jueves 18 de abril del 2024

Paula, la niña que quiso ser negra

La mejor tenista argentina en la actualidad confiesa que de chica le pidió a su papá que le pintara la piel para parecerse a las hermanas Williams. Fotos. Galería de fotosGalería de fotos

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Paula Ormaechea ya sabe que carga con el cartel de “promesa del tenis argentino”, ya tiene en claro que es la número uno del país. Ya le hablaron, además, de Gabriela Sabatini, la comparación que deben soportar las chicas que juegan y tienen condiciones. “Cuando cuento que soy de Argentina, me preguntan: ‘¿Sos la nueva Gaby?’. Les respondo que sí. Sí, sí, ojalá que sí y mejor también”.

La chica que nació en Sunchales y tiene 19 años aclara, por si hiciera falta, que “es de carácter fuerte”. Se entiende: cuando tenía apenas 13 años viajó desde su ciudad para vivir en Buenos Aires: el sueño de ser jugadora de tenis. Ormaechea, que agarró una raqueta por primera vez a los 3 años, lo logró. Hoy figura en el puesto 113º del ranking mundial y es la latinoamericana mejor ubicada.

“Cuando vine a Buenos Aires era chica. Mis padres no estaban en una situación económica como para bancarme la carrera y consiguieron un sponsor. Mi papá creía que yo tenía que venirme lo antes posible porque si no me podía estancar. Terminé séptimo grado y no estudié más. Intenté hacerlo por internet, pero me costó mucho. Por cómo me tomé el tenis, era una cosa o la otra. No me arrepiento. Para el colegio hay tiempo y el tenis es hoy”, sostiene.

—¿Qué hacía una nena de 13 años en la ciudad?

—Me adapté rápido. Vivía en Vicente López en la casa de mi ex entrenador, me tomaba el colectivo para ir y volver de las prácticas. No salía, la verdad. Y de noche lo habré hecho dos, tres veces. No me gusta. Iba al cine cuando podía, no tenía computadora. Tenía televisión, pero sin cable. Llegaba el viernes a la casa y hasta el lunes no salía. No era muy lindo, pero era lo que me tocaba. Y lo aceptaba poque era lo que tenía para poder seguir. Nunca me quejé.

- ¿Y qué querés alcanzar?

- Mi sueño desde que empecé a jugar es ser la número 1 del mundo. Dios quiera que se dé. Estoy muy enfocada en eso. Cuando me dicen que soy la promesa, o mi puesto en el ranking, trato de no darle mucha bola para no desenfocarme.

—¿Por qué la 1?

—Es el hecho de estar en lo más alto en eso para lo que te preparaste. No hay nadie más que vos. Llegaste al máximo.

Idolas.  Ormaechea no mira tenis. En su tiempo libre elige el descanso: mira películas, lee (le encantó la saga de Harry Potter y ahora está con el Código da Vinci), escucha música. “Me tiro en el sillón y nada más. Entreno mucho, así que en casa quiero estar relajada”, cuenta. De cuando sí observaba le quedó una marca: el fanatismo por las hermanas Serena y Venus Williams. “Una vez le pregunté a mi papá si podía pintarme la piel para parecerme a ellas (risas). Me encantaba su forma de ser, físicamente quería ser igual. Ahora me las cruzo en el circuito y no paro de mirarlas. No les hablo porque me da vergüenza”, dice.

En esta vida prematura que lleva, Paula ya convive con su pareja, Federico Paskvan: su entrenador y su novio desde hace dos años: “Estamos las 24 horas juntos (se ríe). El me ayudó muchísimo en momentos difíciles. En la cancha, sacó cosas de mí que yo ni sabía que tenía. A veces pienso qué hubiera pasado si no conocía a Federico”.

La chica que dio el salto este año al pasar desde la qualy hasta la segunda ronda del Abierto de Australia no tiene amigas. Es un tema que la incomoda: “En el tenis es difícil, son todas las chicas muy competitivas. Sinceramente, nunca tuve. Sí compañeras, pero no salgo con ellas. En Sunchales tengo una amiga. Pero la realidad es que voy perdiendo el contacto por la distancia, no es alguien con quien me junte a hablar de mis cosas”.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario Perfil

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