jueves 28 de marzo del 2024

Asomando el hocico por la ordinariez

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Quizás sea la necesidad de vender un producto. Tal vez, cierto sentimiento culposo que nos fuerza a congraciarnos de antemano con los hinchas. O, quién te dice, sólo sea que uno quiere convencerse de que el tiempo que va a dispensar realmente valdrá la pena. Sea cual fuere el motivo, ya parece irreversible que los periodistas, en la previa de ciertos partidos hablemos de apasionante, excepcional o excluyente. Lo hacemos con los clásicos tradicionales, o cuando chocan dos punteros o, simplemente, cuando consideramos que los nombres y no necesariamente la vigencia, amerita la venta rimbombante. En casi todos los casos, fallamos mucho más que lo que acertamos.

Una vez más, nadie que no sea o hincha de Estudiantes, o hincha de Boca o haya estado obligado a prestarle atención por cuestiones laborales, debió dedicarle más que un puñado de minutos al partido muy merecidamente ganado por el Pincha, a quien los tres puntos no sólo lo sacó de una extrañísima –y corta, por cierto- serie negativa, sino que dejó en sus manos la chance de quedar como único puntero del torneo Apertura.

Fue un partido decididamente espantoso, en el cual la jugada decisiva, aquella del primer minuto de juego, quedó como una inmerecida y desubicada muestra de justeza y fluidez; el golazo de Marcos Rojo fue la gran trampa en la que cayó todo aquel que creyó que, con semejante comienzo, finalmente podíamos quedar en la puerta de un gran espectáculo. Lejos de ello, ese debe haber sido el único momento en el que la pelota no fue la gran víctima de la velada.

Por una mera cuestión de repercusión masiva, suele caerse en la tentación de empezar hablando de la nueva defección de Boca y no de los méritos de Estudiantes. Por cierto, el equipo de Alejandro Sabella representa una potencia sensiblemente superior a la boquense durante los últimos años. No sólo en números sino, fundamentalmente, en la composición de una idea y en la elaboración de un proyecto. Intentaré no caer en esa trampa.

Estudiantes ganó porque tuvo el gran acierto del partido; porque pese a los constantes cambios de nombres mantiene una estructura base que no se altera y porque, aun en desmedro de la calidad de juego ofensivo que lo viene caracterizando desde 2006, hoy dispone de la estructura defensiva más sólida del mercado. También ganó porque, a diferencia de su rival circunstancial, cuenta con dos líderes de esos que todo gran equipo necesita. Especialmente, cuando se atraviesa por alguna turbulencia. Uno de esos lideres es carismático, talentoso, de pegada brasileña y corazón competitivo bien criollo. La Brujita Verón es un poco todo en Estudiantes. El capitán, el de los tiros libres, el que juega por toda la cancha. Y podría ser –de algún modo, quizás también lo sea-, un poco técnico, un poco presidente y hasta el cebador de mate cuando la octava juega un sábado a la mañana en City Bell. El otro anda en silencio y vuela bajito como el carancho. Pero juega y entrega tanto que tiene todo el derecho de no comerse ninguna y, al final del partido, quejarse por lo inmerecido del reclamo de los hinchas. Que tremendo jugador que es el Chapu Braña. No descubro nada ni con uno ni con el otro. Pero, una vez más, en un partido difícil de clasificar como él, los dos asomaron el hocico por encima de la ordinariez masiva. No quería dejar de decirlo.

Estudiantes fue partícipe necesario del crimen futbolero perpetrado en Quilmes. Pero no fue el principal culpable. Es verdad que se encargó sistemáticamente de que a Boca, cada vez que tomaba la pelota, la cancha se le hiciera de papi futbol. Pocas veces uno puede ver durante 90 minutos a un equipo tener más jugadores que el rival allá por donde pase la pelota.

Pero ese mismo Estudiantes fue el que no sólo convirtió el único gol, sino el que más cerca estuvo de anotar otro.

Lo de Boca fue impresentable. Casi tanto como el partido. Y preocupante. Porque en un torneo cada vez más influenciado por el impulso anímico de un puñado de resultados favorables –desde ya, sin importar demasiado ni los modos ni los recursos-, el equipo de Borghi no dio la impresión de haber llegado al Sur ganando sus dos últimos partidos. Su técnico habló en las horas previas de la importancia que tiene para el jugador encarar una semana después de un éxito. Tambien habló de su necesidad de conseguir los mejores modos futboleros para alcanzar esa victoria. Por eso, sospecho que íntimamente el Bichi estará realmente preocupado ya que su equipo no sólo jugó muy mal, sino que no generó ni una situación clara de gol en todo el juego.

Que hubo mérito del rival, nadie lo duda. Pero aun sin animarme a adjudicarle porcentajes al asunto, creo que, sobre todo, lo que hubo fue impericia propia. Porque Estudiantes hizo lo necesario para interrumpir circuitos de juego colectivo, pero en Boca nadie tuvo ni el mínimo poder de desequilibrio individual como para romper el hechizo. Habrá que concluir en que no da lo mismo sumar de a tres ante Olimpo o ante Colón que jugar dignamente ante un rival sabio, áspero, persistente y que, además, te embocó de entrada.

Estudiantes, ya fue dicho, necesita ganarle a Gimnasia el próximo miércoles para quedar como único puntero. A Boca, con el nivel de ayer, ni siquiera la vuelta de Riquelme le bastará para jugar un fútbol que merezca ser visto.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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