jueves 25 de abril del 2024

El cambio y los boludos

Jugadores de élite que en Europa deslumbran, pero aquí se arrastran. El Patón Bauza a la parrila, Sampaoli con estrés y el Chiqui Tapia a los tumbos.

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“X sigue su camino y se topa con W, que exclama:¡Carlos! X contesta ¡Andrés, tanto tiempo! W dice ¿tanto tiempo de qué? X dice no sé. W pregunta ¿no me cambiás de cabeza? X le contesta no, gracias, recién cambié.”

Leo Masliah (Montevideo, 1954); de su cuento “Cambio de cabezas”.

Rodeado de micrófonos, parado en la puerta de la institución que ahora preside, Chiqui Wall de Moyano aburría con su discurso circular, vacío, que fingía respetar al técnico vigente. “¿Usted puede garantizarnos que Bauza dirigirá contra Uruguay?” La pregunta, right between the eyes, no dio más espacio para el esquive.

Durante un segundo intercambió una sonrisa cómplice con Víctor White, el hombre feliz, presidente de Racing y secretario general de AFA, y luego contestó. La frase pretendía ser irónica pero sonó a confesión. “En este país nadie puede garantizar nada”, dijo. Fue la única verdad que salió de su boca.

Supongo que, entre las lecturas del presidente Chiqui, no figuran los ocho tomos de teoría de De la guerra escritos hace casi dos siglos por el general Carl von Clausewitz, autor de la célebre frase “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

No importa. Si lo leyó bien a Perón –como uno supone, en tanto gremialista y dirigente– es prácticamente lo mismo, porque el pensamiento del genial estratega prusiano inspiró a muchos de sus mejores escritos. Sería bueno que repase algunos textos. Su manejo de los tiempos durante el primer conflicto importante de su gestión ha sido desastroso.

“Un rápido y vigoroso cambio hacia la ofensiva –el relámpago de la espada vengadora– es lo que constituye los más brillantes episodios de la defensa”, define Clausewitz. Ni rápido, ni vigoroso ni brillante, el Chiqui ninguneó a Bauza con la persistencia y la torpeza de un adolescente. No sólo no lo llamó, sino que permitió que los rumores sobre su destitución y la febril negociación con el hiperkinético Sampaoli, el elegido para reemplazarlo, crecieran hasta convertirse en la noticia deseada.

Para colmo, posó feliz en la inauguración del nuevo predio de Boca en Ezeiza, a pocas cuadras del lugar donde Bauza cumplía con la triste rutina de un trabajo que nunca verá la luz. Feo.

En medio de la tensa espera, Bauza habló. Tan incómodo como en su debut oficial con La Usina Niembro –cuando por alguna extraña razón decidió sobreactuar su deseo de ser campeón en Rusia–, intentó mostrarse fuerte, confiado, decidido. No funcionó, y fue peor.

Mientras la definición se estiraba hasta lo intolerable, el Chiqui tuvo tiempo hasta para despedir a Fabián Nardoza, el entrenador de su amado Barracas Central, el club de la Santísima Trinidad: el estadio lleva su nombre y dos tribunas, los de Julio Grondona y Hugo Moyano. Primero la familia.

El jueves, día del paro nacional, por fin se produjo la cumbre. Durante una hora y media almorzaron en Ezeiza y al Chiqui lo acompañó Marcelo Tinelli, presidente de Selecciones, de excelente relación con Bauza.

¿De qué hablaron? De Messi, del amistoso en Australia con Brasil, de bueyes perdidos. Nadie mostró sus cartas. Ni Bauza tiró la toalla harto de tanto manoseo, ni le aclararon nada sobre su futuro. Frente a la prensa, el Chiqui hizo otro generoso aporte a la confusión general. “No lo conocía a Bauza y me voy con una muy buena impresión de él”, confesó, cándido o maquiavélico.

Al día siguiente, en otra obra maestra de espionaje clase B, nuevo deporte nacional, dos audios suyos se viralizaron. En una comunicación privada, el presidente de AFA parecía ir directo al hueso. “Sí, debe ser para cubrirse, y es un error. Me va a obligar a decir que yo no lo contraté, que lo contrató la Normalizadora, y voy a tener que hablar de su contrato. Es un boludo”, se lamentaba en el primero.

“No sé, capaz que salió de ahí, reflexionó, y se irá. Pero si dice algo malo se equivoca. Yo estoy tranquilo”, conjeturaba con algo de culpa en el segundo.

Hernán Sisto, su interlocutor, molesto con razón por la difusión de la charla, aseguró que el tema no era Bauza. No hay razón para dudar del colega, pero en el contexto del sorpresivo anuncio de una conferencia de prensa que el técnico pensaba dar la próxima semana –y que la prudencia aconsejó cancelar–, se hace difícil imaginar a qué otro personaje podría referirse Chiqui Wall.

Bauza, cuentan, no duda. Las escuchas le cambiaron el humor y ahora dará batalla hasta cobrar hasta el último centavo de su contrato. Es su derecho.

Cuando la mayoría destaca con demasiado énfasis la calidad humana de un funcionario, otros se preparan para decirle, como un oficial norteamericano a su subordinado antes de mandarlo al calabozo, “Nothing personal”. Y chau. La pena de Bauza se eterniza con innecesaria crueldad mientras Juan de Dios Crespo, un abogado español de apellido ideal contratado por AFA, trabaja para reducir otra pena abismal: esos cuatro partidos sin nuestro geniecillo.

Messi, desde su búnker catalán, advirtió que no recibirá a ningún dirigente hasta que la situación de Bauza quede aclarada. No quiere alimentar más esa loca idea de que es su dedo pulgar el que decide la suerte de los técnicos. “Todo el plantel lo respalda”, juraron desde San Pablo Pratto y Buffarini. No, no es chiste.

La nueva-vieja AFA demostró que no sólo la Comisión Nosecuantodora tiene talento para el error. En pocos días dinamitaron la imagen de Bauza y lo confinaron a un no lugar sin retorno.

Con jugadores de elite que en Europa deslumbran pero aquí se arrastran, un técnico out y el candidato a sucederlo desgastado por la constante exposición y la inesperada racha negativa del Sevilla, su equipo, la dirigencia nativa se obstina en recorrer la misma recta final del Ford Thunderbird descapotable de Thelma & Louise. A fondo, directo hacia el abismo.

Es curioso, pero esa escena sí les sale maravillosamente bien.

(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.