sábado 20 de abril del 2024

El padre Karras y el misterio de la ventana

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“A la eterna actividad y a la fuerza felizmente creadora, opones tú la mano helada del diablo, que en vano se crispa delirante. ¡Preciso será cambiar de rumbo, hijo del caos!” De Fausto a Mefistófeles, en “Fausto” (1806), de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)

—Lo sabía, ¿verdad? Vamos, ¿cuál fue la señal? ¿Una voz? ¿Un signo?

—Oiga, ¿qué le pasa? ¿Qué hace acá?

—No sea patético, Asch. “¡Ouh nou…!”, escribió la semana pasada cuando aceptó que todos veían a Racing como candidato. Entonces sucedió. Hubo señales, Asch. Usted supo verlas. ¡Deme su mano! Repita. ¡Exorcizamus te, omnis immundus spiritus, omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis congregatio et secta diabolica…!

Todavía mantenía ese físico de boxeador bajo la camisa negra, con el alzacuello desprendido y la mirada triste. La última vez que vi al padre Damien Karras su rostro viraba al verde, poseído por un demonio que, de todos modos, nunca abandonó a Linda Blair que, a los 52, todavía sigue siendo Regan, la niña poseída de El exorcista (1973). Entonces fue cuando, heroico, se arrojó por la ventana para salvar su alma. The End.

Logré que se calmara y se sentó en mi escritorio. Sus manos temblaban. Tartamudeaba, repetía oraciones en latín, me rogaba que lo ayude a salvar a sus amigos Russo y Falcioni. ¡¿Quiénes?!

—¿De dónde diablos conoce usted a dos técnicos de fútbol, Karras?

—¡Shh…! No lo nombre que El oye todo –susurró– ¿De dónde los conozco? ¡De la ventana! Los veo caer, como yo, todo el tiempo. Algunos por propia decisión. A los demás, los tiran. Nadie se salva. ¡Ni Russo con una Libertadores! ¿Y Falcioni? ¿Recuerda lo que dijo el ex referí Collado? ¡Los jugadores de Colón salían “sin ganas” para echarlo! Que el Altísimo nos proteja con su infinita misericordia… Todos poseídos...

—¿Y ahora qué diablos pasa, Karras?

—(Se altera de nuevo) ¡Le dije que no lo nombraraaa…! El caso Racing es grave. Usted lo sabe. Coincido con su vieja teoría: el club efectivamente murió el 4 de marzo de 1999, cuando la síndica Ripoll dijo: “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”. Lo que vino después, incluido el patético festejo de 2001 cuando todo se caía, fue una no-vida concedida por el Mal. “Nosferatu”, en rumano. ¡Blanquiceleste! Esos chupasangres…

—Oiga, eso ya es historia. ¿No sabe que en Racing hubo elecciones en 2008 y que ganó Rodolfo Molina?

—Sí, claro. ¡Pero acá hablamos de una resurrección, Asch! Eso no es joda, viejo… Cuando vi a Molina pensé que era colega. ¿Notó que tiene cara de curita? ¡Hasta llevaron a uno de verdad, el padre Juan Gabriel, como dirigente! ¿Eso no le dice nada? Je. Fue inútil. No pudieron. Ni el cura con su tatuaje del Cristo académico ni nadie. Racing está poseído. Como la dulce niña Regan. Como Reagan, pero Ronald; Perciavalle, que se encontró con Hitler en un plato volador, o Susana Giménez que, como Fausto, hizo un pacto con Mefistófeles para gozar de la eterna juventud.

—No, Karras… ¡Eso es Photoshop!

—Belcebú, Lucifer, Belzebú, Luzbel, Metatron… ¡Photoshop! El Maligno no tiene nombre y los tiene todos. La maldición se ha enquistado, Asch. Aquel rayo, el misterioso mal de Yacob, el desgarro de Toranzo, la rodilla de Gio, los goles que no hace Lugüercio… ¡Hay que hacer algo!

—Lo de Racing es claro: otra vez a juntar porotos. Pero, ¿y Falcioni?

Karras hizo silencio. Frunció el ceño. El tema, era obvio, lo perturbaba.

—Hay una presencia. ¡Una presencia…! Una energía oscura y poderosa que desata las tormentas más atroces en el alma de los mortales.

—El Enganche Melancólico.

—¡A éste sí puede nombrarlo, Asch! Ri-quel-me. Gran jugador y mejor generador de conflictos. “Lindo contratito te consiguió tu amigo”, dicen que la Voz taladró en los oídos del recién llegado. ¡Maligno! Algo parecido le pasó a mi gran amigo Coco Basile, al que veo seguido en el Faena. Tenía un equipazo sin Maradona y por culpa del maldito 0-5 con Colombia lo tuvo que citar, obligado... ¡y el gordo le arruinó el Mundial!

—¿Entonces Riquelme le arruina el equipo a Falcioni, Karras?

—¡Le rompe el santísimo equilibrio del 4-4-2! Juega parado. Tiene las rodillas a la miseria y un contrato eterno, acaso firmado con una gota de sangre con ese nuevo demonio, Photoshop. ¡Nos engaña con verdades a medias; un enganche, toques para el costado, un pelotazo en el palo! Su mandato es dividir y reinar. Créame…

No hay nada peor que un liberal asustado o un místico en pleno brote. Karras estaba peor que yo con Riquelme, pobre, y hasta me habló de otros pactos espurios: Verón, Fort, Miguel del Sel, Nacha Guevara, Cobos…

—¡La ventana, Asch! Los tirarán y caerán como alguna vez caí yo para salvar a esa maldita que, encima, no filmó ni una película decente en su vida. Salvémoslos. ¡Ya, ya…!

“¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya, aleluyaaaaaaaa...!, lo sentía cantar mientras bajaba en el ascensor y yo me preguntaba por qué razón el fútbol, como el amor, las publicidades de yogur, la muerte o las campañas políticas consiguen sumergirlo a uno en sensaciones tan abismales, absurdas, tragicómicas, herméticas, incomprensibles para la mente del no iniciado.