jueves 28 de marzo del 2024

Sabella: un muchacho de Palermo

La vida de "el" candidato a dirigir la Selección. De niño bien a jugador y técnico exitoso.

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Billinghurst al 1300. Allí, en el coqueto barrio de Palermo, nació hace 56 años y se crió Alejandro Sabella. Y también allí se inició en el fútbol quien hoy es "el" candidato a reemplazar a Sergio Batista al frente de la Selección, jugando en los torneos internos del muy aristocrático club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.

Por esos campeonatos de GEBA ya había pasado su padre, el ingeniero agronómo Luis Jorge Sabella, por lo que no fue extraño que también él comenzara a jugar allí a comienzos de los años ’60 junto con su hermano mayor, Marcelo. Claro que, al mismo tiempo, el jovencito debía estudiar, lo que no le representaba ninguna carga.

“Me dedicaba y era inteligente para entender rápidamente las lecciones. A medida que fui creciendo, me di cuenta que retenía todo con facilidad”, recordaría el propio Alejandro a los 20 años entrevistado por la desaparecida revista Goles.

De GEBA saltó sin escalas a las inferiores de River, aunque primero tentó suerte en un club por el que, aún siendo ya jugador de la primera millonaria, no dudaría en confesar sus simpatías en aquella entrevista de 1975: “Fui a probarme a Boca, porque era el equipo que más me gustaba. Me dijeron que era muy chiquito, que mi físico todavía no estaba para jugar en quinta división”.

Antes de probarse en Núñez, inclusive, aquel chico de 16 años lo haría en otro club. “Después intenté en Racing. Cuando me presenté, me citaron para el día siguiente para hacer gimnasia… Creí que iba a rebotar otra vez y no volví más. No pensaba presentarme nunca más, hasta que decidí venir a River como último lance… Don Bruno Rodolfi me hizo ingresar”, confiaría.

La presión familiar hizo que, aún luego de debutar oficialmente en Primera con la casaca de la banda en 1974 y de jugar en marzo de ese año el torneo “Juventudes de América” en Chile con el Sub-19, terminara primer año en la Facultad de Derecho y siguiera debatiéndose entre el fútbol y el estudio, si bien íntimamente tenía en claro que lo suyo era intentar ganarse un puesto en aquella formación que, dirigida por Angel Labruna, pondría fin en 1975 a una increíble racha de 18 años sin ganar títulos de River.

Por eso, aquel impasse en que había entrado su carrera de abogacía sería definitivo. Y también por esa íntima convicción de que podía triunfar como futbolista, no le importó quedar a la sombra del Beto Alonso ni ser nuevamente relegado luego de la partida del ídolo riverplatense a Francia en 1976, cuando todos esperaban que terminaran de explotar las grandes condiciones que tenía como 10 pese al apodo de “Pachorra” que cierta lentitud le acarrearía.

El regreso de Alonso terminó por condenarlo al ostracismo en River, que por ello no tuvo problemas en venderlo al Sheffield United de Inglaterra en julio de 1978. Así, se convirtió junto con Osvaldo Ardiles y Ricardo Villa en uno de los primeros argentinos en jugar en ese país, donde si bien no logró triunfar como sus dos compatriotas del Tottenham Hotspurs no tardó en asimilarse a la cultura y la disciplina del fútbol europeo.

El resto de su trayectoria como futbolista es bien conocido: su regreso desde el Leeds United inglés a Argentina para jugar en Estudiantes en 1982, sus grandes campañas con aquel gran equipo acuñado por Carlos Bilardo que obtendría el Metro ’82 y el Nacional ’83, su paso por la Selección también dirigida por Bilardo (fue titular en la Copa América del ’83 y jugó amistosos entre ese año y el siguiente), un paso de un año por el Gremio de Brasil, su breve retorno a los pinchas en 1987 y el retiro tras alternar como veterano en Ferro y el Irapuato de México.

Ya como técnico, volvió a pasar varios años a la sombra de otro peso pesado con el que había coincidido siendo muy joven en River: Daniel Passarella. Fue su ayudante de campo en River, la Selección Argentina, el Parma de Italia, la Selección Uruguaya, el Monterrey de México y el Corinthians de Brasil.

Finalmente, y luego de regresar a River con Passarella en 2006, en marzo de 2009 su querido Estudiantes volvió a confiar en él para que asumiera al frente de un equipo que venía de salir campeón pocos años antes con Diego Simeone como DT, y que bien podría habérselo fagocitado en pocos partidos como venía de hacerlo con Roberto Sensini y Leonardo Astrada.

Al mando de ese plantel con el que obtendría la Libertadores de 2009 y el Apertura 2010, Sabella demostró una personalidad bien fuerte sin apartarse nunca del perfil bajo, la tranquilidad y el respeto que desde joven supo exhibir. Y por eso, más allá de gran candidato a dirigir la Selección hoy es considerado todo un señor en el fútbol argentino. Aunque, en el fondo, siga siendo también aquel chico rebelde de Palermo.