jueves 18 de abril del 2024

Violencia: ni por negocio, ni por poder

En Europa, el terror que aplican los hinchas es ideológico. Sin importar el género, ni el nivel socioeconómico, se ven saludos hitlerianos y esvásticas.

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Toto Tamuz ya no podía soportar que la hinchada ultraderechista del Beitar Jerusalem, que se hace llamar “La Familia”, blandiera bananas y chillara imitando monos cada vez que él tocaba la pelota. Por eso, cuando marcó a los veinte minutos del segundo tiempo el 2-1 para el Hapoel Tel Aviv, exigió silencio con el dedo índice en los labios. Al instante, y sin ambages, el árbitro Orel Greenfeld expulsó al nigeriano (que juega, por cierto, para la selección de Israel). El Beitar Jerusalem, el único equipo de Israel que nunca contrató un futbolista árabe, ganaría 3-2.

La dirigencia de ese equipo sacó al día siguiente, el pasado 30 de octubre, un comunicado de prensa: “Hapoel Tel Aviv debería contener a Tamuz, que provoca a nuestra hinchada cada vez que nuestros equipos se enfrentan. Ya es hora de que Tamuz reciba el castigo que se merece por su comportamiento provocativo”.

Racismo, xenofobia: la historia de nunca acabar en el fútbol de Europa (por si acaso, la inclusión de Israel no es antojadiza: integrala UEFAdesde 1994).

Hinchadas nazis. “Gritones durmientes”, así los llamó el sociólogo Gerd Dembowski, de la organización FARE (Football Against Racism in Europe), entrevistado por el periódico alemán Zeit para un artículo titulado “El nuevo poder del fútbol nazi”. Dembowski aludía a los hinchas radicalizados: explicó que eran gritones porque se disolvían en la multitud cuando cantaban, y durmientes porque se activaban “ante una situación potencialmente provechosa para la ultraderecha”.

Sin la presencia de los ultras, resultan inexplicables el racismo y la xenofobia en las canchas. Sin embargo, según explicó el director ejecutivo de FARE, Piara Powar, en el documental Beautiful Game Turned Ugly de ESPN, “el mayor problema es la negación, las otras personas que dicen: ‘No pasa nada, no se preocupen por ellos (los racistas), son unos pocos’”.

Ramón Spaaij, un sociólogo holandés que estudió durante seis años a los ultras de España, Holanda y Gran Bretaña, le dijo en enero al diario El País: “En España puede pasar con la mayor parte del público, sin importar edad, género ni nivel educativo. El abuso racial lo inicia el grupo de extrema derecha, pero eso puede terminar con chillidos de mono en todo el estadio. Presencié partidos en los que el ochenta por ciento del público, incluidos ancianos y mujeres, hacía chillidos así”.

En ese artículo, el periodista Richard Fitzpatrick recordó que en el partido de vuelta porla Supercopade España de 2011, cuando el brasileño Marcelo, del Real Madrid, tocaba la pelota, en la hinchada del Barcelona chillaban como monos. Al día siguiente, ni Marca ni As –que para colmo son diarios pro Real Madrid– le dieron importancia. Es la naturalización del racismo. El mismísimo Josep Guardiola le restó importancia a la discriminación que había sufrido el también brasileño Dani Alves durante una goleada 5-1 del Barcelona al Espanyol en diciembre de 2010. “A veces pasa –le dijo a un periodista dela BBC– hasta cuando jugamos de local. Olvídese de eso, no importa.”

A Alves lo habían discriminado las Brigadas Blanquiazules del Espanyol. Nada nuevo bajo el sol, desde ya: el 8 de enero de 2006, durante otro clásico ante el Barça, el camerunés Carlos Kameni, que era el arquero del equipo, debió soportar que un integrante de las Brigadas Blanquiazules le dijera a través de un megáfono: “Kameni, te odiamos, eres un hijo de puta. Ve ahora y di en conferencia de prensa que esto es racismo: no importa si eres negro o naranja, eres una basura”. Ya otro camerunés, Samuel Eto’o, cuando jugaba en el Barcelona, había resuelto dejar una cancha porque no soportaba más a la hinchada del Zaragoza. También padeció alguna que otra vez a los Ultra Sur (Real Madrid) que, según denunció en abril el Diario de Navarra, tienen el apoyo de José Mourinho y hasta de la dirigencia del club (a un partido con el Osasuna, según se escribió en el diario, ingresaron a la cancha con las entradas que la dirigencia del Osasuna le había dado a la del Real Madrid).

Por lo demás, en Italia también pasa: la ultraderecha dela Juventus, por ejemplo, puso una bandera cuando Mario Balotelli jugaba en el Inter y ya en la selección de Italia: “Un negro no puede ser italiano”. Otro: los ultras dela Lazio, los Irriducibili, pusieron en 2001 una bandera gigantesca en un clásico conla Roma: “Equipo de negros, hinchada de judíos”. Otra, de 1998: “Auschwitz es tu patria; los hornos, tu casa”. Allí, enla Lazio, el club al que se asoció Benito Mussolini en 1929, jugaba en 2005 un fascista confeso, Paolo di Canio, que escribió en su autobiografía que Il Duce había sido “un incomprendido”.

(También el arquero australiano Mark Bosnich, ya retirado, solía hacer, como Di Canio, el saludo fascista en la cancha. Pero Bosnich, un ex arquero del Manchester United y del Aston Villa, se lo hacía a la hinchada del Tottenham Hotspur, un club alentado por muchísimos judíos). Perola Romatiene también fascistas. Por eso el diario Il Romanista repartió en 2006, entre los hinchas, copias de la película La vida es bella, de Roberto Benigni.

En definitiva, la lista de hinchadas con grandes agrupaciones nazis en su interior es interminable: desde la del Borac Cacak, de Serbia –que amenazó el 14 de octubre de2006 aun delantero zimbabuense del Voz-dovac, Mike Tawmanyera, con disfraces del Ku Klux Klan–, hasta la del Slovan Bratislava, de Eslovaquia, que desplegó el 20 de abril de 2007 en un partido ante el FC Senec una bandera con las palabras “Feliz cumpleaños, Adolf” y una caricatura de Hitler sonriente.

Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil

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