la sensación de que lo que se definía en los escritorios se respetaba afuera, en la cancha.

“Claramente hubo un problema de comunicación porque en ninguna liga del mundo se dieron tantos casos positivos en tan poco tiempo. Tengo confianza que vamos a lograr que no se sancionen a los jugadores", dijo Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, en relación a las decenas de resultados adversos. Al día de hoy, se hicieron públicos menos del 20%, por el momento ninguno fue sancionado y tampoco viene al caso mencionarlos, dado que el grado de estigmatización es alto y su responsabilidad es mínima.

Por si no lo sabe, el ahora famoso Oxa B12 es un producto de venta libre con receta en farmacias. Es un fármaco que combina un antiinflamatorio (Diclofenac), una vitamina (B12) y un gluco-corticoide (betametasona). Esta última sustancia, es la que está prohibida (en el Código Mundial Antidopaje) de ser administrada por ciertas vías: entre ellas la intramuscular. Permitiéndose si su uso por vía inhalatoria, cutánea (parche) o intraarticular (infiltración). Su función principal apunta a reducir el dolor (al disminuir la inflamación y por su efecto antineurítico) y, hasta hace unos meses, era de uso frecuente en el fútbol.

“Todo aquel que incumple sabe que está incumpliendo -dijo el subsecretario de Deportes y Alto Rendimiento Deportivo Orlando Moccagatta- Todos los entrenadores que hemos estado en los Juegos Olímpicos sabemos esto a la perfección. Por ejemplo, Argentina es uno de los mejores países del mundo en fútbol y quien está en alto rendimiento y juega en primera, debe conocer a la perfección todas las sustancias que están prohibidas y los procedimientos” demostrando con sus palabras que puede haber sido un eximio entrenador de natación pero que del mundo del fútbol desconoce hasta lo más básico.

Entre los futbolistas hay un sano hábito, extendido entre jóvenes que llegan a la primera división y eximios veterano: nadie consume un medicamento nuevo sin antes consultar al médico del plantel. Esta práctica es tan general y difundida, porque de evaluarse específicamente los genuinos conocimientos de los futbolistas que disputan el campeonato de primera división, probablemente el 90% no aprobaría un examen sobre las sustancias prohibidas del código AMA.

El futbolista, con tal de jugar, está dispuesto a todo. La gran mayoría desconoce las consecuencias del uso sostenido de corticoides, otros adrede prefieren no saberlo y también hay unos pocos inconscientes que conocen las consecuencias pero hacen caso omiso porque tienen claro que el fútbol profesional está lejos de ser deporte y salud. En cuanto a lo personal, estando plenamente informado y con el cuerpo médico de Godoy Cruz como testigo, acepté/solicité recibir 22 inyecciones de OXA B12 en 110 días (desde el domingo 4 de marzo de 2007 hasta el 24 de junio de 2007 que terminó el torneo) para aguantar una pubalgia, que se había vuelto insolucionable que no me dejaba mover en momentos que el equipo se jugaba una situación límite.

La reciente difusión del resultado adverso de Gastón Fernández (en el clásico ante Gimnasia del 13 de marzo pasado, por la séptima fecha del torneo de Primera División) es simplemente el blanqueo internacional de la situación particular de un futbolista que decidió emigrar. La Gata es sólo la punta del iceberg, por debajo hay muchos más que todavía no salieron a flote porque no se movieron. Es cierto que la situación de base está regularizada: los médicos de los planteles de fútbol están fehacientemente notificados de que los controles son distintos y que no se puede suministrar un OXA B12, pero todavía queda pendiente resolver el pasado.

En tiempos donde la AFA está acéfala, sin saber qué tipo de competencia disputará ni su fecha de comienzo ni la cantidad de equipos que participarán, puede sonar utópico pretender que los dirigentes resuelvan el caso puntal de estos jóvenes futbolistas que no son tramposos ni que consumieron una sustancia para sacar ventaja, que son inocentes víctimas de una lógica que ya no existe y que, producto de la acefalía, están expuestos a sanciones injustas que no merecen. Es cierto, puede sonar utópico pero no podemos aceptar que efectivamente lo sea.