jueves 18 de abril del 2024

Los juegos de hermanos olímpicos

Los Vila y las Sruoga en hockey, las Sánchez en natación y los Simonet en handball: cómo viajar juntos de la casa a la Villa. Curiosidades de la delegación.

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La dinastía Vila tiene historia. El hecho de que ahora Matías, Rodrigo y Lucas estén en Londres es la muestra de una continuidad. Una herencia. El inicio lo marcó el abuelo José, el primero que jugó al hockey. José tuvo cinco hijos: Mario, Juan José, Luis y Alejandro practicaron el deporte. Mario es el papá de los tres que están en los Juegos Olímpicos: Matías (33 años), Rodrigo (30) y Lucas (25), que coinciden: “Lo que nos llevó a practicar hockey es la pasión con la que nuestra familia nos inculcó este deporte”.

Había muchos otros destinos posibles, pero eligieron el mismo: hoy, los tres juegan en Banco Provincia. Matías, mediocampista, y Rodrigo, delantero, fueron compañeros en Sydney 2000 y Atenas 2004. Lucas, delantero, se sumó en estos Juegos.

En el handball están los Simonet, que también siguieron una huella; la de papá Luis y mamá Alicia, ambos jugadores de la Selección argentina. Sebastián tiene 26 años, Diego 22, y Pablo, que no está en Londres pero también juega en la Selección juvenil, 19.

“No podíamos salir otra cosa que jugadores de handball”, declaró Diego en una entrevista con el diario Olé. El y su hermano mayor juegan en el Ivry, de Francia. Diego y Sebastián se elogian. “Los abrazos antes o después de cada partido son emocionantes. Somos hermanos y amigos, y es un placer enorme jugar con él porque es un referente para mí”, dijo el hermano del medio. Sin embargo, los aplausos se los lleva el más chico: “Pablo (juega en España) es el mejor de los tres”, concuerdan.

Había muchos otros destinos posibles, pero eligieron el mismo: cuando niños, Luis, el padre, ponía una tabla de pique en el patio de su casa y les enseñaba a saltar y a lanzar.

En la natación están las Sánchez. Sofía y Etel, mellizas, quienes desde hoy participarán en el nado sincronizado. Las rosarinas habían quedado como primeras suplentes en el Preolímpico de Londres, pero se bajaron de la competición Holanda y Suiza y ellas se convirtieron en las primeras representantes nacionales en meterse en unos Juegos.

“Queríamos llegar por orgullo y para ser las primeras del país. Encima somos mellis, es más fácil que nos recuerden”, contaron entonces. A los 8 empezaron su carrera, en Gimnasia y Esgrima de Rosario. Se entrenan durante ocho horas diarias. Ya ganaron la medalla de plata en el Sudamericano de Brasil, este año.

En el hockey femenino están las Sruoga. Daniela tiene 24 años y debutó en el equipo nacional en 2009. Josefina es dos años menor: se sumó a Las Leonas apenas terminó la secundaria. “Ser una Leona es una forma de vida. Una se pasa la mayor parte del tiempo con las compañeras, las vemos más que a nuestras familias. Tenemos que tener un compromiso grande”, sostuvo, madura, la más chica.

Mamá Sandra era la que las llevaba al club. Eugenia y Agustina, las hermanas mayores, fueron las que empezaron con el deporte. Daniela es volante, Josefina delantera. Las dos juegan en GEBA. Juntas ya ganaron tres Champions Trophy y un Cuatro Naciones. La mayor, además, fue campeona mundial en Rosario 2010. Ella, parece, le marca el camino a su hermana: “Ser Leona es también actitud y esfuerzo”.

Mi hermano, mi coach. Cecilia Biagioli quizá no estaría donde está ahora si no fuera por Claudio, su hermano y entrenador. Tras los Juegos de Beijing 2008, la cordobesa pensó en abandonar la natación. Había terminado 31ª en los 800 metros y 34ª en los 400. Claudio la convenció, le dijo que debía cambiar de prueba y pasarse a las aguas abiertas.

“Cuando empecé con Claudio no tenía satisfacción por lo que más amaba: nadar. El me contuvo bárbaro. No me obligó a nada y me brindó su apoyo. Al principio no me gustaban los eventos de aguas abiertas. Pero él me alentaba a probar. Me veía condiciones. Vio en mí capacidad y que puedo aguantar un ritmo intenso”, contó Cecilia en una nota con la revista El Gráfico.

Gisela Dulko y su hermano Alejandro también trabajan juntos. En febrero de 2004, ella le pidió que no se separaran. Alejandro entrenaba jugadoras en un country y Gisela le habló: “Quiero un coach que me conozca desde siempre”.

Alejandro explicó el vínculo en La Nación: “Toda la vida tuvimos una relación de respeto y de cierta independencia. Nunca me meto mucho en las cosas de Gisela, y ella tampoco en las mías. Pero compartimos mucho tiempo y sabemos cómo llevarnos. Si tengo que ser duro con ella, lo soy. Pero siempre de buena manera, y nunca hay quejas”.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil