“Nosotros queremos cambiar el sistema. Es algo mucho más profundo que una simple intervención”. Las palabras que utiliza Diego Lugano no son usadas habitualmente por los futbolistas.
Sin embargo, el ex capitán de la Celeste le explica a PERFIL de ese modo cuál es el objetivo que persiguen luego de que esta semana la FIFA, por pedido de los jugadores del seleccionado, interviniera la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), el equivalente a la AFA del otro lado del Río de la Plata.
La medida llegó como consecuencia del escándalo que estalló hace casi un mes por la difusión de audios que presuntamente exponían casos de extorsión, soborno y otros delitos entre dirigentes, y que originó la renuncia del presidente y candidato Wilmar Valdez.
Ahora, el camino que deberá recorrer la casa que organiza el fútbol oriental es similar al que atravesó la AFA luego del 38-38 de diciembre de 2015.
La FIFA comunicó que “el proceso electoral para ocupar el cargo de presidente de la AUF no cumple los requisitos de transparencia que establecen los estatutos de la FIFA y de la CONMEBOL”. Por eso, suspendió las elecciones y adelantó que nombrará un comité de regularización que estará a cargo hasta el 27 de febrero de 2019.
En un país en el que el fútbol atraviesa todas las esferas imaginables –incluso más que en Argentina–, la intervención de la FIFA se convirtió en noticia nacional. El gobierno de Tabaré Vázquez, a través de la ministra de Educación y Deportes, María Julia Muñoz, rechazó la acción que llegó desde Zurich y alegó la perdida de soberanía: “No puede haber un organismo internacional que intervenga asociaciones nacionales”, aseguró Muñoz.
El mayor interrogante ahora es qué pasará con el Maestro Oscar Washington Tabárez, al que se le venció el contrato luego del Mundial de Rusia, y en estos momentos no tiene con quién negociar su continuidad. De hecho, el próximo amistoso de la Celeste, el 7 de septiembre contra México, lo dirigirá el entrenador de la sub 20, Fabián Coito.
Centrales sindicales. Aunque resulte paradójico, la medida de la FIFA validó algo que ya estaba claro dentro de Uruguay, pero no tanto en el exterior: la solidez sindical con la que se manejan algunos de los referentes de la Selección, tildados estos días por el grupo mediático Tenfield y algunos directivos como “golpistas”.
A diferencia de lo que ocurre en otros países, los futbolistas uruguayos se interesan, se involucran y dejan claras sus posturas ante cada acontecimiento vinculado a la organización del fútbol oriental. Había sucedido hace dos años, cuando dieron una opinión colectiva en medio del tironeo entre Nike y Puma para ver quién se quedaba con la camiseta celeste.
El martes, el capitán Diego Godín publicó un comunicado oficial de los futbolistas de la Selección a través de su cuenta de Twitter. Lo difundieron, enseguida, los delanteros Luis Suárez y Edinson Cavani y el defensor José María Giménez. “Apoyamos de forma expresa esta medida de la FIFA", afirma el texto. "Es hora de que el fútbol en Uruguay se empiece a regir por la voluntad de todos los actores que lo integran, y no por presiones externas que obedecen a intereses de terceros".
El tiro por elevación era para la empresa Tenfield, propiedad de Paco Casal, que tiene los derechos televisivos del fútbol uruguayo y está fuertemente enfrentada con los jugadores de la Selección y con la mutual de futbolistas orientales.
Si bien Godín es el portavoz, el armador y el que diseña la estrategia entre la Selección, la mutual y la Organización de Fútbol del Interior –los tres espacios que le exigieron a la FIFA la intervención– es Lugano, el caudillo que se retiró en enero del fútbol profesional y que fue uno de los máximos referentes de esta generación de futbolistas. ¿Qué es el “sistema” que hay que cambiar para Lugano? Un entramado de “contratos eternos, mal hechos, desorganización interna, entrega de poder, poca democracia”.
“Queremos nuevos conceptos. Lealtad, nobleza. Hacer las cosas bien”, le dice Lugano a este diario. Y agrega: “Hay que asumir nuestro compromiso dentro de la sociedad y el fútbol. Porque el liderazgo y la confianza no se compran”.
El tiempo dirá si esos paradigmas, del otro lado del río, son algo más que lindas palabras.
(*) Nota publicada en el diario PERFIL