martes 16 de abril del 2024

El salvataje de ayer, el riesgo de hoy

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El promedio fue creado para que los equipos grandes que tuvieran una mala campaña pudieran recuperarse pronto. El primer grande que descendió fue San Lorenzo, en 1981. No fue por promedio, sino por puntos. Terminó anteúltimo, después de perder 1-0 con Argentinos Juniors, su competidor directo. Esta caída de San Lorenzo –enmarcada en un derrumbe deportivo e institucional que incluyó la pérdida del estadio de Avenida La Plata– llevó a los dirigentes de los equipos grandes a proponerle a Julio Grondona el “descenso por promedios”. Algún memorioso recordaba que otro presidente de la AFA, Raúl Colombo, había establecido este sistema en la temporada 1961, que tomaba las campañas de los años ’59, ’60 y ’61.

Antes del comienzo del Metropolitano de 1983, la AFA sacó el decreto de la tranquilidad. Este torneo promediaría sólo los torneos ’82/’83, pero, a partir del ’84 serían tres las temporadas evaluadas. El Metro ’83 entregó un par de sorpresas. La primera y más importante es que el primer torneo de la nueva era de descensos por promedio se llevó a Racing a Primera B. Terminó último en la tabla de los coeficientes, un punto de promedio por debajo de Nueva Chicago, que también se fue.

En ese Metropolitano del ’83, River terminó anteúltimo y se salvó del descenso por poco. Quedó cuarto empezando desde abajo en los promedios. Hoy sería zona de promoción. Sólo un 1,5 punto de promedio lo separó de Chicago y 1 de Platense, salvado de milagro de ir a la B.

Aquel mismo sistema de promedios que lo salvó hace 24 años, lo tiene hoy en jaque. Ahora River sufre horrores por estas malas campañas de las últimas tres temporadas. La gestión de José María Aguilar dejó un plantel demasiado modesto en relación a las ambiciones de un club como River y un panorama institucional desolador. Apenas asumió Daniel Passarella como presidente, gente especializada le dijo: “Te van a pedir figuras internacionales, pero vos no les hagas caso. Arreglá la estructura del Monumental porque las bases están corroídas y te lo van a clausurar. Y sin el estadio, no tenés club”. Passarella no podía pensar en un nueve, tenía que levantar el club. Lo fue poniendo de pie y, mal que mal, enderezó el barco.

Juan José López cumplió una rueda dirigiendo a River. Hace 19 partidos que les hizo tomar conciencia a todos de que hay una chance de que el equipo y el club bajen de categoría. Un dato saliente es que las únicas cuatro derrotas del River dirigido por Jota Jota ocurrieron en el Monumental: 0-4 con Estudiantes, 1-2 con Vélez, 1-2 con Godoy Cruz y 0-2 con All Boys. Nunca perdió afuera. Una lectura rápida podría ser que, como este equipo está hecho para engordar el promedio, defiende mejor que lo que ataca y que cuando debe asumir roles históricos (buscar el arco rival, agredir) no lo hace bien. O no tiene la paciencia suficiente. Ahora tiene que ir a la Bombonera con el agua al cuello. De visitante le fue bien. Tuvo solidez y a un gran Carrizo. Habrá que ver si ante Boca esto es suficiente. Independiente, junto a Boca y River, integra el privilegiado trío de equipos que jamás descendieron. Hoy está como River, tiene el mismo coeficiente, los mismos insuficientes puntos sumados en las últimas tres temporadas. River escogió mal los objetivos a mitad de año. Angel Cappa llegó hablando de la riquísima historia millonaria y presentó un River endeble y sin el poder de fuego adecuado. Se fue después de estar siete partidos sin ganar.

Independiente, por su parte, dijo tener un destino, un plan. Menotti era el mánager, Garnero el técnico. “Vamos a formar una escuela de técnicos de Independiente”, soñó César. No pudo ser. Independiente empezó muy mal el Apertura ’10 y Dany dio un portazo después de un 0-4 oprobioso ante Banfield, en la 7° fecha. Julio Comparada recurrió a Antonio Mohamed. Acá hay una coincidencia con Jota Jota: debutó jugando contra su archirrival y ganando 1-0 de local.

La obtención de la Copa Sudamericana le sirvió de oasis en medio de una gran sequía, pero los resultados posteriores hablan de un desaprovechamiento de ese logro. No sirvió más que para que los jugadores se ganen unos buenos pesos y para que Mohamed sume un título en su foja de servicios. Pero al equipo no le sirvió. El Turco no pudo/supo potenciar a ese plantel campeón, no se eligieron bien los refuerzos (a esta altura, resulta inexplicable la contratación de Jairo Castillo) y el estado físico del equipo muestra un serio déficit con dos síntomas inequívocos: la gran cantidad de lesiones musculares que sufrieron los jugadores y la caída vertical del rendimiento en la mayoría de los segundos tiempos. Tiene buenos pasajes, pero, indefectiblemente, no puede completar un buen partido. El club contrató al doctor Prada, del Cenard, para entender por qué jugadores lesionados tardan en volver o por qué hay tantas lesiones musculares.

Independiente vio de cerca algún peligro de descenso en 1980, cuando dos victorias por 1-0 con goles de Jorge Olguín (ante Quilmes, en Avellaneda, y Tigre, en Victoria) lo pusieron a cubierto en un torneo que tuvo tres descensos por puntos. Esos lugares, finalmente, los ocuparon Tigre, All Boys y Quilmes. En 2002 debió alquilar un equipo para ganar el Apertura porque los problemas de promedio lo hubiesen puesto en peligro al término de la temporada 2002/2003. Hoy las cosas son distintas: si no suma con Olimpo, la cosa se le pondrá difícil. Aún más que a River, porque su irregularidad y sus problemas internos no lo dejan vivir en paz.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil