jueves 25 de abril del 2024

El villano tonto y la intolerable igualdad

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“La igualdad hace disminuir la felicidad individual, pero abre la via para la ausencia del dolor de todos. Al final de la meta estaría ciertamente la ausencia de dolor, pero también, la ausencia de felicidad.” De “Humano demasiado humano”,  II, “El caminante y su sombra”, 202, Friedrich Nietzsche (1844-1900)

Grises y olvidables son los empates, salvo que uno remonte un 0-3 en el último segundo lo que lo convertiría, obvio, en un milagro. La cara de los boxeadores es un canto a la decepción mientras el árbitro, desconsolado también, les levanta los brazos a ambos. Nadie quiere empatar. Tiene algo de incómodo, de falsa armonía, de cosa irresuelta. Está muy bien luchar por la igualdad de oportunidades desde la política y la sociología. Pero individualmente y desde la virtud, la igualdad hace agua por todos lados. No existe.

En la temporada la AFA 1988/89 intentó eliminar el empate sumado una tanda de penales que le otorgaba un punto más al vencedor. Fue un fracaso. Menos funcionó el voto “no positivo” desempatador de Cobos, que elevó y derrumbó su prestigio como en una interminable montaña rusa, de donde se bajará para regresar a su profesión de ingeniero, donde sí reinan los equilibrios. Me pregunto si una epidemia de empates hubiese puesto en riesgo la negatividad hegeliana, por ejemplo. ¡Horror! La quietud del empate exaspera. Solo a Borges, intuyo, lo deleitaría.

Hoy, un tsunami de igualdades complica el presente académico, que pasó de jugar bonito y perder de la mano de Russo, a empatar sistemáticamente con Simeone. ¿Se trata de un “avance”, aunque menor? Mmm… Ese “pequeño paso para el hombre”, del que hablaba el obvio de Armstrong desde la Luna no sirve para Avellaneda y menos para este Racing. Sorry Neil.

El Racing de Simeone –un buen técnico que, se ve, busca su equipo y su propio equilibrio, personal y profesional–, negocia a la cancha como en un mercado árabe. Oferta, sin salirse de su estrategia. Discute, hace números. Si gana, será gracias a su presión, a su trabajo de desgaste; se impondrá por cansancio, o gracias a la desconcentración del otro. Y si nada de eso pasa se irá tranquilo, sin lo que fue a buscar, pero todavía con su capital intacto. En el siguiente puesto la historia será otra. Me deprime describir esto, muchachos. Lo admito.

Racing estuvo invicto 15 fechas hasta llegar a “el” partido: el duelo con el Boca puntero y también invicto. Wow. Partidazo. Solo que… Racing era un segundo con tres vueltas perdidas, sin gomas y en tres cilindros, como le pasó a Binner con Cristina (igual, por lejos, el más respetable del pelotón de lentejas que llegó detrás de él).

Racing no pierde. Peor. Racing empata. Justa o injustamente, pudiendo ganar o salvado por Saja, el mejor arquero de Racing desde Fillol. Muy bien: eso me pone furioso. Trataré de explicarlo.

Para tener el empate como objetivo, se necesita poco. Una estrategia que admita la teórica superioridad del rival, cierta apatía, orden, equilibrio, algo de conformismo, instinto de supervivencia, frialdad para el cálculo, Una mente científica, quizá. No lo sé. ¿Empatar es mejor que perder? Sí, claro. Pues me permitiré disentir. No en la cuestión matemática que es irrebatible: uno es más que nada y tres, el triple de uno. Pero hay más que números. Trataré de explicarme.

El buen perdedor deberá enfrentarse, antes y después de la contienda, con un par situaciones límites que creo muy importantes. Ahí van:

a) Sentir un profundo deseo de vencer. Voluntad de Poder, la llamaba Nietzsche refutando la teoría darwiniana que planteaba el natural instinto de supervivencia. Minga. Mantenerse en el mismo lugar es estancarse. Retroceder. Hay que ir más allá, siempre, marcaba el feroz Bigotón. El guerrero lo intentará todo. Esa es su ética. Si es derrotado se irá con la frente bien alta, habiendo dejado el alma en la lucha.

b) Dignidad. Solo en la derrota aflora. En la victoria todos somos geniales, tan piolas que ni siquiera nos dan pudor esos festejos ridículos que avergonzarían hasta a un chico de 11. La derrota duele, enfurece. Pero le da a uno la posibilidad de demostrar dignidad. Y eso no es fácil. Arrancarse la medalla ganada por un segundo puesto no es un acto de rebeldía. Es una estupidez. Demuestra falta de grandeza, debilidad, frustración infantil. Es peor ser un negador que un derrotado, compatriotas. A no mirar para otro lado.

Ay, Teo. La naturaleza le dio todo lo que necesita un 9 perfecto. Ubicación, astucia, velocidad, frialdad, cabezazo, pegada, anticipo, fuerza. Lástima que ahí se acabó el stock de virtudes. Porque también es egoísta, terco, mentiroso, agresivo, vanidoso y poco inteligente para conducirse en la vida. Al principio creí que lo atacaban por crack y por negro (el maldito racismo está en todos lados). Pero enseguida empezó a “boquear” (¡lo motivó a Independiente que llegaba “muerto” al clásico, ay!), a pegar, a provocar, a pelearse con los rivales ¡y con sus propios compañeros! Un desastre.

Hace años que Racing no tiene un 9 así. Qué pena. Fue hermoso mientras duró. No sos Messi, Teo. No sos Alí. ¡Ni siquiera Chilavert! Que te vaya bien en el Milan o en el Bokóniev de Blablonia, lo mismo me da. Chau, gracias por todo.

¡Ah! Me olvidaba de las elecciones. Molina y Podestá, el binomio que gobernaba y lideraba las encuestas, se peleó a muerte y competirá en listas separadas. ¿Raro en Racing, no?

Quizá empaten también, para no romper con la tradición. Si es así, y considerando que Cleto ya estará viviendo en Mendoza, propongo que la que desempate sea Mirtha Legrand, que es del club. Trae suerte, dice ella.

Pues la van a necesitar.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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