viernes 19 de abril del 2024

Ringo y el osito Ted

La luz es cara hasta para las estrellas: Bauza y un equipo sin brillo ni alma. Armar un grupo que funcione es mucho más complejo que sumar virtuosos.

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“Tenía que pensar en su trabajo, en su reputación de tipo duro, en el aprecio de su público. Pensó en todo aquello durante un segundo y cometió una equivocación”

Raymond Chandler (1888-1959); Philip Marlowe describe al gigante Moose Malloy en ‘Adiós muñeca’ (1940).

En 1975 Martín Scorsese debía elegir al protagonista de Taxi Driver y tenía dos jóvenes candidatos, ambos estrellas del Actor’s Studio. Finalmente se inclinó por Robert De Niro. El que había perdido el protagónico, otro actor extraordinario, le pidió ser parte de la película, cuyo guión lo fascinaba. “Es que sólo me queda la vacante del rufián que explota a Iris. ¿No es poco para ti?”.

Iris era la niña prostituta que hizo famosa a una Jodie Foster de 14 años; y el hombre que aceptó el papel secundario era Harvey Keitel. Que en unos días llegó al set con melena, aros, anillos y la uña pequeña de su mano derecha larga y pintada de rojo. Un toque único. No hay pequeños papeles para grandes actores.

En los años sesenta debía haber cientos de bateristas mejores que Ringo Starr. Es más, Los Beatles dejaron de tocar en vivo, entre otras razones, para evitar comparaciones con Cream, una máquina de pura virtud con Eric Clapton en guitarra, Jack Bruce en bajo y Ginger Baker en batería. Sin embargo, Ringo fue “el” baterista para Los Beatles. No hacía falta una estrella. Su sonido era sencillo, funcional a los temas, con tempo perfecto, original. Y además, tenía carisma. El complemento perfecto.

Hendrix, el Messi de las seis cuerdas y tres Marshall en línea, necesitaba una correcta base de bajo y batería y ya. Para lujos él: un Paganini negro. El genial y generoso Stan Laurel escribía para que Oliver Hardy, el cómico del dúo, se luciera con sus gags, que solían incomodar al establishment americano por ser irrespetuosos y agresivos con la propiedad privada.

Más ejemplos. Los Tres Tenores –Pavarotti, Domingo y Carrera–, un trío fuoriclasse, terminó cantando hits para Doña Rosa. ¿Y aquellas insufribles películas catástrofe de los años 70, donde amontonaban estrellas con cláusulas que les garantizaban cantidad de planos y líneas del guión? Duraban más que una de Kurosawa. Pero sin Kurosawa, por desgracia.

No quisiera ironizar con el gabinete que, para el Presidente, es el mejor equipo de los últimos cincuenta años. Sería obvio y además, a esta altura, un chiste de mal gusto. Lo que intento decir es que armar un grupo que funcione es mucho más complejo que sumar virtuosos o apellidos conocidos. Dos más dos no siempre suman cuatro.

Todo esto tiene que ver, y mucho, con la profunda crisis de la Selección, que no da pie con bola pese a contar con el mejor del planeta. ¿Sus compañeros? Nadie en su sano juicio podría negar que se trata de futbolistas de excepción, capaces de mantenerse durante años en la elite mundial. Lo que asombra es cómo, juntos, se convierten en un equipo que se mueve con el temor de un chiquito que camina a tientas en la oscuridad, absorto, sin saber dónde está ni hacia dónde se dirige.

Di María perdió potencia y habilidad para ganar en el uno a uno. Agüero –él mismo lo confesó– no tolera los murmullos, la desconfianza: su cabeza lo tortura y se le nota. Higuain es un fighter: si en la Juve pierde un gol, sabe que pronto tendrá otra chance. No le pasa en la Selección, donde camina en círculos como un león hambriento al que no le tiran ni un hueso. Mascherano, de quién se llegó a decir que él solo era capaz de recuperar las Malvinas, hace mucho que juega atrás en el Barça. El tiempo es un ladrón, y en su entrega ya se nota lo perdido.

¿Messi? Un genio. Pero en Brasil no la tocó, literalmente. Es el mejor, pero no un héroe. Solo, se deprime. No puede, no contagia. Esa no es su épica. Ya lo saben: Maradona es una bandera. Messi, un póster. Y no entraré en el juego tonto de discutir quién debería entrar por quién. No es serio. El mejor, en estos casos, es el que no juega.

Después del circo que ya es un estilo de la Comisión Nosecuantodora, me alegré por el nombramiento de Edgardo Bauza, un profesional serio, de bajo perfil y discurso sensato. Algo mareado por aquel casting payasesco, no reparé en un detalle fundamental: quién lo había elegido. ¿Quién? Army Peréz, sitiado por dos espadas de Mauri: Fernando Marín, el dekonstructor del Fútbol para Todos y Usina Niembro, última palabra y firma. Peréz, un hombre muy expuesto y castigado, seguirá en su cargo hasta febrero-marzo o, en el mejor de los casos, junio. De ese cóctel surgió Bauza, que ya ni se parece a sí mismo.

Es evidente su incomodidad, lo sobreactuado de su optimismo, su forzada adaptación. Armó su equipo con los de siempre, e insistió con ellos. No le respondieron. Ahora la crisis es terminal y la cosa está más para un diván que para el pizarrón. Técnicamente… está colgado de un pincel.

Llevó al Pocho Lavezzi para jugar de osito Ted. A Buffarini y Pratto, dos hombres de su confianza, los dejó afuera. Y lo sacó a Enzo Pérez, el mejor del equipo –mérito suyo porque nadie lo tenía–, para reemplazarlo por el torturado Agüero. Brasil, agradecido. Por arte de magia se les abrió una pampa por su banda izquierda como para corretear y enloquecer al pobre Zabaleta, al que debieron desenredar en el vestuario. Un baile.

Mientras tanto, en Ciudad Gótica… Nacida la Súper Liga de Angel Easy, el grupo Los Primos de Zürich consensuó el borrador del nuevo estatuto de AFA que permitirá las elecciones, y donde el Ascenso se anotó varios porotos. El Gobierno, rápido, anunció que el fútbol será de Fox y Turner, empresas que invertirán 2.500 millones de pesos durante 2017 y 14 añitos más, atados a la inflación argentina y/o intergaláctica. TyC Sports se encargará de la muy rentable producción. Y una jauría espera ansiosa el próximo parto: las SAD. Todo es felicidad, queridos compatriotas. ¡Hospitales y Jardines de Infantes para todos!

Tanta alegría nos va a hacer mal.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.