Tenía sólo 18 años y el planeta futbolero entero hablaba de él. Ya había debutado en el poderoso Barcelona el año anterior y venía de ser la figura de Argentina campeón del mundo en Holanda en la categoría sub 20. Prácticamente, Lionel Messi obligaba a José Pekerman a convocarlo con sus actuaciones.
Y llegó el día tan esperado para el por aquel entonces adolescente rosarino que soñaba con jugar un Mundial con la camiseta de la Selección Argentina. Claro está que fue muy diferente a como lo soñó porque ingresó por Lisandro López a los 18 minutos del segundo tiempo del amistoso ante Hungría pero sólo llegó a tocar una pelota antes de ser expulsado 47 segundos después en un gesto exagerado del árbitro al mostrarle la tarjeta roja por un supuesto codazo que no fue tal.
La historia posterior de Messi en la Selección es más que conocida. Jugador indiscutible y emblema futbolístico para todos los entrenadores que pasaron por Ezeiza, su relación con los hinchas siempre fue de amor-odio por el placer que causa verlo jugar y la bronca de no poder coronarlo con títulos.
En estos doce años superó a Gabriel Batistuta y se transformó en el máximo goleador histórico, está tercero entre los futbolistas con más presencias pero él cambiaría todo eso por levantar la copa del mundo. Rusia lo espera para darle otra oportunidad.
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