viernes 19 de abril del 2024

Jeques argentinos

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“La ganancia es bendición, si los hombres no roban”. De Shylock a Antonio, Acto I, escena III de ‘El Mercader de Venecia’, William Shakespeare (1564-1616).

Casi treinta años atrás, en la revista Perfil –y no me refiero a la anterior versión de este mismo diario, hablo de un quincenario audaz, irreverente, muy provocador para la época, que algunos ya han convertido en un medio “de culto”– armamos lo que en la jerga interna llamábamos “una nota de disfraz”. En plena temporada de verano decidimos mandar a Mar del Plata a un grupo de miembros de la redacción –fotógrafos, cronistas, algún administrativo– con rasgos más o menos árabes, barbita candado, todos anillos dorados, lujosas túnicas blancas, siempre rodeados por un cuerpo de custodios que los seguían a todos lados. Reservamos las mejores suites del Hermitage, una imponente limousine blanca y varios Mercedes para su traslado. “¡Son unos jeques que vinieron a comprar a Susana Giménez!”, susurró uno de los nuestros en el lobby del hotel.

De inmediato, el rumor explotó en los medios. Nuestros jeques salieron en varios diarios huyendo de los fotógrafos, sin hacer ninguna declaración. El malentendido duró lo necesario como para publicar una nota desopilante, muy al estilo de una revista de estilo loquísimo, decidida a no respetar límites en un momento de ruptura histórica: 1982-1983. Nos divertimos mucho en aquellos años, ya con la dictadura en retirada.

Parece que uno de aquellos jeques truchos se nos debe haber quedado olvidado por ahí, y un buen día pasó por Málaga y compró el club para convertirlo en potencia y pelear de igual con el Madrid y al Barça a fuerza de petrodólares. ¿Por qué no? Abdullah ben Nasser Al-Thani, miembro de la familia real de Qatar –si Katorosz dirigió All Boys y Ventura hace lo mismo en El Porvenir no hay por qué dudar de ese dato–, llegó en junio de 2010, puso 36.000.000 millones de euros arriba de la mesa y gastó 60 millones más, fichando a cracks del nivel de Van Nistelrooy, Santi Cazorla, Baptista, Diego Buonanotte y Martín Demichelis, entre otros. Como entrenador eligió a un tipo serio y con prestigio: Manuel Pellegrini.

Mal no les fue, deportivamente hablando. Hicieron una campaña histórica, terminaron cuartos y clasificaron para la Champions

League, nada menos. Eso sí: los números no cerraron. La fiestita costó muy cara y ahora hay que pagarla. La deuda supera los 90.000.000 de euros y el jeque deberá solucionar este descalabro de inmediato si no quiere que la Federación Española lo castigue con el descenso a la Segunda División y la UEFA lo retire de la Champions. Para recaudar, el jeque le puso cartelito de remate a todos, incluido Pellegrini, que decidió irse pese a que todavía le quedan tres años de contrato, a 3.500.000 de euros por temporada.

A ver, ¿qué hubiese pasado si este episodio –¡que el Altísimo con su infinita misericordia no lo permita!– sucedía en Argentina? ¿Se las hubiera arreglado igual para comprar a Susana Giménez? Quiero decir, ¿estaría el jeque juntando moneditas sin importarle quién se las consigue como para evitar el oprobioso descenso al nacional B? ¿Diría, como Matías Lammens, futuro Bordaberry de la República de Boedo, “¡Menos mal que Alá Marcelo es de San Lorenzo...!”?

¿Apelaría a soluciones tan originales como las del presidente de Independiente Javier Cantero que, indignado con ciertas ironías que Nicolás Russo, su colega de Lanús, lanzó sobre su curioso método para incorporar jugadores pese a las inhibiciones dijo, sin filtro: “Las recaudaciones y la televisión no son los únicos ingresos; acá somos creativos: ¡acabamos de aprobar un aumento de la cuota social!”? ¿Sería capaz de construir –gracias al apoyo de su poderosa familia–, un ambiente de profunda paz institucional como el que hoy vive Racing, todavía sin éxitos deportivos, pero con José Sand como Nuevo Dios –lo dice Zubeldía; ni yo ni mucho menos Nietzsche– y Cámpora en el banco, listo para intervenir cuando sea necesario?

¿Pagaría con dólares negros de petróleo, azules de cueva, o celestes miti-miti? ¿Honraría sus deudas o haría un “paga Alá” y que se arreglen los que vengan después? ¿Organizaría giras paradisíacas por el mundo cobrando fortunas aunque eso signifique limarle las piernas al plantel con retornos a casa que deberían durar 9 horas pero duran más de 50 y con escenas tragicómicas de sitcom americana, como acaba de sucederle a nuestro admirado Defensores de Macri? ¿Sería tan duro como Angelici, que llamó “líder no positivo” a Schiavi después de su desahogo twitero? ¿Qué significa esa estupidez? “¿Se es “no positivo” para quién? Si uno es líder, ¿acaso no representa al grupo que lo eligió para ese rol? ¿Hay líderes, o hay capataces, muchachos?

¿Posaría el jeque, chocho con su nuevo Adalberto Román como el Kaiser, que por alguna razón equilátera deberá pagar 550.000 dólares al Unión San Felipe de Chile, cuyas canchas jamás pisó Jonathan Bottinelli? ¿Diría, sin ponerse colorado, como Humberto Grondona: “Si yo podría trabajar en cualquier otro pozo petrolero del mundo… ¡Acá pierdo plata…!”?

Uf. Tantas preguntas, tantas caras nuevas –bah, no tan nuevas– y yo que me olvido del nuevo torneo, que al final sí tendrá campeón. ¡Qué buena idea!, ¿no?

¿Mi candidato? Arsenal. El último campeón, ¿se acuerdan? ¿Cómo? ¿Qué dos seguidos ya es demasiado? Mmm… Entonces Racing, que no se reforzó mal. O Independiente, que además vivirá el stress de mirar la tablita de abajo. O River, que tiene al mejor jugador que pueda verse en estas playas de crisis: David Trezeguet. O Boca, obvio, siempre con pleno a su favor y la bomba Román debajo de la mesa. O Vélez. O Estudiantes. Está para cualquiera, muchachos.

“Porque esto es cualquiera, loco”, dirían los pibes de la tribuna. Lo que no es lo mismo, pero es igual.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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