martes 16 de abril del 2024

El verso de la generación del '86

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Por primera vez desde la verdadera y única refundación de las selecciones nacionales, allá por 1974 y con Cesar Luis Menotti a la cabeza, un entrenador de la selección mayor ha durado en su cargo menos de un año. Sería un facilismo concluir entonces que, el fútbol argentino ha retrocedido (término que se usa mucho y no se sabe bien qué significa) unos cuarenta años. Lo cierto es que éstas prácticas eran usuales en los '60 cuando los técnicos de la selección duraban meses y los futbolistas evitaban ser convocados para no sufrir papelones.

Fue precisamente un papelón todo lo que rodeó la salida de Batista. Desde el miércoles a la tarde, su despido era un hecho. Así y todo nadie se lo comunicó al entrenador que colaboró con alguna declaración en la que trataba de sostener lo insostenible. Carlos Bilardo, en su inconcebible función de manager, afirmó antes de la oficialización del despido: " Y, cuando el río suena... ", como si no fuese él quien debiera saber exactamente lo que sucedía. Otra vez más la palabra " traición" que Diego Maradona había aplicado a la conducta de Bilardo, aparece en escena. Bilardo se reconoció culpable de haber apostado a la mal llamada "generación del ' 86" pero, pese a ser el factótum de la idea, sobrevivió una vez más a la poda. Cuando asumió Maradona, el narigón dijo: "Si se va la cabeza nos vamos todos", pero no cumplió, argumentando que a Diego no lo habían echado sino que había renunciado. Ahora, Batista fue despedido, pero Bilardo, ya sin argumentos que esgrimir, sigue. A su favor hay que recordar que quien apostó fuerte por el Checho fue Grondona y Bilardo solo acompañó el movimiento. Desde la idea de juego y desde lo discursivo, Bilardo y Batista no tienen nada que ver. Solo comparten el título del '86.

La refundación de la selección nacional es un verso. Eso está claro. A tal punto que dependía de un penal. Si Argentina hubiese ganado su serie de tiros penales con Uruguay, seguramente no estaríamos hablando de ésta historia. Ninguno de los últimos entrenadores contratados encarnaban la idea de un proyecto de trabajo. Solamente cuando Pekerman, poco más que un desconocido, irrumpió en la vida futbolística de los argentinos en el año 1994, se construyó una idea con visión de futuro. Fue José el que apostó por Bielsa en la mayor y juntos lograron que la idea real de un trabajo duradero fuese realidad, al menos por seis años, desde 1998 hasta la renuncia del Loco en 2004.

La inevitable salida de los actuales entrenadores de las juveniles confirma que no alcanza con la chapa del último mundial ganado para adueñarse del derecho a conducir. Y menos aún cuando se habla de los más chicos. El fútbol argentino se vió obligado a pagar una supuesta deuda de gratitud a los futbolistas campeones del '86 dándoles la posibilidad de manejar los destinos de las selecciones nacionales. Esto fue fogoneado durante muchos años por varios comunicadores que, hoy, parecen haberse olvidado. Y fue sostenido como cabeza de grupo por Bilardo quien pareciera sufrir de amnesia. Lo cierto es que formar parte de un equipo campeón no significa más que eso. No habla de un proyecto ni de una idea concreta. No son lo mismo, ni piensan, ni actúan igual, Bilardo, ni Batista, ni Garré o el mismo Héctor Enrique. Y quedó altamente demostrado. Excluyo de esta enunciación a Maradona por razones obvias. Diego no entra en ningún encasillamiento posible.

El técnico será Sabella y la fórmula vuelve a ser la misma que se utilizó antes de Maradona, Batista y la generación del '86: elegir un entrenador exitoso en los últimos años y punto.

El éxito de su trabajo es impredecible, por supuesto, de la misma forma que, ultimamente, son impredecibles todas las decisiones que rodean a nuestra bendita selección argentina.