jueves 28 de marzo del 2024

El costado oscuro de Palermo: "La 12"

Palermo siempre tuvo una estrecha relación con la barra de Boca. Desde visitas a las cárceles hasta dedicatoria en los goles. Todo por un extraño y mutuo amor.

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Se va el ídolo, el políticamente correcto, al que La 12 le agradecerá con una bandera grande por todo; por todo son los goles y las veces que el goleador fue la figurita en las peñas, donde la barra recaudaba cerca de 30 mil pesos por cada evento. “La relación era de mutua conveniencia”, cuenta en off un allegado a ambas partes. Y detalla: “Martín colaboraba sin poner plata y la hinchada lo defendía a muerte”.

El penal de Palermo no es una ejecución desde doce pasos. Rafa Di Zeo y compañía estaban presos por agredir a hinchas de Chacarita en un amistoso disputado en la Bombonera. Martín, el Loco, el jugador-bandera de los muchachos de las banderas los fue a visitar a la cárcel de Ezeiza. Por entonces, lo acompañaron sus amigos del plantel Rodrigo Palacio y Pablo Migliore. Rafa, el jefe de La 12, el que manejaba un negocio cuyo medio de producción era la violencia y facturaba 200 mil pesos mensuales, lo recibió con abrazos. El rey del área y el que mandaba en la segunda bandeja se respetaban mutuamente. Aquella charla amistosa de 40 minutos fue el 12 de abril de 2007. La noticia la hizo trascender el periodista Gustavo Grabia, del diario Olé. Sin embargo, Palermo refrendó en cancha la relación políticamente incorrecta. Iban 21 minutos del primer tiempo cuando el nueve anotó su gol 147 en Boca, contra Argentinos Juniors. El festejo fue de cara a la barra brava, que todavía levantaba altares a sus santos presos. Palermo, el menos polémico de los dos líderes de Boca, se cruzaba los brazos, como si estuviese esposado. Guiño para Di Zeo. La Bombonera fue el escenario testigo del mensaje; carta de amor a un preso.

Coincidentemente otro 12 de abril, tres años después de aquella visita al pabellón de Ezeiza, Palermo marcó su gol más bendito, el 219. Fue el día del récord, la vez que se consagró como el máximo goleador de la historia del club. Como debía ser, fue en la Bombonera. Su toque fue el broche estadístico; lo genial fue lo otro: la jugada previa y el pase de Riquelme. Mientras el nueve miró a La 12, el diez se paseó por un costado, de frente a la platea. No hubo abrazos entre ellos, ahí, donde lo exigía el protocolo. Riquelme, el socio-enemigo de Palermo, prefirió felicitarlo en el vestuario, sin la mirada de la barra. “Siempre festejo con quien me asiste, pero ahora fue distinto. Todos lo vieron y lo pueden analizar. Me sentí incómodo. No quiero hablar, que cada uno saque sus conclusiones”, apuntó el delantero sin querer buscar polémica, pero sobrepasado por una situación que le era definitivamente indefendible.

Después, Riquelme aclaró que no quería gritar el gol en ese sector. Sugestivo. En la previa de aquel 4-0 a Arsenal, la barra había apretado a los jugadores; a todos, salvo a Palermo. Una nota publicada por Grabia detalló el episodio: “‘Palermo es el único que entiende lo que está pasando. (…) Acá hay que correr y dejar el puterío de lado. Si se quieren o no nos importa poco, pero la pelota se la pasan y se tiran al piso’, exigieron los barras”.

Por el desaire de Riquelme en plena cancha, La 12 sumó un estandarte al despliegue habitual de cotillón: “Martín Palermo, mi único héroe en este lío”, rezaba la bandera. Poesía ricotera.

Queda en la confusión la vez que tres hombres de la segunda línea liderada por Mauro Martín increparon a Palermo, luego de una práctica. Aquel 31 de agosto de 2009 le dijeron: “Ni el Flaco te va a salvar”. Se referían a Rafael Di Zeo. Igual el pasado, pisado. Palermo hoy se despide de los hinchas en su casa. Y la barra le dirá adiós al jugador que más jugó para La 12.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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