jueves 18 de abril del 2024

Más blues para Avellaneda blues

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“Me acusaron por los impuestos. Y no tengo ni un centavo. Me acusaron por los niños, y ni uno de ellos es mío. La mala suerte, oooh baby... la mala suerte me está matando.” De Third degree, el célebre blues de Willie Dixon (1915-1992)

“¿Cogorno? No lo conozco”, diría Rodolfo, el personaje del genial Lino Palacio, y quizá León Gieco, que le tomó prestada la idea para componer Los Orozco. Pero fue él, nomás, el elegido. Gastón Cogorno, joven contador y tesorero de la sede de Villa del Parque. Rodolfo Molina, hombre de bajo perfil y cara de curita bueno, se colocó en un impensado segundo lugar y le cedió la candidatura a presidente. Quizá Molina haya adoptado el “estilo Putin” –dicho esto con todo respeto–, y lo imagine como su Dimitri Medvedev, con la idea de conservar poder y evitar el desgaste.

La campaña la hizo toda Molina. A Cogorno se lo vio tímido, nervioso, todavía incómodo en su nuevo rol. Se definió como la continuidad de la exitosa gestión –Matthäus no fue mencionado, obvio– y recordó, amable, la ejemplar conducta de la hinchada. Lo del choque con herido de bala en San Juan después del partido contra El Porvenir fue un detalle que se le escapó. Pasa.

“Racing sigue”, bautizaron al proyecto. Una aspiración algo modesta, a menos que alguien imagine que el espíritu de la síndico Ripoll todavía es capaz de sobrevolar el club. ¡Vade Retro! Para defenderlo de esos viejos fantasmas y la omnipresente malignidad de Blanquiceleste, esta gestión contrató al prestigioso letrado Mariano Cúneo Libarona; una buena idea que, en su momento, ya supo tener la mismísima gerenciadora. ¡Ops! Una historia curiosa… y circular.

Siempre fueron “el caballo del comisario”. Los favoritos. Aun con la baja inesperada de Pablo Podestá, el ex vice, un hombre ambicioso y de buen manejo con los medios que siempre contrastó con la tibieza formal de monseñor Molina. Podestá es, digamos, candidato de un oficialismo en el exilio. “Este Racing”, se autodenominan; algo que transmite orgullo o resignación, según se lo mire. “Es lo que hay”, dicen en Madrid.

Lo que hay, por cierto, son 130 palitos de deuda. Ah.

Nadie sabe por qué se pelearon. Las malas lenguas, que son todas, hablan de cierto dinero que alguien puso y quiso recuperar. ¡Enterate, Stephen Hawking: el verdadero agujero negro del universo son los clubes de fútbol, no el tuyo!

Daniel García representa a la histórica Agrupación Racing Club y nunca pudo disimular su cara de fastidio. Nadie le dio bola, pobre. Hasta la producción de Fantino se olvidó de invitarlo a su reality de los domingos. Too much. Miguel D’Aquila es abogado, lleva un apellido ilustre de Avellaneda, hizo la primaria en la Próspero G. Alemendri como yo, tiene una larga historia en el club y luce un batido canoso a lo Coppola, muy audaz. Terminó segundo en las anteriores elecciones.

Viejo luchador por la causa, se lo ve siempre entusiasta y lleno de buenas intenciones, lo que nunca le alcanzó para liderar las encuestas. Raro.

Triunfe quien triunfe, poco cambiará. Si el equipo gana, todos felices; si pierde, habrá terremoto. Pasará en San Lorenzo si las cosas siguen tan mal como hoy, o en cualquier club. El fútbol está desquiciado. En manos de audaces, vivillos, empresarios sin empresa, barrabravas de tribuna o traje importado.

Comparada quería seguir, pero no pudo ni ser vice de Alvarez. Piantavotos total, fue borrado como a un Schoklender colorado. Mal final para una carrera que pintaba brillante. La deuda ya roza los 200 millones, parece. Glup.

El caso de Cacho Alvarez, intendente con Menem y con Kirchner, es extraño, si es que uno mantiene cierta capacidad de asombro en la política. Lo de Aníbal es distinto: sentado en el honorable Senado –un spa para sabios y refugiados–, tendrá tiempo para presidir Quilmes y hasta hacerle los coros al Indio Solari, si quiere. Pero pasar de ser ministro de Scioli a pelear la elección de un club es… al menos sorprendente. El trampolín suele ser inverso, como ya sucedió en Defensores de Macri, flamante campeón. “Si ves a un gallego en mitad de una escalera nunca sabes si baja, o sube”, dicen en Madrid, irónicos con los nativos de Galicia. Algo de eso debe haber.

¿Sus rivales? Tienen un nombre original, inquietante, algo hermético: “Independiente Místico”. Wow. Javier Cantero es su candidato. Carrió, intuyo, apoyaría. El hombre es consultor, impulsó el cambio de nombre de la calle Cordero por Ricardo Bochini y colecciona videos históricos de los años gloriosos, cuando el Joe Martínez de Hoz todavía no había cerrado las persianas de su industria.

Juan Torres, de la Lista Roja, no tuvo prensa. La pelea será, parece, entre los místicos y Cacho, el cuádruple. Cristian Mattera, ladero de Comparada, no fue sutil: “Si gana Cantero, terminamos como San Lorenzo”, dijo, con la idea de que su comparación –lo digo sin dobles intenciones, lo juro– no sea justamente un elogio. “La que tenía, la gasté”, confesó un angustiado Abdo, en un lenguaje poco académico, pero clarísimo.

Si el nivel de la discusión política no pasa por su mejor momento en el país, ¿qué podemos esperar del fútbol? A ver, compatriotas. ¿qué es más ridículo: gritarle a Victoria Donda sólo porque está buena o discutir si el coro le cantaba “¡Trolaaa…!”, en honor a sus rotundas tetas socialistas, o “¡Rodraaa…!”, por el apellido del ex de la actual pareja de Marchetti, el pelado que dirige Barcelona? Uf.

En fin. Hablando del Barcelona: ¿vieron cómo juegan esos tipos…? Impresionante. ¿Y qué hago yo, entonces, acá, gastándome toda la columna en boludeces sin solución?

Ay, Asch. Vos sí que no aprendés más.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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