martes 23 de abril del 2024

Las culpas siempre las tiene otro

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Da vergüenza ajena. Molesta e irrita ver la tozudez y la implacable regla de la “ventajita” que aplican sistemáticamente casi todos los futbolistas argentinos. El reclamo destemplado, la pierna mal puesta, las culpas de todos los demás menos de uno mismo. Repasando los detalles del último fin de semana, podemos verificar varias perlitas: Mauricio Caranta, el arquero de Lanús, recibió una merecida tarjeta amarilla después de reclamar a los gritos y con gestos ampulosos que el juez Patricio Loustau determinara –correctamente- que el penal que había atajado se ejecutara nuevamente. Lo hizo el colega banfileño Bologna y convirtió. Eso alcanzó para que una vez consumada la derrota granate, los futbolistas encabezados por Diego Valeri le echaran la culpa al juez por el desarrollo del juego.

Roberto Bugallo, el mediático presidente de All Boys, responsabilizó al juez Delfino por las dos tarjetas amarillas al  mediocampista Barrientos, que dejó al cuadro de Floresta con un hombre menos y abrió el camino a los tres goles de San Lorenzo. Bugallo fue más allá: habló de una persecución a Barrientos por el affaire con Giovanni Moreno y señaló que Delfino ya los venía perjudicando antes. Detalle estadístico: Delfino solamente arbitró a All Boys en el empate que consiguió durante el Apertura en la cancha de Huracán. En la Primera B Nacional, no lo había dirigido. Para unos, la culpa fue de Loustau. Para otros, el enemigo ha sido Delfino. Lanús y All Boys, hermanados en la protesta.

Tras la merecida victoria que consiguió Estudiantes sobre Gimnasia en un deslucido clásico de La Plata, fue el entrenador perdedor, Ángel Cappa, quien cargó sobre su propia defensa pero también criticó el supuesto “pelotazo” que llevó a la concreción del primer gol de Gastón Fernández. Como si tirar un pelotazo, un pase largo o un rechazo que capitalice un defensor no estuviera permitido…

Todas las voces de protesta, la enorme cantidad de reclamos ejercidos en función de cómo le ha ido a cada equipo, forman parte de las reglas que hoy se afirman en el fútbol argentino. En un país acostumbrado a celebrar la ventajita, aplaudir a quien saca provecho de alguna debilidad o del aprovechamiento de las fallas y la falta de sanción arbitral, vale todo. No nos olvidemos que se vive como  se juega, según han dicho los que saben: el truco es el juego nacional de naipes. Un divertimento en el que se miente, se engaña, se  ridiculiza al rival y es un monumento al embuste. Bien argentino. La gambeta, característica del fútbol argentino, es un poco eso también: voy para allá y te engaño, porque en realidad pensaba ir por el otro lado, así te dejo en ridículo. Hoy está de moda tirar la pelota afuera y correr alegremente a sacar el lateral como si la hubiera rechazado un rival...

Faltan 45 puntos en el Clausura, cualquiera puede ser campeón, la lucha por la permanencia promete ser dura y caliente, las acusaciones cruzadas y la manía bien argentina de quitarse la responsabilidad de encima está a la orden del día. Una pena que nada  pareciera influir para cambiarnos la cabeza.

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