jueves 28 de marzo del 2024

El cuarto de siglo de "Sir Alex"

Ferguson cumple 25 años al frente del Manchester United. La vida de un líder que organizó huelgas, aconsejaba a Tony Blair y masca chicle.

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—¿Qué harías si tu mejor futbolista, por más brillante que sea, hiciera lo que se le antoja y no lo que vos le pedís? –le preguntó el entonces primer ministro del Reino Unido, Anthony Blair, a su amigo, en alusión a sus cortocircuitos con su ministro de Economía, Gordon Brown.

—Lo sacaría del equipo –respondió, sin pestañear, Alex Ferguson.

La anécdota pertenece al mismísimo Blair, que la escribió en su libro de memorias, A Journey. Sin embargo, Blair no siguió el consejo y a los meses, el 27 de junio de 2007, Brown lo sucedía en el cargo. Ferguson, consecuente, apoyó entonces a Brown (hasta le entregó una camiseta del Manchester United con su nombre impreso). Lógico, Ferguson es un militante del Partido Laborista. No es, por si acaso, un advenedizo. Muy por el contrario: “Mis padres eran de izquierda. Vivíamos en un barrio, Govan, de clase trabajadora en Glasgow y siempre fui consciente de que las familias debían apoyarse unas a otras”, le explicó a otro amigo, Alastair Campbell, ex director de Comunicaciones y Estrategia del gobierno de Blair, en una entrevista publicada el 19 de marzo de 2009 en la revista New Statesman. A los 21 años, trabajaba junto a su padre en un astillero de Clydeside y lideró una huelga para exigir aumentos salariales. “Entendí entonces cuán importante es que un trabajador tenga una apropiada representación sindical”, confió. “Me terminé de politizar en 1986, cuando mi madre se estaba muriendo. Estaba internada en un hospital de Glasgow que tenía las paredes rotas, con los médicos y las enfermeras con sobrecarga de trabajo. Una indignidad. Vi siempre al Laborista como el partido que luchaba por mejorar la salud de la gente pobre y a los tories como lo contrario: los que se preocupaban sólo por los ricos”, complementó.

No por nada critica cuando puede al primer ministro, David Cameron, e intervino en mayo en la campaña electoral para el Parlamento de Escocia. Escribió a cien mil votantes (identificados como indecisos, ellos): “Hoy tenemos un primer ministro tory que está haciendo recortes presupuestarios. Por eso, Escocia necesita un equipo fuerte que peleé por las familias, el empleo y los servicios públicos. ¿Es el Partido Laborista perfecto? No. Pero en los años en que gobernó en el Reino Unido y en Escocia, se ocupó de esos frentes. Y lo puede volver a hacer. Espero que apoyen a mi equipo en estas elecciones”. Iain Gray, candidato del Partido Laborista por el que Ferguson había pedido apoyo, fue reelecto por 155 votos.

Hoy, a los 69 años, Ferguson es –permítase la exageración– el único líder laborista que sigue en su cargo en Inglaterra. Hace 25 años (se cumplen mañana) que entrena a esa superpotencia futbolística llamada Manchester United.

La prehistoria. El contrafactual es, por definición, imposible de comprobar, pero la pregunta vale igual: ¿qué habría pasado con Ferguson si Jock Stein no se hubiera muerto? El 10 de septiembre de 1985, Escocia definía con Gales el avance al repechaje para el Mundial de 1986. Stein era el entrenador de Escocia. Ferguson, su ayudante de campo. A falta de dos minutos, con el partido 1-1, lo que iba a permitir que su selección definiera la clasificación con Australia, Stein, de 62 años, sufrió un paro cardíaco y murió en la cancha. Estaba sentado al lado de Ferguson. En consecuencia, Ferguson relevó en el cargo a su “mentor y maestro” y dirigió sin suerte a Escocia en el Mundial (fue eliminada en primera ronda), escala previa a su contratación por parte del Manchester United, club que no obtenía la competencia de cabotaje desde 1967.

Ferguson era ya un entrenador de cierto renombre: con el Aberdeen, había destronado, con tres títulos, a los gigantes de Escocia, Glasgow Rangers y Celtic, y hasta había conseguido una Recopa de Europa ante el Real Madrid. Ascenso meteórico para un entrenador que se había iniciado en 1974, al frente del East Stirlingshire, de la Segunda División de Escocia. Allí percibía cuarenta libras esterlinas a la semana, el equipo no tenía arquero y el presidente lo despidió a los tres meses, cuando Ferguson se negó a poner a su hijastro.

Ferguson debutó en el Manchester United con una derrota 2-0 ante el Oxford United. Dejó que desear, por lo demás, en sus primeras cinco temporadas. Pero la paciencia de la dirigencia del club fue más que recompensada: desde 1990, el Manchester United consiguió 37 títulos.

Díganme Sir. Gruñón, a la vez que exigente, Ferguson se desvive para que sus jugadores sean unidos: “En 1997, un día le comenté a Tony (Blair) que estaría bien mientras pudiera mantener a sus funcionarios clave juntos al mismo tiempo en la misma habitación. Nadie puede progresar por sí solo”. Son explicables, por ende, los conflictos entre Ferguson y los mejores futbolistas del equipo. Vaya un ejemplo: en la temporada 1988/89, excluyó (y después vendió) a Paul McGrath y Norman Whiteside, porque habían aparecido borrachos en un programa de televisión. Vaya otro: contrató a Eric Cantona (“una de mis mejores compras”), pero cuando el atacante francés se volvió ingobernable, lo indujo a que dejara el fútbol, cuando apenas tenía treinta años. Otro: a David Beckham le revoleó un zapato por la cabeza (“fue extraño: si lo intentara un millón de veces más, no me saldría”). Ultimo: en Inglaterra, se define como el hairdryer treatment (secador de pelo) a los insultos que Ferguson profiere face-to-face a sus jugadores (explica Andy Cole, un ex atacante del equipo: “En el club no nos daban toallas para secarnos: venía Alex a gritarnos en la cara”).

La sucesión. Aunque no sabe (o no dice) cuándo se va a jubilar, Ferguson ya deslizó que aprobaría que lo sucediera José Mourinho. Cuando el entrenador del Real Madrid dirigía al Chelsea, solía tomar vino con su amigo Ferguson. “Cuando nos vemos, José me llama ‘Boss’ o ‘Big Man’, pero sería sensacional que su admiración hacia mí viniera acompañada de un vino decente, y no esa porquería que trae siempre”, bromeó Ferguson.

Por lo pronto, que lo reemplace Mou es probable. No así que lo haga uno de sus hijos, Darren Ferguson, que entrena al Peterborough, un equipo que viene de caer en los últimos tres partidos de la Segunda División de Inglaterra.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario Perfil

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