jueves 28 de marzo del 2024

Dejá ya de joder con la pelota

Por Daniel Fresco | Las primeras lecciones a los 2 años, el pibe extremadamente inquieto que solo se relajaba en el club y los posters de la NBA. La niñez de Manu Ginóbili.

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Raquel, la madre de Manu Ginóbili, lo recuerda muy bien. “Tac, tac, tac, tac…”. Con ese ruido tuvo que convivir diariamente cuando a Oscar Huevo Sánchez, el entrenador bahiense, se le ocurrió enseñarle a Manu a picar la pelota de básquet.

“Había vuelto de los Estados Unidos, de uno de los cursos, y se trajo unos guantes especiales para que los chicos aprendieran a picar la pelota y unos lentes que impedían mirar la pelota cuando la picaban. Manu tenía algo más de 2 años, hacía poco que había empezado a caminar… Yo le decía: ‘Pero no seas pesado, no ves que es muy chico’. Pero no había nada que hacer. Huevo era muy insistidor, un fanático”, dice hoy Raquel.

Yuyo, el padre de Emanuel, completa la descripción de los implementos que usaba Sánchez: “Los guantes tenían como un botoncito en la palma que obligaba a sentir la pelota con los dedos. Lo otro era una anteojera que se colocaba debajo de los ojos, sobre la nariz, que impedía ver hacia abajo y obligaba a mirar hacia delante. Es decir, obligaba a sentir la pelota y no a verla”.

Raquel –en la misma cocina en la que sucedía eso tantos años atrás– agrega: “Yo me reía con todas esas cosas. Y pensaba: ‘Qué puede picar Manu siendo tan chico’. Pero Huevo insistía. Le decía: ‘Poné la mano así’. Y así empezó Manu a aprender…”. Yuyo completa la escena: “Le decía ‘abrí los dedos’, ‘mové la muñeca’, ‘picala de esta manera’. Y Manu nos volvía locos con la pelota, picándola en la cocina”.

Para Oscar Sánchez fue natural enseñarle. “¿Por qué? Estábamos todo el día ahí. Era una familia de básquet. El club y la casa eran lo mismo. Son cosas que quizá surgieron de mi fanatismo, pero fue algo natural. Diría que fue algo memorable”.

Pero la experiencia del aprendizaje no terminó allí. Una vez que Manu empezó a dominar mejor la pelota, Sánchez agregó un poco más de trabajo. “Cuando tenía 3 o 4 años, en la misma cocina Raquel le ponía las sillas en fila para que las pasara haciendo zigzag. Después le enseñamos a tirar al aro…”

Ya entonces, los tres hermanos Ginóbili compartían el mismo dormitorio. Era una pieza que Yuyo hizo construir arriba del garaje. En la cama de la izquierda dormía Sebastián; en la del medio, Emanuel y en la de la derecha, Leandro. Con el correr de los años, las paredes de esa pieza quedarían totalmente decoradas con elementos vinculados al básquet. Trofeos, medallas y pósters, en especial de la NBA, ocuparían gran parte de las paredes, del tiempo y del pensamiento de los tres hermanos.

Los hermanos Ginóbili también pasaban mucho tiempo en la casa de sus abuelos maternos. Por entonces, Emanuel empezó a mostrar sus gustos por los números. Y su abuelo Bobotino tuvo bastante que ver. “Casi vivíamos en la casa de mis abuelos –dice Sebastián–. Nos gustaba ir, y a ellos les encantaba tenernos. Emanuel, ya a los 4 años, sabía sumar y restar. Era impresionante. Mi abuelo Constantino tuvo mucho que ver con eso. Manu hacía las cuentas y él se las corregía”.

Jorge, el papá, agrega que “era increíble la velocidad que tenía con los números. Agarraba el centímetro que usaba Raquel, leía los números y los iba sumando. Y sólo tenía 4 años. Lo que pasa es que era muy inquieto. A cada rato decía ‘me aburro’. Tenía que estar todo el tiempo haciendo algo”.

Manu saldaba esa necesidad de actividad permanente en Bahiense del Norte. Como lo habían hecho su padre de pequeño y sus hermanos después, comenzó a ir solo cuando tenía 5 años. “Mi señora lo tomaba de la mano, lo cruzaba la calle Estomba y desde ahí se iba solo. Desde muy chico. Le encantaba ir al club. Era como su segunda casa”, dice Yuyo.

“Casi siempre Jorge estaba allá. Y ahí jugaba a todo”, completa Raquel. Claro que Yuyo había tomado sus recaudos. Poco después del nacimiento de Manu lo asoció al club de la calle Salta 28. Así, Emanuel Ginóbili quedó registrado en Bahiense del Norte como el socio número 778.

(*) Nota publicada en el diario PERFIL.