jueves 28 de marzo del 2024

Un cantito que sepamos todos

El Gobierno dice que es una maniobra oportunista de escaso vuelo pero históricamente la Argentina no ha sido un país amable en tiempos de crisis.

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“Las verdades son ilusiones que han olvidado que lo son; metáforas gastadas cuya virtud sensible se ha deteriorado; monedas que de tan manoseadas han perdido su efigie y ya no sirven como monedas, sino como metal”. 

Friedrich Nietzsche (1844-1900); de “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” (1873).

La primera vez que escuché la marcha peronista fue en la cancha de Racing, un día después de cumplir 5 años. Como era el Día de la Lealtad, hubo una suerte de agregado final en un estilo que hoy llamarían rapeado: “¡17 de octubre / la hinchada de Racing / con Perón, / Perón, / Perón!”. Turbulentos tiempos del onganiato, previos al Cordobazo.

Oír la marchita me shockeó. Para mí Perón era un tabú, algo innombrable. Mis padres se conocieron en la biblioteca socialista “Veladas de estudio para después del trabajo”, de Piñeyro, y allí la mayoría no quería al general que les había robado las ideas. Yo crecí leyendo diarios viejos, pegado a una vieja vitrola para discos de pasta, descubriendo a Gardel, los crooners americanos y… la marcha de la Libertadora. En casa eran gorilas gauche, pero no fanáticos.

Con el tiempo logré comprender algo mejor el fenómeno del peronismo, sobre todo después de trabajar en Tucumán, dirigiendo el Grupo 8 de Prensa. Recomiendo eso, vivir en lo que acá llamamos “el interior”. Allí uno aprende que no somos, para bien y para mal, Europa. Somos un país salvaje con buen look, y es durante las peores crisis cuando se nota más.

Las tribunas, como las paredes escritas con aerosol, eran un refugio para lo indecible. Las cantitos leían mejor que muchos analistas las cuestiones políticas más urgentes. En 1972, algo escatológicamente pero con claridad meridiana, la creatividad popular conjeturó sobre la pulseada entre los dos generales enemigos. “¡Atención, atención, / el culo de Lanusse, / la poronga de Perón!”.

Los cantos futboleros mantenían una ingenuidad asombrosa. “¡Y ya lo ve, es el equipo de José!”, “Si se acabó el equipo de Renato (Cesarini) / el de José (Pizzuti)  tiene cuerda para rato”, o “En Alemania Beckenbauer / en Brasil el rey Pelé / y aquí en Argentina / el equipo de José”. Más pícaros que dañinos, a veces se recurría a la actualidad farandulera para vaticinar victorias contundentes. En Huracán, año 1965, la Guardia Imperial cantó: “Si Evangelina coge con Palito / hoy la Academia se lo coge al Globito”. Puro amor.

Cada situación política, con prohibición o sin ella, se veía reflejada en las tribunas. Después del 11 de marzo del 73, “el” tema era: “¡Paredón, paredón / para todos los milicos que robaron la Nación!”. Muerto Perón, “¡Gracias Isabel!” fue el chant de guerre para echar al Brujo López Rega, mientras la izquierda no peronista se burlaba: “Montonero, montonero / te tomaron por un gil / vas a hacer el socialismo / con Osinde y con Balbín”.

La última canción, con Isabel de reposo obligado en El Messidor, Villa La Angostura fue: “¡Luder quedate piola / que Isabel no está sola!”. Después, fue el silencio.

Históricamente eran las hinchadas –no estas pymes rentables, armadas y sin control– quienes imponían los cantitos. Era raro, al menos en Argentina, que la iniciativa surgiera de la platea, el sector de la pendular clase media. Sin embargo, el cantito contra Macri nació allí, en los asientos más caros. Luego se repitió, literalmente, en todos lados. 

También a lo largo de la Avenida de Mayo, mientras el Presidente pasaba con su auto blindado rumbo al Congreso, para dar su discurso. Lo hicieron con una mezcla de rabia, sorna y felicidad infantil. “¡Mauricio Macri, la puta que te parió…!”.

El canto en nada refiere a la madre de Macri, doña Alicia Blanco Villegas. Lo literal es anecdótico y prescindente, en este caso. Si el cantito nació como protesta por fallos dudosos, ya es lo de menos. Roto el dique, el agua lanzada a presión es inmanejable.

El Gobierno dice que es una maniobra oportunista de escaso vuelo que morirá tan rápido como surgió. Yo estaría atento. La masa no es tan fácil de manipular, e históricamente la Argentina no ha sido un país amable en tiempos de crisis. Si el ex árbitro Marconi tenía éxito con su idea de parar los partidos si lo cantaban, hubiese provocado un descomunal show coral de imprevisibles consecuencias.

Carlitos Tevez siempre fue un chico naïf. Pero después de su simpática estafa a los chinos, parece sentirse obligado con quienes lo ayudaron a ser quien es. “Yo no entiendo, hay un nivel de agresividad muy grande con Mauricio, ¡cómo lo van a putear por un partido de fútbol!”, defiende a su amigo.

La asociación Salvemos al Fútbol, en una sobreactuación para el Oscar, presentó una medida cautelar para suspender la Supercopa que jugarán Boca-River “por el clima de violencia y sospecha que impera, y para garantizar la paz”, se emocionan. Un médico ahí.

Raúl Fernández Guzmán cantaba con el nombre artístico de Sheriko. A principios de 1975, con Lopecito y con la Triple A fusilando a mansalva, el gobierno de Isabel le encargó la música para un spot que debía transmitir “esperanza y felicidad”. El tema se llamó Es tiempo de alegrarnos; y la letra cumplía: “Veo a mi pueblo que otra vez vuelve a reír / es mi país que ha comenzado a revivir / atrás quedaron la tristeza y el dolor / vuelven los días de dicha y felicidad”.

Después de errar feo en el pronóstico, así seguía: “No te detengas y alegrá tu corazón / vení conmigo quiero verte sonreír / dame tu mano y empecemos a correr / después de un rato me darás tú la razón”. Lo de correr no era mala idea, sobre todo en ese momento, cuando era engendrado el período más oscuro y brutal de nuestra historia.

Aquella musiquita, compuesta a pedido de un gobierno en caída libre para vender dicha y prosperidad mientras todo se caía a pedazos, es justamente la del hit del verano.

A veces la historia insiste en ser circular; o tan trágica. 

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil.