viernes 19 de abril del 2024

Se colgó medallas cuando dejó de ver

Igual que en Beijing, el judoca Jorge Lencina ganó un bronce en Londres. Es el único argentino que compitió en Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

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La sonrisa en el rostro de Jorge Lencina es imborrable. En el complejo ExCel londinense muestra su medalla de bronce a quien se lo pida, y también relata su particular historia. El cordobés es uno de los mejores judocas en la historia argentina. Durante varios años se mantuvo dentro de la élite mundial, hasta que le detectaron glaucoma queratocono, una deformación de las córneas. La enfermedad le nublaba la vista y no le permitía diferenciar rostros. Pero a Lencina jamás lo amedrentó su problema de salud, y es el único deportista argentino en la historia con experiencia en Juegos Olímpicos y también en Paralímpicos.

El judoca participó de Atlanta 1996, Sydney 2000 y Atenas 2004 como convencional. Ya con disminución visual, viajó a Beijing 2008 y Londres 2012, en los que logró medallas de bronce. “Nunca me desmotivó el hecho de perder la visión para seguir practicando el deporte. Disfruté de todo, en los cinco Juegos disputados. Hay casos peores, que han perdido la vista completamente. Yo con lentes especiales no me privo de nada. Hoy, la enfermedad está calma. Si se dispara debería hacerme un trasplante de córneas”, comienza el atleta de 37 años, en charla con PERFIL.

Ser paralímpico. El judo paralímpico cuenta con diversas calificaciones. El B1 es ciego total, el B2 tiene una disminución visual de hasta cinco metros, y el B3 hasta diez metros. Todo está estudiado, y deben pasar por un examen oftalmológico. De todos modos, durante la competencia no son divididos de acuerdo a su capacidad visual. Por eso es que al combatir salen agarrados de la solapa y el codo. Esto, para disminuir la ventaja entre el atleta que ve con dificultad y el que no ve absolutamente nada. “Actualmente soy B3. En judo el ciego total no está completamente desprotegido. He tenido combates en que perdí con luchadores que no veían nada de nada”, cuenta el cordobés.

Antes de perder la visión, Lencina competía como peleador convencional. Bajo la categoría de 66 kilogramos cosechó dos medallas de bronce en Panamericanos, Mar del Plata 1995 y Winnipeg 1999; además del título sudamericano en Río de Janeiro 2002. Pero 2004 resultó clave, un punto de inflexión en su carrera. “En mis dos primeras experiencias olímpicas perdí rápido, pero en Atenas fui séptimo y logré diploma. En esos Juegos ya no veía el tanteador al costado del tatami”, relata.

Ese año, entonces, fue de visitas médicas, de largas charlas con su familia y con el entrenador Luis Benítez. La pérdida de la visión ya se agudizaba. “Yo sabía de mis problemas, y también quería dejar de luchar en el alto rendimiento, porque estaba cansado. El profesor Benítez me dijo que hiciera los estudios correspondientes, y que me animara a competir en los Paralímpicos”, sostiene. A partir de ahí comenzó un proceso que desembocaría en Beijing.

Todoterreno. Lencina siempre residió en Córdoba , y fue padre por primera vez poco antes de embarcar para Sydney 2000. Vive con su mujer, Gabriela, y con sus hijas, Rocío y Luana. Gracias a la fabricación de nuevos lentes, pudo recuperar un porcentaje de la visión. “En estos últimos meses entrené mucho. Además, doy clases de judo en Instituto, y hago de todo un poco para seguir ligado a lo que más me gusta”, indica. En un deporte de fuerte contacto y permanente roce físico, aclara que su enfermedad no es producto del judo. “Por los estudios que me hicieron se determinó que es algo hereditario, por los mismos genes, y que también puede aparecer por los años, porque obviamente uno se pone más grande”, afirma.

Con una campaña de 18 años en el equipo nacional, el judoca (que empezó a combatir a los 7, debajo de las tribunas del estadio de Instituto) no deja dudas en su elección. “Le dediqué tantos años que me cuesta retirarme. Pero también necesito calmarme un poco. No sé si a Río de Janeiro iré como competidor o entrenador, pero la idea es estar”.

(*) Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.