viernes 29 de marzo del 2024

Radiografía de un campeón

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Estudiantes es un justo campeón del fútbol argentino. Vélez hizo los méritos, también, para ser campeón pero fue precisamente el enfrentamiento entre ambos, con aquel horrible 0 a 0, el que determinó, prematuramente y sin que nadie se diera cuenta, la diferencia para ser campeón. Aquella noche Estudiantes jugó a lo que quiso y Vélez apenas a lo que pudo. El pincha no lo dejó jugar al equipo de Gareca, de la misma forma que nunca más lo dejó ser el único puntero del torneo y le dejó compartir la punta solamente por una semana. Le costó brillar como lo hizo el equipo de Liniers en varios momentos del Apertura pero no hizo nada para perder el título. Y no es poco.

Cualquier análisis de Estudiantes, del 2006 para acá, debe empezar, indefectiblemente por Juan Sebastián Verón. El jugador “franquicia”, como le dirían en la NBA. La cara, la cabeza y el cuerpo, también, no ya de este equipo sino, más bien, de la institución toda. Verón, quien pese a no haber brillado en este torneo como en otros momentos recientes, ha logrado un par de cosas notables: juega mejor ahora (entiéndase por jugar mejor, comprender mejor el juego y las decisiones a tomar) que en sus momentos de esplendor europeo y logró una unanimidad de devoción de su gente superadora a la de Riquelme / Maradona en Boca y a la de Francescoli / Ortega en River. Comparable con la de Bochini en sus épocas de jugador de Independiente. 100% de apoyo. Desde su mentalidad, desde sus palabras, para adentro del grupo y para afuera y desde su omnipresencia en cancha, Estudiantes empezó a construir otro título.

Su entrenador, Alejandro Sabella, confirmó que el chiste que suele hacer su amigo Passarella tiene mucho de cierto: “El que sabía era Sabella”, ha dicho el Kaiser, más de una vez. Mostró un notable poder de adaptación a los diferentes inconvenientes que el equipo debió afrontar. Y, pese a que no es el estilo que prefiere, supo ser pragmático y adaptarse a un esquema más conservador. A partir de las lesiones de sus delanteros reacomodó el esquema y entendió que lo mejor era ocupar esos espacios con volantes o delanteros que llegaran libres y de frente a la jugada. Así llegaron al gol Mercado, Rojo, Braña, Hoyos o el mismo Chino Benítez. No se le cayó ningún anillo cuando entendió que empatar en Liniers era clave para sostener la diferencia. Jugó al empate y empató. Suele decirse en el fútbol que cuando un equipo juega a empatar lo más probable es que pierda como le pasó a Arsenal justamente con el pincha. Sin embargo, Estudiantes, sin Verón, aquel día jugó a empatar y lo hizo con maestría. Sin belleza, pero con maestría.

Los nombres propios son, como siempre y pese a la gran cantidad de jugadores que actuaron en el torneo, otro factor determinante. Todos suman. Desde Auzqui, Iberbia o Stefanatto hasta los de más renombre, pero estos últimos son los que deciden la historia. Como Agustín Orión, arquero de selección, ganador y preparado para actuar pocas veces por partido. Faltó contra Tigre, el pincha perdió y sintió su ausencia, vital a lo largo del Apertura.

Estudiantes tiene uno de los mejores centrales del fútbol argentino como Leandro Desábato, quien al igual que el Flaco Schiavi alcanzó el pináculo de su carrera pasado los 30 años. Cuenta con Germán Ré, de los defensores más completos y versátiles por su capacidad para jugar en los cuatro puestos de la defensa aunque el equipo haya defendido en este torneo con su línea de 3 o 5 defensores según las circunstancias del juego. Hay que agregar aquí a uno de los refuerzos elegidos por Sabella: Gabriel Mercado. Uno de los mejores laterales del fútbol local. Veloz, fuerte e inteligente para pasar al ataque, se transformó en el segundo goleador del equipo.

Braña, Enzo Pérez y la Gata Fernández parecen haberse puesto de acuerdo. Se repartieron el torneo en tres y en cada uno de esos tercios de campeonato fueron el jugador más destacado del equipo. Braña en el arranque. Llegó al gol y confirmó que su dupla con Verón es la mejor del futbol argentino. Siempre fue un futbolista inteligente pero acrecentó sus niveles de resolución en el aspecto creativo del juego. Su quite, garra y capacidad física siguen intactas. En la segunda parte creció Enzo Pérez. El mendocino, jugador con destino de selección, logró transformarse junto al Burrito Martínez en los dos jugadores más desequilibrantes del Apertura. Por momentos, ante algunas ausencias, Estudiantes resolvía situaciones con el simple recurso de tirarle la pelota a él. Y eso no es para cualquiera. Con un par de goles más podría haber sido el mejor jugador del torneo. Los goles precisamente fueron los que aportó el hombre clave de la tercera etapa, la decisiva. Gastón Fernández, igual que en la final de la Libertadores contra Cruzeiro, apareció en los momentos claves para hacer el o los goles del campeonato. Tan así fue que contra Arsenal hizo el gol del campeonato sin siquiera tocar la pelota. El cabezazo de Hernán Rodrigo López no hubiera terminado en gol sin la presencia, goleadora claro, de la Gata para molestar a Campestrini. Con su clase, frialdad y sabiendo fehacientemente que en el área rival siempre hay tiempo, Fernández fue el nombre clave en el cierre de la historia.

Lo del RoRo López es un capítulo aparte. El entrenador lo fue llevando de a poco, sabiendo mejor que nadie lo que podía dar y en que momento podía hacerlo. Cuando la posibilidad de un partido final parecía hacerse realidad, es decir cuando lo necesitó, lo tiró a la cancha y una vez más acertó. Sabella no lo puso para ver si hacía el gol de la final, lo puso para que lo haga, que no es lo mismo. Ah, y por las dudas, hizo dos.

Aportaron los pibes Federico Fernández y Rojo que jugaron como hombres. Sumó como siempre el Chino Benítez dueño de la pelota parada, recurso determinante para ganar más de un partido. Y tuvieron su momento importante Pereyra, Leandro González o el mismo Peñalba.

Estudiantes fue un equipo. Sólido, compacto, inteligente y eficaz. Sin grandes brillos pese a contar con material para aportarlo pero supo ponerse el overol y ser un verdadero equipo. Como siempre y más que nunca.

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