viernes 29 de marzo del 2024

Bianchi, el guionista de la novela

El destino del jugador lo escribe el Virrey: la presencia del DT es el principal motivo por el cual Riquelme podría volver. Una decisión lejos del show.

442

Desde su propia subjetividad, el ex delantero inglés Gary Lineker alguna vez se rindió ante lo que creyó una evidencia: “El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania”, sentenció. Lineker no conoció personalmente a Román Riquelme, pero si recorriera mínimamente los pasillos de la Bombonera podría ensayar una frase semejante: “Pase lo que pase, en Boca siempre gana Riquelme”. Ahora, según los dirigentes, es el diez el que tiene la pelota; el que siempre tiene la pelota. Sin embargo, Román todavía mastica su posible vuelta. No le gustó que no le extendieran su contrato hasta 2015 ni las recientes declaraciones de Juan Carlos Crespi hablando sobre su caso; Riquelme prefiere meditar la decisión sin show mediático. Si se vuelve a poner la camiseta de Boca no será por esta dirigencia, confían en su entorno. Tampoco por el clamor popular. Solamente Bianchi tiene la séptima llave de un cofre casi infranqueable. El Virrey es el único imán, el polo de atracción de Riquelme. Si hay un “sí” del diez, el gran responsable será el entrenador de Boca. Y nadie más.

A pedido. Bianchi no iba a volver a Boca. Estaba convencido de que ya le había dado todo al club, que la actual dirigencia, además, no es tan afín a su manera de pensar y que, a la larga, “en el fútbol se pierde más de lo que se gana”. Como sea, el entrenador tentó otra vez al destino. El chip le cambió por el reclamo masivo de la gente: cuando lo pidió la Bombonera. Ese día, mientras miraba el post partido Boca-Banfield por televisión, el Virrey lloró. La manifestación en el Obelisco en el emblemático 12 del 12 del 12 lo terminó de convencer. Así, los hinchas lograron lo improbable: que Bianchi volviera a Boca.

El elegido tiene el poder de convencer al hijo pródigo. Aunque hay quienes conocen a Román y aseguran que no será fácil. El margen para tomar la decisión se traduce en horas. Boca retoma la actividad el 5 de enero, en Casa Amarilla. Dos días después, el plantel ya estará instalado en Tandil para realizar la etapa más intensa de la pretemporada. Antes, el jugador que Bianchi quiere y necesita deberá dar su veredicto: sí o no, blanco o negro. El juego del ni ya juega en tiempo adicionado al reglamentario.

La estampa. Riquelme y Daniel Angelici tienen una relación de idas y vueltas. La firma de los contratos es el fetiche que evidenció dos veces sus diferencias.

El ahora presidente de Boca era el tesorero de la gestión de Jorge Ameal cuando se opuso a la exigencia de Román: en 2010, el enganche pedía una renovación de contrato por cuatro años. Como podría intuir Lineker, Riquelme ganó. Y Angelici renunció a su cargo.

Un nuevo capítulo se escribió hace cuatro días, en la casa de Bianchi. El miércoles pasado, Román pidió un año y medio más de estadía: que, en vez de volver hasta junio de 2014 (como establece su suspendido contrato), el club prorrogara la fecha de vencimiento hasta fines de 2015. El mensaje cifrado era para Angelici. El diez, que había dicho que nunca más iba a jugar en Boca, marcaba la cancha. Le avisaba que su eventual retorno sólo sería por Bianchi. Que su causa era la misma que la del Virrey. Y apeló a una lógica contractual: quería quedarse en Boca hasta el último día que figurara en el contrato que le ofrecieron a su padre futbolístico. Hasta que Bianchi dijera “chau, felicidades”.

El jugador clave. Bianchi no contaría esta vez con la mejor versión de Román. Encima, el diez, de 34 años, viene de un semestre completo sin competencia. Pero el Virrey prioriza otros aspectos, más allá de la importancia que le endilgue a la capacidad futbolística de Riquelme. Lo quiere como aliado: lo sabe el líder indiscutido del plantel y el técnico que pretende dentro de la cancha. En otras etapas, sus estandartes estratégicos en el juego fueron Pepe Basualdo y Diego Cagna. Riquelme es hoy ese jugador; su hombre clave y, a la vez, niño mimado.

De eso le hablará nuevamente Bianchi al jugador que paladea el “ni” en la boca. Bianchi apelará a un discurso paternal y a remarcar la “necesidad” de contar con él. Riquelme no se mueve por demagogia ni responderá a los estímulos de la gente. Si vuelve, será por pedido de alguien al que considera su “segundo padre”. Alguien que tiene el celular de Dios.

Esta  nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil